miércoles, 11 de noviembre de 2009

SARANDY CABRERA



Presentamos una serie de notas sobre el poeta Sarandy Cabrera, mezcla de biografía, notas de despedida, páginas dedicadas a su personalidad, anécdotas de su vida y el papel que jugó en la historia literaria del Uruguay.
Deseo recordar a los lectores que esta revista virtual está expresamente dedicada a LOS GRANDES LITERATOS RIOPLATENSES. Mientras que en Uruguay se han escrito numerosos trabajos sobre la literatura argentina, no ha habido demasiada reciprocidad. Onetti, Benedetti, Felisberto y Horacio Quiroga (este último por vivir en la Argentina) son los literatos más conocidos, junto a Eduardo Galeano. El resto de escritores charrúas son una calígine para los argentinos (Andrés Aldao)

SARANDY CABRERA

En la historia cultural del Uruguay en el siglo XX, la llamada “Generación del 45”, intervino de manera profunda en la sustancia literaria y crítica del país. Un grupo de escritores reunido en torno de la revista “Número”, a partir de 1949, significó una revisión del pasado remoto e inmediato de la cultura uruguaya y una propuesta de obras que por las sendas de la narrativa, la poesía o el ensayo desarrollaron una tarea creadora que seguía los criterios esgrimidos en el plano crítico.En ese grupo la figura de Sarandy Cabrera (1923) quizá resulta de las más emblemáticas y consecuentes. Fundamentalmente poeta desde “Onfalo” (1947), su primer libro, su versatilidad lo puso en contacto con otras áreas en las cuales despliega rigor y talento. Ello vale también para las artes gráficas, ya que fue diseñador de la revista “Número” y de “Removedor”, la publicación del Taller de Torres García. La traducción de poetas diversos desde Cátulo, Pietro Aretino a John Donne y los años al frente de la página literaria de “Marcha” marcan también su concepción de un periodismo cultural renovador que, por ejemplo, coloca la figura de Gardel y del tango en una nueva perspectiva, sin descuidar, por supuesto las figuras y acontecimientos que sucedían en el entorno. Quizá convenga subrayar que, en una postura equivalente a la de Bartolomé Hidalgo, que forja el instrumento de la poesía gauchesca, Cabrera bajo el “alter ego” de Pancho Cabrera, es el primer poeta culterano de su tiempo que se suma con sus décimas a una postura política. Ello ocurre a la vez que cantores populares desarrollan, precisamente, la llamada “canción de protesta”.Sarandy no ha abdicado de su mordaz capacidad crítica y de una constante búsqueda que le ha hecho recorrer como poeta y como ser comprometido con su tiempo, un itinerario que no se satisface con sus propias convicciones, sometiéndolas siempre a la pasión de la controversia. Así ha dirimido quizá consigo mismo y su pasado en el Taller de Torres García, una nueva visión totalmente opuesta a la adoración clásica del maestro. Su poesía ha seguido también los más diversos giros. Desde la originalidad entrañable y teñida por el surrealismo de su lenguaje en los comienzos, hasta la militancia política descarnada de “Poeta pistola en mano” para desembocar finalmente en la poesía “libertina” en la que la visión clásica de Cátulo o la lujuria de Aretino y la sensualidad del Renacimiento italiano confluyen.Los ochenta años de edad, encuentran al poeta en viva batalla con el mundo de hoy. Se le ve vibrante de indignación y dando el mismo combate por las razones de la condición humana, donde sea.Para un adolescente que lo conoció en sus primeros poemas, es inexcusable confesar que Sarandy fue una sabia influencia, arisca y avasallante, que a veces desde un humor ácido, burlándose de Nuñez de Arce en paródicos recitados o poniendo sobre la mesa los poemas de Antonio Machado o Pessoa, era capaz de sacudir y desencadenar en su joven interlocutor de entonces, un interés y un rigor por el arte, que habla de su capacidad fermental.En este esbozo no puede quedar silenciado el editor que desde Suecia dio curso a numerosos libros que seguían sus pasos en predilecciones y rechazos. Tampoco el personaje humano, arbitrario muchas veces, convencido siempre y siempre, como hoy dispuesto, a repensar y volver a colar la misma onda fugitiva que nos lleva para que no todo sea corriente fugitiva.Sarandy representa un Uruguay que está pasando o ya pasó, no sólo porque él mismo es uno de sus pocos sobrevivientes, sino porque el mundo mismo no ha detenido su errático curso que no se entiende hacia donde va. Si es que va.Nadie que haya tenido la fortuna de compartir con él esos tiempos y su incomparable humor verbal, que se encendía en inesperados juegos de sílabas, puede esquivar el impulso que se llama homenaje. Hugo García Robles

La República de Uruguay - 7 de abril de 2005

A propósito de pertenencias

Sarandy Cabrera

Aquí pertenecemos a la tierra,
aquí el suelo también nos pertenece,
creemos en las lluvias,
sabemos sus exactas intenciones
su búsqueda en el grano.
Conocemos la angustia de la seca
miramos a la espiga
igual que a un ser preñado de jugos y de vida.
Aquí pertenecemos a esta gran tentativa,
el duro afán del hombre que a la tierra pide su fruto
y lucha por ordenar las aguas en un molino fértil.
Aquí pertenecemos al arrozal al barro que lo nutre
y ayuda que a la hierba enemiga feraz
también acoge y que buscamos con paciencia sorda
apoyados en agua que lo anega,
no más en lo que somos,
quebrados de cintura bajo enormes sombreros,
amigos de los álamos,
de los soldados de los obreros los campesinos
las acequias bajo el sol que ha encendido las chirriantes cigarras.
Aquí pertenecemos al fusil,
al combate
a las más encendidas palabras,
aquí pertenecemos una vez a la vida.

Sarandy Cabrera nació en Rivera, Uruguay, el 14 de setiembre de 1923. Falleció en Montevideo el 5 de abril de 2005. Integró las aventuras literarias y culturales de la llamada generación del 45 colaborando 20 años en el semanario MARCHA y participando activamente en la vida intelectual del Uruguay. Según el crítico Angel Rama "pertenece como figura de primera línea al vasto movimiento que hacia el 50 reestructura las letras nacionales y es uno de los fundamentadores de la nueva lírica uruguaya(...).

SARANDY CABRERA
La muerte del putamaro

El saludo a Sarandy en este viaje que emprende, de parte de un humilde admirador que esa noche sintió que se le erizaba la piel escuchando lo que pocos se animan a confesar.

Psic. Andrés Caro Berta
(Publicado en el boletín de la Sociedad Uruguaya de Sexología. 2005)

Sarandy, conocido como Pancho Cabrera había nacido en 1923. Allá por los 40 ya andaba escribiendo poemas. Luego fue periodista, crítico, editor y diseñador gráfico en muchísimas publicaciones, entre ellas Marcha. Por los '60 establece un estilo de décimas populares que permitía musicalizarlas en tristes, milongas, cifras o estilos, referidas a las situaciones sociales que se vivían en esos tiempos."Nada tengo si no es un cuerpo heridonada tengo si no es cansancio, hartura,pobreza soledad incertidumbre"(Poemas a propósito. 1965)Luego de "Banderas y otros fuegos" (1968) y "Poeta pistola en mano" (1970) deja de editar poesía.Hombre comprometido políticamente, tupamaro, al llegar a los '80 gira hacia la poesía libertina, dueña de una antigua tradición europea (Aretino, Quevedo, Cátulo, entre otros) y apenas con algún ejemplo célebre en nuestro país como Acuña de Figueroa, autor de la letra de nuestro himno que se mandó "La Oda al Carajo", obra que circuló clandestinamente hasta que en la década de 1920 fue finalmente publicada. Cabrera, con un lenguaje agresivo, subversivo, comienza a hablar de lo sexual con palabras "malas", y trasgrede además, hablando de sí mismo y su compañera de vida, Bárbara Sureda.

OYENDO A SARANDY

En 1997, me encontraba presentando en distintos lugares un libro de cuentos mío, editado ese año ("Adrenalina Montevideanis") y me tocaba hacerlo en un boliche llamado Yulelé. Una semana antes fui para conocer el ambiente y me encontré con Sarandy Cabrera leyendo sus textos. Hombre tierno, al lado de un compañera tierna, mayores los dos, abuelos, me impactaron por la honestidad de mostrarnos a quienes escuchábamos esa noche, el amor íntimo que se profesaban.Los pacatos y los imbéciles de siempre se rieron. No entendieron. Los que se asustaron, también se rieron nerviosos. Pero ellos dos, abrazados tiernamente, leyeron a dúo los poemas de Sarandy que hablaban de erotismo, sensualidad y amor.Días antes, en una radio había dicho que ya no era más tupamaro, ahora era putamaro.
Uno de sus poemas, leídos a dúo, esa noche dice lo siguiente:
"Un fantástico ser de cuatro manoscuadrúpedo cuatróptico con tetasdos cojones dos culos la cajetahaciendo de prepucio del balano.Con la furia del dios más draconianoCon la fulguración de los cometasEn poses increíbles cual de ascetasEn frenéticos goces más que humanos,Eso somos mi negra y yo enlazadosFornicando maravillosamenteHasta volvernos dos, descoyuntadosTodo sudor y gloria juntamente,Si muero yo, temida y temerariaElla a su vez mi viuda y victimaria"
(Poesía Libertina. Pancho Cabrera. Ed. Vintén Editor. Montevideo. 1988. P. 27)

SALUDO A SARANDY Y A BÁRBARA

El saludo a Sarandy en este viaje que emprende, de parte de un humilde admirador que esa noche sintió que se le erizaba la piel escuchando lo que pocos se animan a confesar. Y a Bárbara, con sus ochenta y pico, que tendrá que esperar un tiempo para reencontrarse con él, mi emoción de animarse a contarle al mundo cómo se divirtieron haciendo el amor.
A LOS 81 AÑOS MURIO SARANDY CABRERA, ESCRITOR, TRADUCTOR, DISEÑADOR GRAFICO Y EDITOR

Falleció el poeta del erotismo y la polémica

Este martes falleció Sarandy Cabrera, un prolífico y polifacético creador. Si bien se destacó sobre todo como poeta, también fue traductor, editor, periodista, ilustrador gráfico y hasta proyectista de edificios. Sarandy Cabrera nació en Rivera el 14 de setiembre de 1923. Su primer libro fue Onfalo, de 1947, con el que obtuvo el premio del entonces Ministerio de Instrucción Pública. A este libro le siguieron muchos más, entre los que se destacan Poeta de pistola en mano, Soneroticón, Poesía Libertina, Papeles de Volusio y Nomenclatura y apología de la concha, en el que dialogaba con Acuña de Figueroa. Por largos períodos vivió en el extranjero, en países como Chile, Argentina, Suiza, Suecia y China. Durante su estadía en este último país recibió la influencia de la poesía china, de la que también se convirtió en traductor. Uno de sus críticos más sagaces, Hugo García Robles, comenta que "en un examen más minucioso de la obra de Sarandy, podría anotarse el creciente interés por el mundo político y social, los conflictos ideológicos y el saludo y defensa de Mao, Fidel y otros, como ejemplares humanos destinados a la renovación definitiva del poder con miras a la construcción de un mundo más justo". También señala que esto se vincula a la vertiente erótica en la poesía de Cabrera: "en rigor es un rasgo de Sarandy arriesgarse en busca de los límites de la expresión elegida, sea ésta la política que llega hasta la violencia y el rencor de Poeta de pistola en mano, o el reducto sensual y sexual que nunca esquivó, el extremo realismo, sin tapujos ni metáforas". Como editor fundó Vintén Editor, y fue cofundador de Removedor, la revista del Taller Torres García, así como la revista literaria Número. Los diseños gráficos de revistas y libros propios también salieron de su pluma. También fue el fundador del Instituto Cultural Uruguay-China.

