miércoles, 24 de junio de 2009

EL DÍA QUE VOLVIÓ GARDEL POR ÚLTIMA VEZ...



Andrés Aldao — ASERRÍN...ASERRÁN (fragmento)

De la mano de la hermana llega por Yatay hasta Corrientes. La multitud comienza a extenderse, ocupa las dos veredas, el calor de la media mañana no les hace mella. Está allí. Seis de febrero de 1936, el gentío aguarda en una especie de duelo a media voz. Esperan el paso de la carroza que traslada los restos de Carlos Gardel, desde el Luna Park hasta la Chacarita. El rusito no entiende por qué hay tanta gente, y la hermana, preocupada por el público, no lo suelta... Repican en su cabeza los tangos que ella tararea, El día que me quieras, Silencio, Volver. Le explica que ha muerto el cantor que escuchaba la familia en la superheterodino, Carlos Gardel. Que murió cuando el avión que debía traerlo a Buenos Aires se incendió en Medellín. Él escucha (un suave susurro...): Mi Buenos Aires querido / cuando yo te vuelva a ver / no habrá más penas ni olvido...

Gardel es parte del mundo interior de aquel pibe retraído... aunque aún no lo sabe. Años después aflorarán esas vivencias interiores, ocultas, todos sus juegos, pura fantasía e imaginación, mundo infantil vivido como adulto, cosmos maduro moldeado desde su niñez, pibe hijo de inmigrantes rusos y judíos que, desde que descubre con premura el planeta que lo envuelve, comienza su asimilación al Río de la Plata. Al margen de los padres. Fuera de la familia... La experiencia del sepelio de Gardel, el paso de la carroza, el dolor de la multitud, asombros que no acaba de entender pero dejan estrías en su alma, como las noches de la calle Corrientes, el Riachuelo, Pepe Arias, las arterias empedradas de su barrio, el tranvía, la música, la poesía y las figuras de baile de los tangos. Buenos Aires, la cuna rea y callejera del pequeño rusito que nació en Loria al milseicientos, y que ahora tararea, inconsolable:
Porque me lo llevan, mi barrio, mi todo, / yo, el hijo del lodo lo vengo a llorar...Mi barrio es mi madre que ya no responde... / Que digan adónde lo han ido a enterrar.
(Puente Alsina, letra de Benjamín Tagle Lara: Para el caso da lo mismo...)
Esas evocaciones lo acosan desde la infancia precoz, de la infancia que recuerda; que siempre perpetúa...
El hogar en el conventillo de la calle Sarmiento, la sala grande, el baño letrina y la cocina compartida. Son escenas frugales de la niñez, que parecen raspadas como costras que resaltan desde ese espacio tan remoto, eternizadas en su memoria.
...vislumbro la espalda reclinada sobre la máquina de coser. Un orgullo inconsciente se perfila en mi alma; los dedos de mi padre levantan la aguja y vuelve a insertarla en el borde de la tela... ■

(Del Cap. 1º de Aserrín...Aserrán)

1 comentario:

  1. Muy bien incluído este fragmento de Aserrín Aserrán. Bello y oportuno. Abrazo Merci

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