El poeta y el guerrero sin reposo

* El miércoles pasado en la Sala Acuña de Figueroa de la Biblioteca Nacional se realizó un emotivo homenaje al intelectual compatriota Sarandy Cabrera, recientemente fallecido a los 82 años de edad.Sarandy Cabrera: durante muchos años, colaborador de LA REPUBLICA. En un clima de profunda emotividad y signado tanto por anécdotas como por reflexiones académicas, un panel integrado por el director de la Biblioteca Nacional, Tomás de Mattos, el ministro de la Corte Electoral Wilfredo Penco y el escritor y periodista Hugo García Robles, trazaron una reseña de la personalidad y de la producción literaria del homenajeado.En el marco de una nutrida concurrencia, entre la que se destacó la presencia de familiares y amigos personales del poeta Sarandy Cabrera, el acto se constituyó en una fructífera exposición de cuestiones de índole intelectual y ética. Tras ser presentados por Tomás de Mattos, el escritor García Robles narró algunas anécdotas personales referentes a su amistad con Cabrera, hecho que permitió aquilatar la inmensa calidad humana del poeta fallecido. Posteriormente, Wilfredo Penco realizó una exhaustiva reseña de la obra fundada por Sarandy.A continuación, transcribimos una brevísima selección de los pasajes más destacados de dicha conferencia. "En los últimos años de su vida --comenzó diciendo Penco-- Sarandy Cabrera me abrió las puertas de su casa, de su biblioteca, de sus recuerdos. Y me ofreció, con calidez, su generosa amistad.Interesado en la poesía que empezó a escribirse en Uruguay sobre los años finales de la primera mitad del siglo XX, estudié con cierto detenimiento su obra. De ese estudio, quiero compartir hoy con ustedes algunos comentarios y conceptos, en este homenaje que le tributamos sus amigos y lectores consecuentes.El ímpetu desafiante de su personalidad, del que dio cuenta, sobre todo, su labor literaria, fue, por cierto, el rasgo más evidente en la larga, combativa y acosada trayectoria de Sarandy Cabrera. Vocación iracunda, polémica, sin doblecesNadie que lo haya leído alguna vez, pudo invocar, como excusa, la indiferencia. Una vocación iracunda, polémica, sin dobleces, sin dar margen a equívocos, se mostró, en un desarrollo de efectiva contundencia, como común denominador de la poesía que el autor produjo de manera primordial, junto a otras diversas actividades (plásticas, periodísticas, políticas), a lo largo de por lo menos seis decenios. Si hubiera que caracterizarlo como conspicua figura de las letras uruguayas, es probable que habría que referir, en primer término, a su condición de transgresor, en el marco de un lenguaje estructurado, sin visibles alteraciones y ajustado a sus consecuencias.La voluntad provocativa, de nadar contracorriente, aun en las circunstancias más adversas; el manifiesto deseo de someter a cuestionamiento actos, actitudes y personalidades a la misma hora en que suelen concitar la simpatía y hasta el aplauso generalizados; el rechazo o abandono de formas ditirámbicas generadas en el entorno de los centros de poder; la deliberada irreverencia y el juicio profanador llevados a sus extremos: todas y cada una de estas líneas directrices orientaron y definieron el quehacer intelectual de un poeta construido a sí mismo a la sombra de su propia y conflictiva existencia, entrecruzada de fantasmas, amores, muertes, memorias, controversias, desafueros, peregrinaciones y utopías. Entre Rivera, Montevideo, Pekín, Santiago de Chile, Buenos Aires, Växjö, Ginebra, Viena y otra vez Montevideo, quedó trazado el itinerario fundamental de un cosmopolita que nunca olvidó sus raíces locales, buscó con lucidez pero también con deslumbramiento otros paisajes --naturales, culturales, políticos--, sufrió la experiencia dolorosa del exilio, y a su regreso volvió cargado de fidelidades, sin desmedro de unos cuantos rencores, decepciones, furias e interrogantes. Con su ironía intacta y hasta más filosa, se dedicó a aplicarla a fondo --como enseñan los clásicos-- en el examen de la naturaleza humana. En esa aplicación radicó parte importante del interés que despierta su obra poética, incluidos los vericuetos más discrecionales o arbitrarios. Pero su historia fue más compleja y se remonta a las adelantadas vísperas del medio siglo en la pasada centuria.Los tramos iniciales del trabajo literario del entonces joven Sarandy Cabrera, a mediados de la década de 1940, hicieron propias (con menos tanteos que facultades para el ejercicio poético) las influencias que estaban al alcance de la mano --directas o con intermediaciones-- en un ambiente que había asimilado con timidez los movimientos europeos de vanguardia. Pero poco después, con una estrategia reflexiva sobre el arte poético acompasada a una praxis sostenida, ya había comenzado para Cabrera un proceso de transformaciones paulatinas que tuvo su período de transición en La furia, serie de tres sonetos escritos con motivo del estallido de la bomba nuclear, y en Poso ´60 , antología con la que cerró la etapa generada en el núcleo de sus tres primeros cuadernos de poesía y, al mismo tiempo, abrió un nuevo ciclo de militancia social y política, en el que se alinearon los libros siguientes. Su militancia políticaPara Sarandy Cabrera, hacia fines de la década del cincuenta, ya abrazada la militancia política en filas de izquierda, "el arte y la poesía [...] no son los productos determinantes de la sociedad, sino subproductos de procesos más hondos que --ellos sí-- importan de manera fundamental y a los cuales todo debe subordinarse". En una línea que procuraba una filiación expresa a Cesare Pavese (a su lema: "antes hombre que poeta"), la elección de Cabrera en los sesenta se podía sintetizar de este modo: "Revolución y literatura por su orden".Pero para llegar a conclusiones tan estrictas y sintomáticas, este poeta de abundante producción había recorrido dos decenios que sacudieron al mundo y comenzaron a dar otra fisonomía a la comarca. Desde el fin de la guerra mundial, la bomba de Hiroshima, la guerra fría y la tensión bipolar, los movimientos insurreccionales en América Latina, la crisis económica de la región, la inestabilidad que fue anegando la extendida clase media uruguaya, contribuyeron a crear condiciones diferentes a las que regían cuando el surgimiento de los jóvenes escritores del "45", generación a la que había quedado adscripto en la historia de la literatura uruguaya. Ya en la puerta de la madurez, poetas como Sarandy Cabrera, con antenas sensibles y curiosidad ávida de conocimiento, de experiencia, con vocación protagónica y pasión desbordada, habrían de someter a la propia obra a cambios e inflexiones que la evolución creadora en las nuevas circunstancias imponían...... Un año antes de que se produjera el golpe de Estado en Uruguay, el poeta pasó a residir en Chile, donde pronto fue derribado el gobierno de Salvador Allende, más tarde recordado de este modo testimonial, como eslabón simbólico de la cadena histórica, en un poema... Su traslado a la Argentina se prolongó hasta 1977 porque los regímenes dictatoriales llegaron también a ese país. Finalmente exiliado en Växjö, Suecia, allí trabajó hasta 1984, fundó un sello editorial (Vintén editor), y publicó traducciones y poemas en atractivas ediciones artesanales de corta tirada. Antes de su regreso al país, estuvo un tiempo en Viena y en el tramo final de su exilio se radicó en Ginebra hasta 1990.Todo ese largo período significó una nueva opción vital y literaria. Sin embargo, el cambio de lenguaje no se produjo de inmediato. Su labor de traductor contribuyó al descubrimiento del género libertino, hasta entonces escasamente transitado. A las versiones en español de textos de Petrarca o Ronsard, se sumaron las que preparó de otros escritores como Edgar Lee Masters, D. H Lawrence, Cecco Angilieri, John Donne y Pietro Aretino. Pero el nexo más importante fueron los epigramas eróticos de Marcial, dados finalmente a conocer, en un estudio comparativo de diversas traducciones, en 1983.Poesía militante y poesía libertina... Si la "poesía militante" de Sarandy Cabrera había estado en sintonía con el tiempo de su producción y circuló con amplitud, incluso en la voz de cantores populares, hasta que fue censurada y prohibida por la dictadura militar, esta nueva tendencia --la de la "poesía libertina"-- con la que volvió consustanciado de Europa, tuvo una receptividad más acotada o discreta en los medios uruguayos, tal vez por motivos de recato --auténtico o no-- y conservadorismo en algunos casos, y también un poco de desconcierto a que suelen dar lugar las propuestas más atrevidas en el ámbito generalizado del país, seguramente por propia idiosincrasia. ... En clave de parodia, de burla o ironía, en palabras que procuran concentrar la fuerza de su impacto, en estructuras discursivas que apuestan a la protesta contra el orden establecido, los "poemas zoológicos" se ejercitan como modelos de diatriba y preparan una identificación del poeta --en un juego de apreciable dramatismo-- con Volusio, el casi desconocido latino que Cayo Valerio Catulo pretendió ignorar con su desprecio y, por eso mismo, hizo pasar a la historia. El fundamento de esa identificación quedó consolidado en el libro siguiente, en cuyo prólogo Sarandy Cabrera reconoció que la figura de Volusio siempre había acicateado su imaginación, hasta preguntarse si acaso no podría atribuirle sus propias poesías. Más que cambio de personalidad o intercambio de identidades, parece darse, en este caso, un proceso de sustitución por supuesta afinidad de destino, con un gesto entre mágico y teatral en el que Cabrera se convierte, por autodiagnóstico, en un nuevo Volusio, sin dejar de ser él mismo. Un lenguaje más ceñido se cierne sobre los Papeles de Volusio. Pero las obsesiones son iguales, en una búsqueda ensimismada, especulativa, de agitación e intransigencia. En un escenario cruzado por evocaciones y crónicas familiares, en un mundo de despojos y espejismos, de exilios, viajes y breviarios, de lástimas y amaneceres, desprecios y homenajes, lecturas que son diálogos y permanente retorno a la poesía ("No nos alcanza la poesía / para leer la vida, / toda la vida / aunque sigamos intentando / y vamos deletreándola"), en ese escenario, como dije en el prólogo a su Obra escogida, el año pasado, nos queda la imagen de Sarandy Cabrera, el poeta, que es también el guerrero sin reposo, dando vueltas a la fuente, con un cántaro que, pese a todo, reflejadas sus luces, proyectadas sus sombras, no se rompe. Su muerte cercana --hace tan pocos días-- ha encendido, una vez más, esa imagen de poeta y de guerrero sin descanso". *La República de Uruguay - 7 de abril de 2005 El polígrafo y el hombre Julio GuillotHace aproximadamente unos ocho años, conocí a Sarandy Cabrera, uno de los más jóvenes representantes de la generación del 45. Había leído parte de su obra poética y tenía alguna referencia de su rica peripecia vital, pero el mano a mano con Sarandy ¬ya fuera en la redacción de LA REPUBLICA o en su casa junto a Inés¬ me reveló una personalidad fuera de lo común. La conversación con el poeta pistola en mano era siempre enriquecedora. En el acuerdo o en el disenso ¬y vaya si habremos discrepado respecto de diversas cuestiones¬ charlar con Sarandy significaba un regodeo intelectual. Se tratara de literatura, de política o de arte, sus apreciaciones agudas solían sorprender por la originalidad del punto de vista, por el descubrimiento de una paradoja o por la sentencia imprevista o ingeniosa. Hombre de vasta cultura, jamás le vi una postura soberbia y mucho menos pedante: sabía ser auténticamente humilde y era capaz de descubrir la riqueza interior de la gente sencilla. Inclasificable en alguna corriente política determinada, tampoco es posible encasillar a Sarandy en escuela literaria alguna. Fue, esencialmente, un transgresor. Más allá de su inocultable sinofilia y de su decidida ubicación en la izquierda, fue incapaz de callar sus críticas y de aceptar ninguna "línea"; creo que en el fondo era un ácrata. Sarandy incursionó prácticamente en todos los géneros literarios y fue, asimismo, un sutil crítico de arte. Paralelamente a su compromiso social y político, Sarandy supo cultivar un fino sentido del humor. Es así que al lado de su poesía comprometida, fue capaz de abordar con singular éxito una poesía humorística y, por momentos, francamente cómica. Sus versos libertinos y procaces, reunidos en un volumen en el que también se incluye una incursión en lo escatológico ("poemas al santo pedo"), son una muestra de ingenio irreverente de la más alta factura. Como no soy crítico literario, prefiero conservar el recuerdo del Sarandy amigo y cálido anfitrión. Jamás olvidaré las veladas en su casa, donde solíamos reunirnos con el pretexto que fuera para leer poesía, contar cuentos, discutir, entre vinos y platos que preparaba con Inés para agasajarnos. En estos tiempos globalizados y posmodernos en que reina la chatura cultural, será difícil soslayar la ausencia de Sarandy Cabrera. Como he dicho, muchas veces me tocó discrepar de algunas de sus temerarias opiniones sobre tópicos diversos. Pero quiero rescatar, más allá del disenso, el valor intelectual y la calidez humana de Sarandy, dos valores bastante devaluados en el mundo de hoy.

La República de Uruguay - 7 de abril de 2005

El intelectual compatriota había nacido en 1923 y dejó un impresionante legado Sarandy Cabrera: poesía pistola en mano A los 82 años de edad falleció el polifacético escritor compatriota Sarandy Cabrera, poeta, crítico, ensayista y colaborador de LA REPUBLICA. Entre los libros de su extensa producción se encuentran Onfalo, 1947, De nacer y morir, 1948, Conducto, 1949, La furia, 1958, Poso'60, 1960, Poemas a propósito,1965, Banderas y otros fuegos, 1968, Poeta pistola en mano, 1970, Los 37 Poemas de Mao Tse-tung (Prólogo), 1974, El Martín Fierro para los niños, Buenos Aires 1977, Gracias y desgracias del santo pedo, 1980, Soneroticón, Ginebra, 1981, Poeta epístola en mano, Suecia, 1982, Puta cicuta, Oporino, Camasutrón, Sonetos a Don Pijote, 1983, Epigramas Eróticos de Marcial, Volver a China, 1986, Poemas zoológicos, Estocolmo, 1985, Tulejos y 44.U.8, Ginebra 1987, Caricaturas en marcha, Apuntes sobre poesía, libertina, Estocolmo, 1988, Del insurrecto, Nomenclatura y apología de la concha, 1989, China en el colapso mundial del leninismo, 1990, Papeles de Volusio, Quimerinos, Oro de la Conquista versus Dólares Deuda Externa, 1994, Puta Cicuta e Intifada, 1996. Cabrera fue además autor de diversas obras políticas, ensayo, novela, cartomancia, (éditas e inéditas). Entre los autores por él traducidos se encuentran Petrarca, Ronsard, L. Médicis, Labé, Lee Masters, Tu Fu, Vapzarov, Mario de Andrade Asís como versión en verso de 164 epigramas eróticos de Marcial, Sonetos Lujuriosos del Aretino y Elegías de John Donne. Como periodista se destacó como colaborador del semanario Marcha (1950-1970). En el mismo semanario fue encargado de la página literaria (1950-1952); fue colaborador del diario El Popular, hasta 1963 y publicó poesía y notas en diversas revistas literarias uruguayas. Se desempeñó como corresponsal en Europa de LA REPUBLICA entre 1988 y l992 para luego formar parte del staff de colaboradores de nuestro matutino desde 1994. También "despuntó el vicio" en el género gráfico realizando agudas caricaturas y fue cofundador de las revistas literarias y de artes plásticas Número, Removedor y Cuestión. y fundó la editorial Vintén Editor. Su nombre también está vinculado a proyectos y dirección de obras de arquitectura.

María De Los Ángeles Orfila: ASIR Y NÚMERO

Historia panorámica de la literatura uruguaya

María De Los Ángeles Orfila: ASIR Y NÚMERO:
Las revistas literarias de dos bandos de una generación


Índice

Introducción

Primera parte
Los cuarentas

Segunda parte
Foto carné I
Propósitos literarios I
Primera etapa (marzo 1948 – enero 1949)
Segunda etapa (abril 1949 – mayo 1955)
La editorial

Tercera parte
Foto carné II
Propósitos literarios II
Primera época (marzo-abril 1949 – diciembre 1955)
La editorial

Conclusión

Fuentes

Bibliografía


Introducción

“No es un secreto para nadie que la gente de Asir jamás ha simpatizado demasiado con la concepción literaria del grupo de Número”, escribió Emir Rodríguez Monegal,
[1][1] uno de los baluartes de la Generación del 45 y de los autores reunidos en torno a la práctica del semanario Marcha y la revista literaria Número (1966: 414). Integrantes de una misma generación, conformaron dos bandos con perspectivas diferentes de la literatura y del mundo: localismo vs. universalismo; campo vs. ciudad; arraigo vs. evasión, entre otras confrontaciones que han sido moneda corriente para la crítica de los últimos cincuenta años, que dependiendo del hacedor, estigmatiza a uno u otro grupo.
Este informe tiene por objetivo desentrañar las aspiraciones programáticas de ambas revistas a la luz de quiénes las dirigían y a quiénes y qué artículos publicaban en cada entrega. Sólo se contemplarán las primeras épocas, es decir, 37 entregas de Asir publicados entre 1948 y 1955; y 27 volúmenes de Número publicados entre 1949 y 1955. Esto responde al interés de acotar la investigación a los primeros años de ejercicio para descubrir las bases del pensamiento y de la práctica; y además, porque en ellas se da el mayor corpus de trabajo.
Se pretenderá como última ambición, dar una respuesta objetiva a lo que otros han podido responder según sus propias inclinaciones o “a ciertas connivencias inevitables” (op. cit. 76): ¿Asir y Número fueron dos polos inconciliables?

Primera Parte - Los Cuarentas

Cuando llegó la década del 40 no existía un público para la literatura fuera del cenáculo de los propios escritores o de los aspirantes a tales. Con la creación de la Facultad de Humanidades y Ciencias se trasladó del boliche al aula, el aprendizaje de diversas disciplinas y se promovió entre los jóvenes el “saber desinteresado”. Hacia 1947, se dio en el medio uruguayo, la aparición de una serie de manifestaciones culturales, calificada por Ángel Rama como “la primera eclosión de revistas […] todas ellas de nítida impronta literaria con muy escasa o nula inquietud por los temas sociales o políticos” (1972: 58).
[2][2]
Como se afirma en el fascículo “Los críticos del 45” (Nº 35) de la colección Capítulo Oriental. La historia de la literatura uruguaya, “hay pues una actualización del Uruguay literario” que respondió a la “cosmopolitización de nuestros intereses” y ante el “a-criticismo de las generaciones precedentes” (1968-1969: 545-546). Más apropiado el panorama, las revistas tuvieron que luchar, de todas formas, para no perecer antes del tercer número editado. Con todo, Asir y Número se convirtieron en sellos editoriales y sobre todo la mercedaria, dio durante varios volúmenes, un lugar destacado a la colaboración de alumnos liceales que ensayaban sus primeros intentos literarios. Ambas organizaron concursos de cuentos para captar jóvenes escritores, que se mantenían en la lista de compradores pero a la vez pasaban a engrosar la de colaboradores asiduos.
La Generación del 45 no estuvo exenta a luchas intergeneracionales: “lúcidos vs. entrañavivistas” fue uno de los enfrentamientos que separó a colegas hasta la enemistad. Carlos Maggi, uno de los directores de Escritura que se consideraba integrante del segundo grupo al que también puede sumársele los escritores asociados en Asir, declaró en una entrevista: “predi[caba] que la importancia de la literatura se encontraba en la entraña viva, en la vida, en la realidad de los hechos cotidianos”. Éstos se oponían a “los enterados, los refinados, los borgianos […] los exquisitos, los que estaban fuera del mundo en que vivían”, los que se encontraban en torno al “centro de poder” (Di Candia, 2004) de ERM y la página literaria de Marcha; y por supuesto, de Número.
Wilfredo Penco en el artículo “Asir y Número: Dos propuestas uruguayas del ‘45”, determina que alrededor de las dos revistas hoy objeto de estudio, “se conformaron grupos de escritores que fueron madurando sus propias personalidades literarias a la luz de un globalizador enfoque colectivo que cada uno contribuyó a la vez a conformar” (1999: 323).
Por su parte, Gerardo Ciancio da una respuesta afirmativa a aquella pregunta introductoria al aseverar que “los dos grupos […] que convivieron […] se enfrentaron como polos de acción inconciliables” (1998: 11). Mientras que ERM las caracterizó como “centros comunitarios” de la generación donde las diferencias se exageraron más en las revistas que en la vida real.

Segunda Parte

Foto carné I

Asir salió a la calle en marzo de 1948 desde Mercedes, Soriano, bajo la dirección de tres profesores de Secundaria: Washington Lockhart, Marta Larnaudie de Klinger y Humberto Peduzzi Escuder. Éste último muere antes del segundo número, aunque se continuó publicando artículos póstumos. Larnaudie dejó el equipo hacia el noveno volumen cuando la revista había entrado a una segunda etapa con la incorporación progresiva de Domingo Bordoli, Líber Falco, Guido Castillo, Dionisio Trillo Pays y Arturo Sergio Visca, quienes la radicaron en Montevideo.
En los casos de Lockhart, Castillo y Visca habían sido colaboradores en las filas de Marcha, además de Falco que también lo fue de Clinamen. Trillo Pays estuvo encargado de la sección literaria del semanario durante un período, después de la radicación de Onetti en Buenos Aires hacia 1942. Bordoli bajo el seudónimo de Luis Castelli había ganado en 1946, el primer premio de un concurso organizado por Marcha con su cuento “La Pradera”. Como se puede observar, en algún momento, las figuras que levantaron Asir participaron de otras publicaciones, pero, a excepción de Falco, nunca lo hicieron en Número.

Propósitos literarios I

“Asir aspira a tener algo de tribuna, algo de cátedra, un poco de periódico y también […] algo de muy íntimo, de bastante poco comunicable, que está desde luego más allá de la lucha”, así expresaba la nota editorial del tercer número de la revista literaria sobre su aspiración práctica (Humberto Peduzzi Escuder. “Nuestra misión”. Asir, junio 1948: 73).
El grupo reunido en torno a la revista mercedaria fue visto como el sector más conservador y tradicionalista de la Generación del 45, motivado por un criterio anticosmopolita y de preocupación por la realidad y literatura uruguayas. Su afincamiento en el interior del país le valió a sus detractores la elaboración del estigma de una revista aislada del intelectualismo y de lo nuevo –tanto en materia literaria, teatral y cinematográfica–. Así, las personalidades de Número, como Manuel A. Claps y Mario Benedetti le ofrecieron las siguientes expresiones: “Asir era provinciana, departamental […] Había un tono suburbano y rural que no tenía mayores proporciones literarias”; “había una cosa campera de segunda mano” (Rocca, 2004).
A propósito de Washington Lockhart, se lo ha visto como el verdadero sostén del grupo al desempeñar múltiples funciones: historiador, ensayista en tonalidad filosófica, crítico literario y book reviewer; además de ser profesor de matemática y director teatral. Esta multiplicidad intelectual fue entendida por Carlos Real de Azúa como la propia de un “fundador de cultura” (1964: 432, tomo 2).
Lockhart también sufrió agravios personales de críticos como ERM, quien lo veía como un “enemigo de la modernidad” al radicarse en una ciudad del interior del país. ERM comentó que el profesor odiaba todo lo que tenía que ver “con la civilización actual de cultura de masas, de tecnificación y planeamiento, de cibernética y automatización […] Ha convertido su provincia en trinchera para luchar contra las invasiones del mundo actual” (1966: 382).[1]
[3]
El programa de Asir nunca se presentó de forma directa sino que se extrae del ejercicio de la revista. Calificativos como nacionalismo, tradicionalismo, espíritu católico, inclinación folklórica no pueden aplicarse con igual intensidad a la primera y segunda etapa (desarrolladas a continuación).
En el volumen uno, Lockhart reivindica
el desasimiento interior como condición necesaria para el surgimiento de una acción más hondamente válida, que, sin descalificar nuestra racionalidad inmediata, en sus significados estables, se estructure, aun reconociendo en la comunicación un estado de soledad, como un modo de más veraz militancia, depurado cada compromiso, con la realidad […] Nuestro propósito no es otro, por lo tanto, que resarcir la sustancia inédita de la verdad, como condensación de esfuerzos originales […] Nuestra palabra quisiera investirse de un acento que la torne propicia para el artista, para el profesor, para el estudiante; para todo aquel, en suma, que sostenga, con la permanencia de su inquietud, una actitud abierta ante las solicitaciones más apremiantes del espíritu. (Editorial Asir, marzo 1948: 3-4).

Y en el octavo volumen agrega:
[…] no podemos olvidar […] que la máxima vigilancia de toda la literatura debe consistir en impedir que decaiga en mera actitud, sumándose pasivamente a un ceremonial cultural ya prescripto, o desertando, ensimismada e innocua, de la militancia a que la obligan su más honda razón de existir (“Al finalizar el primer año”. Asir, abril 1949: 336). [el subrayado es del original]
Algunos de los pensamientos expuestos son contemplados por Real de Azúa en su análisis de la revista. Éste interpretó al grupo de Asir como “la congregación más coherente” cuya calificación favorable se debe a la promoción que le dieron a los nuevos escritores durante la segunda etapa y la última época. El crítico recoge la opinión de Ruben Cotelo quien señaló como rasgos principales la filiación católica, un «cristianismo existencial», la oposición a una visión racionalista del mundo, realización «personalista» del ser humano, trascendentalismo, “superación de la temporalidad y de las barreras del ego” (Real de Azúa, 1964: 437-438). [el subrayado es del original] Real de Azúa comentó los ingredientes de Asir como “una inflexión predominantemente ético-metafísica en Lockhart, religiosa en Bordoli, estético-hedónica en Castillo y más genéricamente existencial en Visca”; con componentes clásicos, medievales e hispánicos en Castillo y orientales en Bordoli. Estas características se manifestaron en un “antiintelectualismo” (Ídem: 439, 441)
[4][4] y en una disposición de “sentidores” con respecto a la literatura.
Se acusó a Asir de poseer un sentimiento de terrofilia expresado en el arraigo y exaltación de lo nuestro. “Una voluntad de residir” [el subrayado es del original] en las cosas, comentó Real de Azúa, que no implicaba la militancia política en los sucesos sociales del momento –“aquí y ahora” (Ídem: 444)– sino más bien, una actitud localista y costumbrista de lo propio del terruño: la rueda de amigos, el mate, el barrio, el pueblo y el paisaje campero.
Muestra de esto, en la décima entrega se inaugura la sección “Cuadernos de notas”, aunque abierta a los lectores, se formó exclusivamente con materiales aportados por Visca, Bordoli, Castillo, Trillo Pays y algunos pocos colaboradores:
[…] Sin necesidad de llevar un diario íntimo – que es tantas veces el desahogo de un malherido narcisismo – hay mucha gente que gusta de apuntar, si tiene tiempo, en un cuaderno, al cabo de la tarde, aquel suceso, aquel pensamiento aquella sensación, que aún vibra en su memoria como el momento más intenso o más hermoso de ese día que ha terminado de vivir […] Nadie duda del interés que despertarán estas notas, si se lograra el documento vivo y espontáneo de lo que piensan, sienten y sueñan, hombres y mujeres de las edades más diversas, en distintos lugares del país […] (Asir, julio 1949: 23).
En el número 10, las notas se destinaron a “imágenes de pueblo” (Mercedes, Villa Colón) y participaron Castillo, Visca, Luis Castelli (Bordoli) y el dramaturgo, poeta y narrador maragato Carlos Denis Molina. En el volumen siguiente, el tema elegido fue “el mar” donde se publicaron los materiales de Héctor Bordoli (hermano de Domingo Bordoli), del poeta duraznense Carlos Puchet, del crítico, ensayista y poeta Gervasio Guillot Muñoz y de Castillo. En el volumen 12, sobre “las esquinas” escribieron Trillo Pays, Líber Falco y Carlos Maggi. Dos entregas después, Castillo, Visca y Trillo Pays publicaron sus notas sobre “los boliches”. En el número 15, sobre “los arroyos y cañadas” escribieron D. Bordoli, Falco y Guzmán Delgado. En los números 23-24, escribieron Gustavo Gallinal y Roberto A. Pons. En el número 36, escribió Marcos Lijteninstein sobre “un aguatero”.
En los números 27-28, en un artículo sin firmar se lee esta defensa de sus intereses: “si bien no creemos que los únicos caminos de nuestra autenticidad literaria radiquen en lo que se llama nativismo, tampoco creemos que el simple hecho de que aparezca en una narración un hombre con golilla y chiripá impida que en ella pueda darse el hecho universal”. (“Algo más sobre el concurso”. Asir: 88). [el subrayado es del original]
A partir de la entrega 16, la sección “Cuadernos de notas” empieza a salir salteada, pero se incorpora la “Página Mercedaria”, inventario de los eventos culturales de la capital de Soriano.
Un poco más de treinta años después, en una entrevista que concedió Visca a Alex de Alava, le otorgó a Asir dos principales significaciones:
[…] se orientó de acuerdo con criterios bien definidos, no fue una mera reunión azarosa de unas cuantas personas, sino que estuvo regida por un grupo bastante homogéneo en sus concepciones generales de la literatura, aunque cada uno tenía sus gustos a veces coincidentes a veces discrepantes… y sirvió para fijar una postura con respecto a la literatura nacional, que le abrió camino a varios escritores y poetas, y que saca una cantidad de números donde hay material de real interés. (“Revisión de revistas”, en Revista Iberoamericana, 1992: 879).
Sin embargo, si contemplamos la opinión de un detractor, el grupo Asir fracasó en su pretendida reorientación nacionalista de la cultura. Para Ángel Rama careció de un “beligerante” espíritu crítico cuyo resultado fue “la acumulación indiscriminada de materiales donde lo bueno y lo pésimo se codeaban sin jerarquías” (1972: 52).

Primera etapa (marzo 1948 – enero 1949)

“Con rostro uruguayo, no parisino” (op. cit. 878), así definió Visca la visión de Asir aunque con exactitud, representa la inclinación del equipo durante la segunda etapa. En los primeros siete volúmenes, se observa una amplia producción de diverso origen – traducidas por sus fundadores – y escasas colaboraciones de autores uruguayos:

- - En el número 1 se publican las siguientes traducciones de Larnaudie: “Remontando los fundamentos de la metafísica” de Martín Heiddeger y el poema “El corazón y su tormento” de Jules Supervielle; y las traducciones de Peduzzi del poema “Insomnio” de O. V. de L. Milosz y un artículo de Jules Laforgue sobre Baudelaire.

- - En el número 2, Larnaudie traduce “Todo igual por otra parte” de Jules Monnerot – artículo sobre la concepción del arte – y el poema “A la escala animal” de Paul Eluard. Peduzzi traduce “Recordando a Knulp” – premio Nobel en 1945 – de Herman Hesse (continúa en los volúmenes 3, 5-9) y una conferencia íntegra de R. Bernard sobre C. Debussy.

- - En el número 3, Larnaudie traduce el poema “Lluvias” de Saint-John Perse; Lockhart traduce el artículo “De Masaccio a Rafael” de Mario Tinti. Por su parte, Peduzzi traduce la totalidad de una conferencia de Paul Valéry sobre Goethe y el poema “El libro de Tel” de William Blake.

- - En el número 4, Larnaudie traduce una pieza autobiográfica de Herman Hesse titulada “La infancia del mago”. Peduzzi traduce el poema “Del color” de Baudelaire. Cipriano S. Vitureira, estudioso de la poesía brasileña, traduce el poema “La cruz del camino” de Castro Alves.

- - En el número 5, se publica un fragmento del libro Francia contra los autómatas de Georges Bernanos. Luis Gil Salguero, filósofo, traduce de Henri Bergson el artículo “La intuición filosófica. Un punto de vista sobre los sistemas e imitaciones de la actitud interior del filósofo”. Adela Moreira traduce “El arte en relación con la verdad” de Algernon Newton. Lockhart traduce “Sobre el cine italiano” de Jean Rougeul. Además, aparece la colaboración especial de Jacques Despres con “Poema” y “En tu alma”.

- - En el número 6, Larnaudie traduce “La poesía pura y el espíritu del mediterráneo” de Wladimir Weidle; y se publica “Las peregrinaciones de un libro” de Eugen Relgis.

- - En el número 7, aparecen “Apuntes sobre Thoreau” de Lockhart; el artículo “El cero y el infinito” de Arthur Koestler, tres artículos sobre “Jean Paul Sartre y la libertad” que recoge opiniones de Henri Hell, Roland P. Cailloris y Vicente Fatone. Peduzzi traduce “Poesía y música” de Percy Shelley.

A partir de la octava entrega, las producciones extranjeras comienzan a mermar hasta su extinción tres números después. Sólo aparece “Situación del hombre” de Sartre, traducido por Lockhart (Nº 8), “Voces de la India” de Relgis, y “Morí por la belleza” de Emily Dickinson, traducido por Larnaudie (ambos en el Nº 9); y finalmente, “La crisis del escritor” que reúne opiniones de Valéry, Sartre, Bernard Shaw y Van Wyck Broocks, traducidas por Peduzzi (Nº 11).
En las entregas citadas, los poetas o narradores publicados eran los mismos fundadores. Larnaudie colaboró con varios poemas y cuentos,
[5][5] algunos inéditos. También fueron reproducidas varias poesías de Peduzzi.[6][6] Las únicas colaboraciones literarias fueron divulgadas en el quinto y sexto volumen. La primera correspondía a Denis Molina, y su poema “Visita a la madre muerta”, con la particularidad de haber sido enviada especialmente a la redacción. La segunda fue el poema “Canción por la que se llora el sinsabor humano y el sabor divino”, de Luis A. Caputi.
Son numerosos los artículos sobre estética, filosofía y pedagogía. Pero sólo hay un artículo de crítica sobre literatura nacional, a cargo de Alberto Zum Felde, llamado “La cuarta dimensión en la actual narrativa uruguaya”,[1]
[7] en la sexta entrega. Éste se debe a la aparición de Nadie encendía las lámparas de Felisberto Hernández, autor que será exaltado en la segunda etapa pero que aquí le vale el comentario de “verdadera novedad en el panorama de la literatura narrativa contemporánea del Uruguay [pero que] sólo puede representar el gusto de una élite” (Asir, noviembre 1948: 251-254). Lo que parecía una revisión del volumen de cuentos se vuelve el puntapié de una discusión acerca de la novelística americana frente a la europea. Zum Felde concluye que lo representativo de América está en la tierra pero que a la vez, es necesaria una renovación estética.
En estos primeros siete ejemplares, se hizo patente aquella incitación que dejó Peduzzi en la nota editorial “Nuestra misión”: “Debemos trabajar…¿Cómo? Acercando lo bello […] difundiendo cultura, no vulgarizándola, pues sería envilecerla” (op. cit 74).

Segunda etapa (abril 1949 – mayo 1955)

A partir de la octava entrega, Asir cambia de fisonomía al renovarse el consejo de redacción constituyéndose un ámbito de mayor amplitud, en el que se incorporan los jóvenes escritores del interior y de Montevideo que ya no pertenecían exclusivamente al movimiento de la Generación del 45. También comienzan a aparecer numerosos artículos relacionados a la literatura uruguaya contemporánea, sobre todo la referente a lo rural o como el crítico Óscar Brando ha dicho, “de pago chico” (2002: 36).
Los nuevos miembros comenzaron a hacerse conocer a través de su obra literaria: Falco publicó “Regreso”, Visca el cuento “Castigo”, Castillo los poemas “¿Dónde están las nieves de antaño?” y “Eres tú mi memoria”, Trillo Pays el cuento “Los olvidados libros de papá” (especial para Asir) y Bordoli, bajo el seudónimo de Castelli, el cuento “La Golondrina”. Cada obra estaba acompañada de una elogiosa nota introductoria escrita por alguno de sus colegas.
Con el correr de los números, siguieron divulgando su obra literaria. Trillo Pays publicó los cuentos “La silla con ropa” (Nº 14), “El gallo Bataraz” (Nº 16-17) y “Aquilino Montes” (Nº 22) y una pieza teatral “La valija perdida. Comedia en tres actos y pico” (Nº 19-20).
Castelli dio a conocer “La voz interior” (Nº 14), “La luz del hogar” (Nº 19-20), “Día de lluvia” (Nº 23-24), “Una madrugada” (Nº 27-28) y “La isla del puerto” (Nº 35).
Castillo publicó “El último delirio” (Nº 15) y “La noche y el agua” (Nº 32-33). Por su parte, Visca colaboró con las narraciones “El carpincho muerto” (Nº 15) y “La borrachera” (Nº 19-20).
Líber Falco publicó una larga serie de poemas en la que se encuentran: “Una noche en Malvín” (Nº 19-20), “Última cita” (Nº 27-28), “Extraña compañía”, “Despedida”, “Lo que fue”, “Luna”, “Ahora”, “Apunte”, “Destino” y “Juventud” (Nº 34).
El equipo de redacción adoptó como maestros al minuano Juan José Morosoli y al español José Bergamín. Este último participó como colaborador con un texto llamado “Mariposas muertas”, publicado en el número 10, con una nota introductoria de G[uido] C[astillo] en la que se lo destaca como “ferviente católico” y como tal “defensor de la libertad del pueblo español” (Asir, julio 1949: 3), además de ser una influencia positiva para los jóvenes. Castillo junto a Visca y otros integrantes de la revista, asistían a sus clases de literatura española en la Facultad de Humanidades, otro punto de divergencia con el equipo de Número. En “De las revistas literarias y otros quehaceres […]”, aparece la tajante respuesta “con Bergamín nosotros no comulgábamos” de Claps. Agregó: “me parecía que estaba en una decadencia muy grande, que estaba agotado” (Rocca, 2004).
En el volumen 19-20, fue publicada una carta de Bergamín a Ricardo Paseyro, un poeta y crítico nacido en Mercedes. En ella elogia su primer libro Plegaria por las cosas, con el afán de darlo a conocer y así “contrarrestar […] toda esa turbia especie de acechantes ofensivas amodorradas con que las medrosas (de miedo y de medrar) patotas literarias y politiqueras, más ignorantes que ignoradas, tratan, efectivamente, de ignorarle”. (Asir, diciembre 1950- enero 1951: 17). (el subrayado es del original). Paseyro nunca publicó en Clinamen o Número; si tampoco lo hizo en Marcha (habría que investigarlo), se podría saber con certeza (aunque cualquier suposición no estaría errada) a quien apunta la acusación.
De Bergamín también aparece un extenso análisis sobre “El lenguaje lírico de la poesía” en los números 27-29 y 32-33; el poema “A Martí” en el volumen especial de homenaje al cubano (Nº 30-31) y el artículo “Cuatro palabras sobre el lenguaje andaluz de Medea” publicado en la 35ª entrega. Sobre Bergamín, Doelia Citera Faroppa publica “Escuchando a José Bergamín”, de tonalidad afectuosa y admirada, a propósito de unas conferencias dictadas en el liceo de Mercedes (Nº 6).
Con respecto a Morosoli, en los números 13 y 18 se publican dos fragmentos inéditos de la novela Muchachos “por suponerla uno de los hechos literarios más significativos de nuestra actualidad”. D[omingo] L[uis] B[ordoli] escribe una nota introductoria donde se lo destaca como “un localista fervoroso” y “el que más conoce a los hombres […] también el que mejor ha comprendido a los vagabundos” (Asir, diciembre 1949: 34-35). Narrador de los pequeños pueblos con sueños y ambiciones a la medida, el grupo de Asir admiraba sus personajes y su estilo. Bordoli también escribió el elogioso artículo “Un mundo novelesco” (Nº 21), donde analiza su obra édita.
El sentimiento de admiración por Morosoli no era compartido por las filas de Número. Consideraban que la literatura rural tenía tendencia a caer en el melodrama y que su ficción carecía de intentos de escapar de la región. Mario Benedetti en su artículo “La obra narrativa de Morosoli” lo asemeja a:

una especie de cronista de su región, de esa tierra que generosamente le brinda tipos, amores, rancheríos, velorios. A la manera de un testigo sin voz y sin voto, ha decidido anotarlo todo con una fidelidad rigurosa, casi excesiva, sin comentarios marginales. Indudablemente, lo imaginativo no constituye su fuerte; de ahí que no se arriesgue demasiado. (Número, 12: 71).

Lo que sí consideraron valedero fue la apertura a los jóvenes escritores, la que sólo en contados casos sucedió en Número. A propósito, Idea Vilariño comentó: “la peña de Asir sí tuvo una enorme influencia y en cierta forma beneficiosa” (Asir, septiembre 1949: 18-19).
La revista mercedaria descubrió a Washington Benavides, Circe Maia, Andersen Banchero y Omar Moreira, por citar los ejemplos más relevantes; además de una amplia gama de inexpertos poetas y cuentistas que participaron de sus páginas a veces como única manifestación literaria. Lo que sigue es una lista (que peca por exhaustiva) de las colaboraciones publicadas, además de datos biográficos y bibliográficos de interés, para descubrir a esa nueva generación, su lugar de origen (la amplia mayoría es del interior pero también se radica en Montevideo) y su actividad literaria anterior:

- - En el número 8, Juan Cunha (nacido en 1910, Florida) publicó el poema en prosa “La hoja que despunta” incluido en Los sonetos humanos (su quinto libro editado) y Walter Peralta (n. 1920, Salto) y colaborador de diversas revistas uruguayas y argentinas, dio a conocer su poesía “Nocturno del miedo”. Se recoge también el cuento “Fuegos Artificiales” de Carlos Martínez Moreno (n. 1917, Colonia), posterior director de Número en su segunda etapa.

- - En el número 9, Carlos Denis Molina (n. 1916, San José) publicó el cuento “El herido”.

- - En el número 10 se publican los poemas “Amor, loco de Alma”, “Tres horas” y “El alma y la poesía” de María J. Iraldi; y el cuento “La danza macabra” de Alfredo Gravina (n. 1913, Tacuarembó), quien ya tenía cuatro libros editados.

- - En el número 11 aparecen los poemas inéditos “¿Quién acecha?”, “Un grupo”, “Lo inaudito” y “Desbordando la Forma” de María Adela Bonavita (n. 1900, San José, f. 1934, Montevideo). D[omingo] L[uis] B[ordoli] le otorga este comentario: “a salvo de las confrontaciones literarias, y también casi al margen de todos los problemas, su voz ha nacido sin maestros y se ha callado sin imitadores” (Asir, septiembre 1949: 18-19). En 1928 publicó su primer libro. También se divulga “El antifaz” de Leonel Rey, un estudiante de 20 años, del cual no existen datos en el Nuevo Diccionario de Literatura Uruguaya, 2001, por lo que cabe pensar que no ejerció una actividad significativa en la literatura nacional. De Zelmar Ricetto (n. 1909, Lavalleja) aparece “Sonetos de las Sierras” y ya tenía un libro de poesía editado. De narrativa, se publica el cuento “Querencia” de Eugenio Martínez “nuevo cuentista minuano” sobre el que tampoco hay datos en el Nuevo Diccionario…y sólo se recoge una opinión de Juan José Morosoli (ya suficiente): “conoce el campo y sabe mostrarlo. Sus relatos son frescos, directos. Sin alardes literarios él muestra sencilla y vivamente hombres, animales, paisajes. Sus creaciones tienen una gracia de cosa espontánea, natural, inocente y veraz” (Ídem. 36); las mismas características de la obra del maestro y de la literatura que gusta el equipo. Además, se publica un fragmento inédito de Don Juan, el Zorro de Francisco Espínola, del que Visca dice: “es, entre los escritores uruguayos vivos, el que actualmente ejerce en nuestros jóvenes escritores mayor influencia […] Paco se mueve de pronto en medio de una ancestral sabiduría” (A[rturo] S[ergio] V[isca]: 22-23). Por último, aparecen fragmentos ya éditos de “El vestido blanco”, “El caballo perdido” y “Por los tiempos de Clemente Colling” de Felisberto Hernández.

- - En el número 13, publica Sarandy Cabrera sus poemas “De tanto olvido, mujer”, “Mundo doméstico” y “Dios del tiempo, hijo”, quien participó de las filas de la revista como en Número, hasta que finalmente se incorporó a la montevideana como director gráfico. También aparece Raúl Paravís con “Siento en los labios un sabor antiguo”, joven de 20 años, conocido por su seudónimo Santiago Chalar. En narrativa, María Inés Silva Vila (n. 1926, Salto) publica “Mi hermano Daniel”. Ella había sido destacada en el concurso de cuentos de Asir, con “La mano de nieve” y en 1946, había ganado el tercer premio en Marcha, con “El espejo de dos lunas”.

- - En el número 14, Pedro Picatto publica I (“Cielo robado a lo imposible”), II (“Yo tenía”), III (“Hay horas”), IV (“Cuando esta red de sombras que no entiendo”), VI (“Cuánto esplendor de dalia asesinado”), VII (“Alguien”) y IX (“Tú, desdoblada cinta al aire”). Por otra parte, de Sebastián A. Peñasco (n. 1914, Montevideo) se publican los poemas IX (“Miro el aire que te nombra”) y XV (“Todo más claro, sí”). Fue crítico de música y teatro en El Diario, Escritura, Marcha y otras publicaciones. Del género dramático aparece “Los álamos de mi ventana” de C. Denis Molina y del narrativo, “El potrero” de Andrés Vera (no tengo datos).

- - En el número 15, Ida Vitale, perteneciente al grupo de Clinamen, publica “Poema” y “Los pájaros” (inédito). G[uido] C[astillo] comenta al respecto: “hay tanto de noche oscura e inocente en los versos de Ida Vitale, como de memoria luminosa” (Asir, junio 1950: 36). Juan Cunha colabora con unas coplas inéditas. También aparece Julio C. da Rosa (n. Lavalleja), un rescatado por el grupo Asir, con su cuento “Juan Velorio”. Destacado por seguir la línea de Morosoli y Eugenio Martínez.

- - En los números 16-17, se imprimen de Ricardo Paseyro (n. 1926, Soriano) “Poema del sueño” y “Poema de las líneas de agua”; y de Alfredo de la Peña (n. 1927, Montevideo) el poema “Entonces”. De narrativa se publicó “La seca” de Gravina, “Cachila” de José Pedro Amaro (n. 1927, Flores), ganador del segundo premio del concurso de la revista con “El matecito”; y “Julio Rosales” de Héctor M. Almada, un desconocido de 27 años y que no aparece en el Nuevo Diccionario…

- - En el número 18, Alfredo Morosoli (hermano de Juan José), miembro del conjunto independiente “Teatro del Pueblo”, publica su poesía “Heredad”. De Wilda Belura – esposa de Juan Cunha – aparece la poesía “Árbol”. Por otra parte, de Alejandro J. Lerena (n. 1921, Montevideo) se presenta una pieza en un acto llamada “Pongámonos de Acuerdo”, que obtuvo el primer premio en el concurso de obras de un acto organizado por el conjunto teatro independiente “El Tinglado”. Aparece también el cuento “La tormenta” de Argentino V. Gómez (desconocido) que le valió el segundo premio en el concurso de cuentos de la Intendencia de Paysandú.

- - En los números 19-20, se publica “La creación”, poesía de Peñasco y aparece por primera vez, el poeta joven Washington Benavides (nacido en Tacuarembó, donde residía), descubierto por Asir, con I (“Me da una pena”), II (“Y te dirán de mí”) y III (“La primavera, envía florida propaganda”). De narrativa, se publica “Corderitos” de Juan Mario Magallanes (n. 1893, Florida), con motivo de su fallecimiento (había editado cinco libros); “Botines viejos” de Héctor M. Almada y “Chacarero” de Julio C. Da Rosa.

- - En el número 21, de la Peña publica las poesías “Decían” y “Fragilidad”. Aparece el desconocido Luis V. Sosa con I (“Tienes tan adentro mis manos”). De Juan Carlos Onetti se publica el capítulo “Naturaleza muerta” de La vida breve, donde Visca ve expresada la madurez del autor. Finalmente, Julio C. Da Rosa publica el cuento “Bolichero”.

- - En el número 22, José Pedro Amaro publica el cuento “El comisario”.

- - En los números 23-24, del género lírico se publicó de Clara Silva (n. 1907, Montevideo) “La realidad es vil”, de Benavides, II (“Porque en el patio tienes calladas amapolas”) y “Retrato”; del desconocido Leandro Ocampo, “Secreto” y de Enrique Lentini (no hay datos en el Nuevo Diccionario…) “Preludio” y “Aria”. De narrativa aparece “Vida Loca” de Domingo Arena (n. 1870, f. 1939, Calabria-Montevideo), quien había sido director de El Día; “Carbonero” de Julio C. Da Rosa (n. 1920, f. 2001); “Agua de más” de Ruben P. Pastorino, de 20 años, desconocido; “La casa” de Carlos María Martínez (n. 1918, f. 1969, Sarandí Grande-Montevideo); y “Mañana es domingo” de Selva Márquez (n. 1899, Montevideo), fragmento de una novela inédita. Márquez había ganado el primer premio de Asir con “El daimón de la casa López”.

- - En los números 27-28, Benavides publica “Árbol mendigo” y I (“Mas, de razón y corazón, cadena”). Carlos Flores Mora (n. 1928, Montevideo) publica “Oh, derrotado Héctor”. Julio C. Da Rosa aparece su cuento “Loco” y Eliseo Salvador Porta (n. 1911, Artigas) con “El padre”.

- - En el número 29, de poesía se publica “De la rosa” de Ethel V. Montiel y “Fotografía” de Pablo Aurelio, ambos desconocidos. También aparece la primera colaboración de Circe Maia (n. 1932, Tacuarembó) “Hice el silencio en derredor” y la primera de Andersen Banchero (n. 1925, Montevideo), el cuento “Leonor”. Banchero había obtenido menciones en el concurso de la revista por “Los Payró” y “La cortina”. De la Peña publicó “Un cuento sin concluir”, C. M. Martínez “La estación de los pájaros” y Saúl Pérez (n. Treinta y Tres) “El viejo”, quien había ganado una mención en el segundo concurso de Asir.

- - En los números 32-33, aparece “Padre Vallejo” de Ida Vitale, “Pantanoso” de Erwin Álvarez (no hay datos), “Las viejas retretas domingueras de Treinta y Tres” de Julio C. Da Rosa, “Máscara suelta” de Andersen Banchero; y “Carta para Sinda” de Selva Márquez.

- - En el número 34, se publica “La casa perdida” de Julio Rossiello (n. 1928, Florida), “El monte” de Ruben P. Pastorino; y “La estancia sola”, fragmento de la novela Con la raíz al sol de Eliseo S. Porta (publicada por la editorial Asir).

- - En el número 35, Benavides publica I (“Yo tuve mi cabeza”), II (“Esta escoba no debe pensar sino en el polvo”), III (“Sí, la ventana azul”), IV (“Ando en el aire con noche”), V (“Siembra en el mar”), VI (“Y si al fin de la fiesta”), VII (“No finjas, estás despierto”) y “Un cariño”. Aparece “Gente de por allá” de Alfredo de la Peña y “Demetrio” de Omar Moreira (n. 1932, Durazno).

- - En el número 36, Adán Marín publica “Un ferrocarril a San Cono” y Julio C. Da Rosa, “Jaulero”. En poesía, de Ricardo Paseyro se imprimen “Esta mujer”, “Poema de la soledad”, “En Montparnasse”, “Reloj vacío”, “Para la música”, “Para una figura de Leonardo”, “El costado de fuego” y “Ser y no ser”.

- - En el número 37, aparecen los cuentos “El corbata” de Omar Moreira y “Todas las tardes” de Aldo Cánepa (Montevideo, 1928) que compartieron el primer premio en un concurso organizado por el Instituto de Profesores “Artigas”. También se publica “Recuerdos de Treinta y Tres: un camino” de Julio C. Da Rosa y los poemas “Donde había barrancas”, “Firme y seguro amor”, “Interferencia” (inéditos); “Los remansos”, “De abril”, “Pronto se irá el invierno”, “No aquella eternidad”, “Anoche en el campo” y “A las tres de la tarde”, de Circe Maia.
Durante la segunda etapa se multiplican los artículos relacionados a la comprensión y actualidad de la literatura nacional. De ellos se pueden extraer las nociones de literatura y arte que son pregonadas en la revista, así como aquellas expresiones que son rechazadas.
¿Qué puede hacer el escritor en estos tiempos? El pobre infeliz anda mareado y atónito […] Es verdad que existen escritores que se sienten adversarios de su época, pero la mayor parte de ellos sólo saben arrojar salivazos, palabrotas y otras inmundicias […] El escritor […] está enfermo de inteligencia, de desdichada sensatez, de funesto sentido común (op. cit.: 2).
así comenta Guido Castillo en “La Literatura y Nuestro Tiempo” (Nº 11), un análisis sobre la figura del intelectual:
[8][8] vanidoso y vicioso, no respeta la verdad, sin naturalidad ni gracia, rechazado por el público o tomado por él para entorpecerse. El “empaque” académico o intelectual “cambia por gacelas y cervatos las liebres y avestruces de nuestra campaña, y por almendros y abedules los tan manifestadamente conmovedores espinillos de nuestros arroyos” (Rodrigo Ruiz. “Nuestros problemas literarios”. Asir, julio-agosto 1950: 9).
En “Narrativa uruguaya 1949” (Nº 13), Visca propone la lectura de tres novelas: Gaucho Tierra, de Montiel Ballesteros; Macadam, de Gravina; y El habitante, de José Pedro Díaz. En ellas destaca la forma de sentir lo nuestro, imprescindible para hacer una literatura autóctona o nacional, independiente de la tradición europea:
existen temas, hombres, paisajes y cosas que nos son propios, que deben constituir el motivo de nuestra narrativa […] Para dar el alma de nuestra tierra, no le ha sido necesario al escritor buscar lo típico, ni siquiera lo dramático, sino que le ha bastado estar atento a lo cotidiano (diciembre 1949: 19-21).
Sin embargo, hay temas que pertenecen a la realidad de nuestro medio y que deben quedar por fuera de la literatura nacional pues contribuyen a construir una mala literatura: alcoholismo, prostitución, sexualidad y viveza criolla. Visca reniega de ellos en la medida en que se los considera mitos literarios. El crítico comenta: “la literatura se convierte así en una activa propagandista de cierta industria nacional, y Florencio Sánchez, por ejemplo, gracias a este mito, debe gran parte de su popularidad más que a su obra a su alcoholismo”. Sobre la sexualidad, agrega un comentario irónico que despierta sonrisas: “su acción típicamente autoctonista se revela en algún idílico aparejamiento de alguna china y un gaucho en algún aromado trebolar” (“Literatura y nacionalidad”. Asir, abril 1954: 13-14).
Eliseo S. Porta, en el artículo “A propósito de una nueva literatura autóctona” (Nº 36), apunta a la recuperación de la literatura nacional a través del exterminio de los estereotipos que le han impuesto a la literatura rural: aislamiento intelectual, desventuras del peón contra el patrón autoritario; entre otros. Señala que son necesarias odres nuevas, pero también nuevo vino; pero sin recurrir por ello a temas foráneos, sino redescubrir el alma de lo nuestro: “¡la helada se alzó con el viento! Que el escritor nacional aprenda cuanta tragedia humana cabe en esa frase” (octubre 1956: 55).
Otros artículos sobre literatura nacional son: “Hacia una literatura nacional” de Washington Lockhart (Nº 15), “Los actores, el teatro y la literatura” de C. Martínez Moreno (Nº 16-17), “Reflexiones sobre los concursos oficiales” (Nº 18) y “Remuneraciones a la labor literaria, 1949” (Nº 19-20) ambos de Trillo Pays; “Berro” de Luis Pedro Bonavita (Nº 22); “El humorismo de Wimpi” de Lockhart y “Un representante de nuestro clasicismo” de Visca (Nº 32-33).
A partir de los volúmenes 19-20, se agrega la sección Entre libros nuestros, donde se hace, dependiendo de quién es el destinatario, una crítica elogiosa, constructiva o devastadora. Por ejemplo, en el comentario a Esta mañana de Mario Benedetti, quien firma con el seudónimo A. B. C., le recrimina estar influenciado por la literatura foránea “que hace que el autor no [tenga] voz propia”. Sobre los cuentos “Esta mañana” y “El presupuesto” señala que “nos dan la sensación de que también son tema un poco importados; de muy débil arraigo” (julio-agosto 1950: 23). En cambio, en el comentario a El rapto y otros cuentos de Francisco Espínola, se reafirma que “este gran novelista maragato, es indudablemente entre los escritores vivos de significación, el más famoso e indiscutido de nuestro país” (G[uido] C[astillo]. Asir. Nº 21: 51).

La editorial

La editorial Asir publicó los siguientes títulos:

- - 1952: Cuesta arriba (cuentos) de Julio C. Da Rosa.
- - 1953: Con la raíz al sol (novela) de Eliseo S. Porta.
- - 1953: Lloverá siempre (novela) de Carlos Denis Molina.
- - 1955: De sol a sol (cuentos) de Julio C. Da Rosa.
- - 1956: Tiempo y tiempo (poemas) de Líber Falco.
- - 1956: Poesías (poemas) de Ma. Adela Bonavita.
- - 1959: El poeta (poemas) de Washington Benavides.

No hay en esta lista ninguna sorpresa. Fueron beneficiados aquellos que habían colaborado con la revista.

Tercera Parte

Foto carné II

Número comenzó a salir en marzo-abril de 1949 en Montevideo, bajo la dirección de Manuel A. Claps, ERM e Idea Vilariño que provenían de Clinamen. Desde la novena entrega (julio-agosto 1950), se incorpora al consejo editor, Mario Benedetti, al cerrar su revista Marginalia. En la segunda época se marchan ERM y Vilariño y se integran Martínez Moreno y Benito Milla. Críticos como Real de Azúa (colaborador en alguna oportunidad de la revista), han visto a este equipo sin la consistencia que caracterizó al de Asir, al manifestarse reyertas internas. A propósito de esto, Vilariño comentó en “De las revistas literarias y otros quehaceres…” que
Sarandy [Cabrera] nunca tuvo que ver con nosotros intelectualmente. Colaboraba en Asir y lo habíamos llamado […] para que hiciera la parte gráfica […] En cierto momento, hubo una polémica frenética entre Asir y Número y él se declaró incómodo porque estaba en los dos frentes. Pidió que para quedarse teníamos que ascenderlo a director gráfico. De hecho no venía a las reuniones nada más que para discutir, sus trabajos carecían del nivel de exigencia normal de la publicación (Rocca, 2004).

Propósitos literarios II

Se ha visto a Número como un desprendimiento de Clinamen. Ésta, también se inclinaba a las letras europeas (sobre todo a las francesas) y a la literatura argentina (Macedonio Fernández, Carlos Mastronardi, entre otros), más cosmopolita que nacional. Por otra parte, en Marginalia, la que no tardó en desaparecer, pesaban los gustos literarios de su director. Así se publicó un número especial dedicado a Goethe y las traducciones de dos parábolas de Kafka –“la primera transcreación uruguaya”– (Rocca, 1992: 68).
En “Los críticos del 45” se examinan los principios de la actividad crítica de ERM, que pueden extenderse a los de Número:[1]
[9]

- - “utilización del mismo patrón crítico para las letras nacionales y las extranjeras”;
- - “recuperación de la tradición literaria nacional y americana, que debe ser revisada y revalorada”;
- - “incorporación a nuestro mundo cultural de la producción extranjera”;
- - “recuperación del lector, orientación, guía del mismo” (op. cit. 547).
Conciliación de lo americano con lo universal y atención del momento del país, pero también del mundo, fueron los principales postulados que defendieron desde la primera editorial:
Si estas páginas recogen con cierta insistencia textos, importantes o modestos, que enfoquen los problemas del arte y del pensamiento contemporáneos; si ellas ofrecen alguna vez un planteo que trascienda lo meramente literario o filosófico, y fijan su atención en el suceso de la hora; si ellos alternan la producción nacional y extranjera con deliberada prescindencia de nacionalismos; si ellas reiteran firmemente un doble concepto de creación – poética e intelectual – no piense el lector que obra el azar. Hay una intención, un sentido, una actitud que vinculan esos hechos (marzo-abril 1949: 3).
Opuestos a las motivaciones de Asir, los propósitos de la cuadriculada encerraban una cosmovisión diferente de la literatura y de las circunstancias históricas: “de tipo moderno, intelectualista, individualista, laica, de izquierda liberal, civilista, antitradicional”, como la caracterizó Real de Azúa (op. cit. 475). Las inclinaciones políticas se hicieron más marcadas hacia la segunda época, al comenzar la turbulencia política nacional e internacional de la década del 60. Aquel crítico también identificó como modalidades de acción y actitud “el rigor valorativo, la voluntad de lucidez, la curiosidad presentista y el interés por la novedad, la ilimitación geográfica y lingüística de sus admiraciones y sus gustos, la proclividad al ejercicio crítico, la conciencia intensa del específico fenómeno literario, la desconfianza por la pasión, y la rabiosa anticursilería y el gusto por la independencia personal” (Ídem). [Los subrayados son del original]
Como explica Pablo Rocca en “Marcha, las revistas y las páginas literarias (1939-1964)”, el consejo de redacción estaba en contacto con revistas culturales europeas y norteamericanas, como Les Temps Modernes, Critique, La Nouvelle Revue Françoise, Horizon, Time y New Yorker, pero también la argentina Sur y la mexicana Cuadernos Americanos, con las que consumían las nuevas tendencias literarias y artísticas. Rocca entendió que Número tuvo que enfrentarse a un medio que sufría de “esclerosis cultural, provincianismo, ausencia de editoriales, mínimo rigor crítico”, y su tarea primordial fue conseguir “la modernización de la literatura nacional y la difusión ajustada de las letras del mundo” (1996: 34). Por su parte, Brando reconoció que por más virtudes que haya tenido el grupo, “una lucidez paralítica” le impidió “asumir el papel director para el que parecía llamado” (2002: 37).

Primera época (marzo-abril 1949 – diciembre 1955)

“Número […] es un término familiar y además representaba la intención de poner cierto orden, cierta medida y rigor en todo el caos de la literatura de esa época”, comentó Claps, responsable del nombre de la revista (Rocca, 2004).
La cuadriculada se instaló en la línea de la página literaria del semanario Marcha con un equipo e intereses similares. Según ERM:
la página literaria de Marcha se ocupó entonces en divulgar ampliamente ciertos puntos de vista y difundir algunos valores entre un público más general y por lo tanto menos preparado; Número se especializó en estos mismos temas y los encaró con un mayor rigor científico. Se orientaba, naturalmente, a un público más fogueado (op. cit. 45-46)
o cabría decir, un público más especializado y culto como sus hacedores.
En sus páginas ejercieron un amplio rol, la crítica literaria y la atención a temas filosóficos. Llenaron sus páginas las colaboraciones originales que les destinaban renombradas figuras de habla hispánica, como también inglesa y francesa, especialmente traducidas:

- - En la 1ª entrega, Alfonso Reyes acompañaba con “Presentación de Grecia” y Vilariño y ERM tradujeron “Crimen en la Catedral” de T. S. Eliot, para el Teatro del Pueblo de Montevideo (continuada en los Nº 2 y 3).

- - En la 3ª entrega, se publicó de Albert Camus, “El crimen y el absurdo”, “Para una discusión sobre la novela en América” de E. Anderson Imbert; y “Sobre la génesis del Fausto” de Georg Lukacs.

- - En la 4ª entrega, se imprimió “Presentación de A. Barea” de Guillermo de Torre, “Tierras de pan”, un capítulo inédito de Arturo Barea, “Copla de los tres perdedores. Del bajo Takoma” de Juan Ramón Jiménez (dedicadas a Idea Vilariño); y “La influencia de Poe en Quiroga” de J. E. Englekirk.

- - En la 5ª entrega, apareció “La asimilación del pasado” de Karl Jaspers, el cuento “Ese otro, ¿quién es?” de Mary Mc Carthy, traducido por América Moro, “Crisis del cuadro-objeto” de Hans Platschek, “¿Muerte de la literatura?” de Roger Caillois.

- - En la 9ª entrega, Gunther Schnapp tradujo “En la colonia penal” de F. Kafka y Pedro Salinas publicó “Jardines, éste y aquél”.

- - En las 10ª y 11ª entregas, se publicó de Ernesto Sábato “Trascendencia y trivialidad del surrealismo” y “Necrología” de Bertrand Russell.

- - En la 12ª entrega, ERM tradujo “Los libros de notas” de Henry James, Vilariño tradujo también “Dessaignes – Polidoro” de George Ribemont; y se publicó el cuento “Magia” de Katherine Anne Porter.

- - En las 15ª, 16ª y 17ª entregas, Arturo Barea publica “Federico García Lorca”, un capítulo inédito de El poeta y el pueblo (continúa en el Nº 19), ERM tradujo el cuento “Matanza de un elefante” de George Orwell.

- - La 18ª entrega, de homenaje a Pedro Salinas, contó con la participación de Jorge Guillén con “Profesión y Oficio” y con dos textos de Salinas: la obra teatral inédita “Ella y sus fuentes” y “Don Luis de Góngora o la exaltación poética de la realidad”.

- - En la 19ª entrega, se publicó el cuento “El hijo de su amigo” de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares y una nota sobre “Virginia Wolf y Née Stephan” de George Pendle.

- - En la 20ª entrega, apareció la pieza teatral “Retrato de una madonna” de Tennessee Williams, “Sobre Pedro Salinas” de Jorge Guillén; y los poemas “Si tu t’imagines”, “Tant se sueros humaine” y “Le houvre de Grace” de Raymond Queneau, traducidos por Vilariño.

- - En la 21ª entrega, Juan Ramón Jiménez colaboró con “De mi ser natural”; y se publicó “Discusión sobre la filosofía del lenguaje” de Benedetto Croce y Karl Vossler, traducido por Hernán Rodríguez Masone.

- - En la 22ª entrega, se publicó el cuento “El expediente” de José Bianco.

- - En la 25ª entrega, se imprimió “Odas elementales” de Pablo Neruda; “Ontología de la poesía” de Marcel de Corte, traducido por Claps; y “Trópico de Capricornio” de Henry Miller, traducido por Vilariño.

- - En la 26ª entrega, se publicó “Imagen de la infancia” de Manuel Rojas, “La literatura de ficción científica” de Einar Barfod; y “El parecido” (escena dramática) de Salinas.

- - En la 27ª entrega, aparecieron varios sonetos inéditos de Queneau, el cuento “Los Donguis” de Juan Rodolfo Wilcock y el libreto cinematográfico “Soldado y Criada” de Cesare Zavattini y Luis García Berlanga.

Como se puede apreciar en esta lista, que no contempla las reseñas bibliográficas, la referencia a literatura latinoamericana fue menor que a la europea o anglosajona; por lo tanto, la expresión de Claps “nosotros pretendíamos hacer una revista más universal, abrirnos a América y al mundo todo” (Rocca, 2004), no se cumplió en su totalidad, por lo menos en la primera época.
En oposición a la apertura de Asir a la generación joven de escritores, la montevideana no estuvo atenta a ella. Tampoco estuvo abierta a incluir a las generaciones anteriores al 45, que en la mercedaria también participaron: “la característica era ignorarlos […] los del quince o del treinta eran nuestros padres o nuestros abuelitos que nos podían gustar, si acaso, en forma parcial”. Con todo, le dedicaron un volumen triple (6-7-8) a la Generación del 900, a raíz de que “nos parecía una generación importante a la que había que evaluar” (Ídem), según Claps.
Los miembros del equipo de redacción promovieron sus obras literarias desde las páginas de Número. Idea Vilariño publicó: “Poema con esperanza”, “Los cielos”, “Paraíso perdido (2º versión)” en el Nº 2; “El desdén”, “La luz” y “Abandono y fantasmas” en los Nº 10-11; y de Nocturnos, “Una vez”, “Nadie”, “Cómo era”, “Soledad” y “Pasar (2º versión)” en los Nº 23-24. Por su parte, Sarandy Cabrera publicó: “Tiempo, infancia perdida, paraíso”, “Persisto destruyéndome” y “La amenaza del tiempo” en el Nº 1; “La conducta”, “Dolor sobre los cuerpos” y “Caja de huesos” en los Nº 15-16-17; y “Acceso al mundo” en los Nº 23-24. De Mario Benedetti publicaron en el Nº 5 “El presupuesto”, antes que ingresara al equipo; y luego, el cuento “La guerra y la paz” en los Nº 15-16-17; “Ustedes, por ejemplo” (acción en un acto) en los Nº 23-24; y el cuento “Puntero izquierdo” en el Nº 26.
La lista de los escritores uruguayos que publicaron en Número se recorta a unos pocos nombres en comparación con aquella extensa de Asir:

- - Mario Arregui (n. 1917, Montevideo) publicó los cuentos “Noche de San Juan” en el Nº 3; y “El gato” en el Nº 20.

- - Carlos Brandy (n. 1923, Montevideo) colaboró con tres poemas: “Mil novecientos cincuenta y cinco”, “Estar en el tiempo” y “Tristeza” que aparecieron en el Nº 27.

- - Juan Cunha, quien había publicado en la mercedaria y era corredor de avisos de la cuadriculada, colaboró con “A pesar de todo”, “A favor de cierta lágrima”, “Poema ciego” (fragmentos) y “En el bosque de la bella durmiente” (frag.) para el Nº 3; “Noviembre 2 Festival” para los Nº 13-14; y “Madrigal” para el Nº 22.

- - Por su parte, Carlos Denis Molina (también colaborador de Asir) publicó la pieza dramática “Orfeo” en los Nº 3, 4 y 5; además del cuento “Lloverá siempre”, en los Nº 13-14.

- - Del poeta Líber Falco aparecieron los poemas “La moneda”, dedicado a Denis Molina y “Momentos”, dedicado a “D. B.” (¿Domingo Bordoli?) en el Nº 5, siendo la única vez en que un miembro de Asir participó de la revista.

- - Silva Herrera (n. 1927, Montevideo) colaboró con XXIV (“No tenemos otro tiempo que vivir”) y XXV (“Esta mano”) para el Nº 26.

- - Jacobo Langsner (n. 1927, Rumania) colaboró con “Los ridículos” (acto único) para el Nº 12.

- - Adán Marín colaboró con el cuento “Luisa” para el Nº 21.

- - Carlos Martínez Moreno publicó los cuentos “Los sueños buscan el mayor peligro” en el Nº 10-11 y “La última morada” en los Nº 23-24. Colaboró con “Notas al pie” (apuntes) para el Nº 13-14.

- - Se publicó “Yo tenía una voz” de Humberto Megget en el Nº 12.

- - De H. A. Muñiz, desconocido, apareció el cuento “Calle del Mercado Viejo” en el Nº 4.

- - De Juan Carlos Onetti se publicó “El Señor Albano” en el Nº 2, fragmento de La vida breve.

- - Alejandro Peñasco publicó la pieza teatral “Calipso” en el Nº 9.

- - Héctor Plaza Noblía (n. 1924, Cerro Largo) publicó “La clave perdida” en los Nº 15-16-17.

- - De Omar Prego Gadea (n. 1927, Florida), quien obtuvo el primer premio del concurso de cuentos convocado por la revista con “Inocencia”, se publicó “Parque Rodó” en el Nº 25.

- - De Horacio Quiroga se publicó “De la vida de nuestros animales” en el Nº 27.

Son pocos los artículos de crítica o análisis de la literatura nacional, aun también en las reseñas bibliográficas. Se destacan dos de ERM, “Otra forma de rigor I” y “Otra forma de rigor II”, en donde se contempla la obra de Luis Castelli y de C. Martínez Moreno, en los Nº 9 y 15-16-17, respectivamente. Sobre el primero, comenta que le adolece una mala construcción del tema que no se adecua con la composición, problema que se extiende a la narrativa uruguaya del momento:
se insiste demasiado en el cuento breve, que exige una maestría técnica impecable, un arte verbal depurado como el de un Borges o un Paulhan. Se malogran asuntos de novela en breves relatos que devoran su propia substancia, dejando intactos los temas; que sólo ofrecen el esqueleto completo (julio-agosto 1950: 432).
Para hablar de Martínez Moreno, en cambio, lo postula como “el mejor narrador (id est: el más denso, el más maduro, el más hábil) de la nueva promoción uruguaya” (Nº 15-16-17: 366).
En un artículo llamado “Sobre la tradición”, sin firma, que aparece en el Nº 5, se reniega de la tradición literaria nacional que Asir había enarbolado, para elegir la que viene desde afuera:
(No, no descendemos sólo del poeta Bartolomé Hidalgo o de las lamentaciones del indio Tabaré; descendemos también del dulce Virgilio, del desvelado Montaigne, como supieron – y qué bien – José Enrique Rodó, Horacio Quiroga y Julio Herrera y Reissig). Esta toma de posesión (y de conciencia) de nuestra realidad intelectual obliga, por una parte, a prescindir de toda superchería nacionalista, de toda condescendencia cómplice, de todo perezoso estancamiento en formas que nuestro pasado nunca integró totalmente y que por eso mismo son más estériles para nosotros que las de una tradición lejana. (Y en ese sentido es más nuestra, más vital, la caudalosa ficción de la Odisea que el fatigoso rimar de Los tres gauchos orientales) (369)
por el contrario, resaltan las figuras de Rodó, Quiroga y Herrera y Reissig, por no haberse asimilado a la rutina literaria praderas y gauchos.

La editorial
La revista Número editó los siguientes libros:

- - Aspectos de la literatura gauchesca (ensayo), de Jorge Luis Borges.
- - Batlle y Ordóñez y el positivismo filosófico (ensayo), de Arturo Ardao.
- - Quién de nosotros (novela), de Mario Benedetti.
- - Sólo mientras tanto (poesía), de Benedetti.
- - Conducto (poesía), de Sarandy Cabrera.
- - Objetividad de Horacio Quiroga: con textos inéditos (ensayo), de ERM.
- - Triple tentativa (poesía), de Juan Cunha.
- - El rapto y otros cuentos, de Francisco Espínola.
- - Nuevo sol partido, de Humberto Megget.
- - Un sueño realizado y otros cuentos, de Juan Carlos Onetti.
- - Diario de viaje a París, de Horacio Quiroga (presentación y notas de ERM).
- - José Enrique Rodó en el 900 (ensayo), de ERM.
- - Nocturnos (poesía), de Idea Vilariño.
- - Paraíso perdido (poesía), de Vilariño.
- - Por aire sucio (poesía), de Vilariño.
- - Noche de San Juan (cuentos), de Mario Arregui.
- - Calipso (teatro), de A. S. Peñasco.

Llama la atención en este inventario, los nombres de Francisco Espínola y Mario Arregui, ajenos a la línea de Número; por lo demás, los miembros de la revista y algunas amistades fueron las beneficiadas.

Conclusión

Asir y Número ofrecieron dos programas y dos miradas distintas de la literatura pero cuyos resultados se complementaron. Miembros de una misma generación, plantearon las inquietudes de la juventud y fueron su campo de acción hasta su madurez. Polos distintos, sí; pero inconciliables, no. Colaboradores y temas se solaparon más de una vez; y por más de tener intereses diferentes, un mismo espíritu las estimuló a ambas: la renovación de la literatura. La Generación del 45 no puede dejar de ser estudiada a la luz de estos modelos literarios que construyeron, de forma planificada o azarosa, la literatura nacional.


FUENTES

Asir. Colección Completa: 37 entregas, 1º época.

BENEDETTI, Mario. Literatura uruguaya siglo XX. Montevideo, Alfa, 1969.

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MAGGI, Carlos, Carlos Martínez Moreno y Carlos Real de Azúa (Directores). Capítulo oriental. La historia de la literatura uruguaya. Montevideo/Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1968-1969, fascículos 32,33, 34, 35.

Número. Colección completa: 27 entregas, 1º época.

RAMA, Ángel. La generación crítica. 1939-1969. Montevideo, Arca, 1972.

REAL DE AZÚA, Carlos. Antología del Ensayo Uruguayo Contemporáneo. Montevideo, Universidad de la República, Departamento de Publicaciones, 1964, tomo 2.

RODRÍGUEZ MONEGAL, Emir. Literatura uruguaya del medio siglo. Montevideo, Ed. Alfa, 1966.

BIBLIOGRAFÍA

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BRANDO, Óscar. La generación del 45. Montevideo, Ed. Técnica, 2002.

CIANCIO, Gerardo. La crítica literaria integral (en torno a la ensayística de Arturo Sergio Visca). Montevideo, Academia Nacional de Letras, 1998.

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ROCCA, Pablo. 35 años en Marcha (Crítica y literatura en el semanario Marcha y en el Uruguay, 1939-1974). Montevideo, División Cultura de la IMM, 1992.

__________ “De las revistas literarias y otros quehaceres. Diálogo con Idea Vilariño, Manuel A. Claps y Mario Benedetti”. www.secrel.com.br/jpoesia/bh9rocca.htm. (julio 2004).

__________ “Marcha, las revistas y las páginas literarias (1939-1964)”. Historia de la literatura uruguaya contemporánea. Directores: Heber Raviolo y Pablo Rocca. Montevideo, Ed. de la Banda Oriental, 1996, tomo 1: 13-37.

[1][1] En adelante: ERM
[2][2] Cabe recordar que Clinamen apareció en marzo-abril de 1947; Escritura en octubre del mismo año y Marginalia en enero de 1949.
[3][3] ERM también lo califica como “filósofo en las horas libres” y “crítico a ratos”.
[4][4] Larnaudie también fue considerada con una raíz existencialista.
[5][5] Poemas: “Pájaro lírico” (inédito; Nº1); “Los tiempos desmedidos” (Nº2); “Nunca más” (Nº3); “Cuando el poeta calla” (Nº4), “Poema II” (Nº7). Cuentos: “El hombre que sólo pensaba” (Nº1); “La velada de Juan Pedro” (Nº3).
[6][6] Poemas: “Sonatina del polvo” (Nº1); “Canto del destino” (Nº2); “Balada del caballero solo” (Nº4).
[7][7] Recogido del suplemento literario del diario La Razón de La Paz, Bolivia, del día 19 de septiembre de 1948.
[8][8] Recordemos que Real de Azúa caracterizó a la revista como “antiintelectual”.
[9][9] Entre 1950 y 1955, ERM era el director de la página literaria de Marcha y el director responsable de Número.