sábado, 27 de junio de 2009

Gustavo Ángel Ricci - de UN POETA EN LA CIUDAD

Gustavo Ángel Riccio nació en Buenos Aires en 1900. Su vida fue breve ya muere de tuberculosis a los 27 años en 1927. Durante su vida escribió permanentemente.
Quizá fue el poeta más joven del grupo literario Boedo, compuesto, entre otros, por Roberto Mariani, Roberto Arlt, Elías Castelnuovo, César Tiempo, Álvaro Yunque, quienes se destacaron por la influencia de ideales anarquistas y socialistas. Poeta, periodista, narrador y traductor, colaboró en la dirección de Los poetas, editada por Editorial Claridad.
Amaba la música tanto como a la poesía. Sus obras: Lo ineluctable, novela (1919); Antología de versos para niños (1924); Un poeta en la ciudad (1926) y Gringo puraghei, obra póstuma (1928).

GUSTAVO RICCIO:
Un poeta de Balvanera que pensó en los niños


El pasado 17 de noviembre, con el magnífico marco de la casa histórica de la familia Marcó del Pont, asiento hoy de la Casa de Cultura Marcó del Pont, se realizó un estimulante acto recordativo de la personalidad y obra de uno de los grandes poetas capitalinos del ayer, olvidados por las generaciones del presente: Gustavo Riccio. Organizado en conjunto por la entidad dueña de casa y la Junta de Estudios Históricos del Barrio de Boedo, luego de las presentaciones a cargo de los responsables de cada entidad, Lic. Lilia Saralegui y Lic. Aníbal Lomba, respectivamente, hicieron uso de la palabra, recordando al poeta, una vecina del barrio de Flores, el Prof. José Lubrano, hijo del escritor Lubrano Zas, único biógrafo de autor de Un poeta en la ciudad, la Sra. Alba Gandolfi, hija del escritor e historiador Álvaro Yunque y la Prof. Marcela Ciruzzi. Con un público que colmó la sala y participó en algún momento en forma directa, en un clima donde se mezclaba la admiración y el respeto hacia Gustavo Riccio, concluyó la reunión tras más de una hora y media de iniciada.

Palabras de la Prof. Marcela Ciruzzi, que dan título a esta nota.

“En otra oportunidad hemos recordado al poeta Gustavo Riccio, hijo de Ángel Riccio y Magdalena Tálamo –inmigrantes italianos- que nació en Buenos Aires el 4 de abril de 1900, en una pequeña casa de la calle Rivadavia 1460, casa sin aire y sin sol, carencias fatales para el niño asmático.
Después de habitar otro inmueble (ubicado en Cangallo y Esmeralda), la familia se instala en Rivadavia 2014 (actualmente funciona allí el bar La gran vía), conde Gustavo fallece, víctima de la tuberculosis, el 6 de enero de 1927. No alcanzó a cumplir los 27 años.
Se lo llamó con justicia el poeta de la calle Rivadavia, arteria a la que dedica un largo poema con mucho de historia.
Recordemos que su descubridor y mecenas fue el escritor Álvaro Yunque, aunque también lo apoyaron y lo quisieron sus amigos Enrique González Tuñón, Leónidas Barleta, Nicolás Olivari, Elías Castelnuovo, César Tiempo, Teófilo Olmos y otros.
Había cimentado una cultura clásica considerable, fruto de sus variadas lecturas (“Me enorgullezco más de los libros que he leído que de los que he escrito”, decía el inefable Borges).
Colaboró en varias revistas de su época y publicó dos obras fundamentales: Un poeta en la ciudad (1926) y Gringo Puraghei – Cantos de gringo (1928, edición póstuma).
Pero en 1924, este poeta sensible y tierno da a conocer una Antología de versos para niños, obra que ha pasado casi inadvertida para la mayoría de sus biógrafos (no para Lubrano Zas).
Riccio amó a los niños. Tal vez (perdidamente enamorado de Estela –Yunque la llamaba “Stella”-) soñó que podría tener uno propio:
De pronto te hiciste a un lado, Muy pequeñito
Un hueco entre nosotros se hizo.
Los dos pensamos lo mismo:
En ese hueco algún día se ha de sentar nuestro hijo. (Concierto)

La mencionada Antología incluye un prólogo del autor dirigido a sus “queridos lectorcitos” y que presenta, a modo de epígrafe, la conocida frase de Jesucristo: “ Dejad que los niños vengan a mí”.
Allí les explica que ha publicado ese librejo porque los quiere mucho y porque también quiere mucho a los poetas.
Ambos - niños y poetas- son “buenos e inocentes” y dicen la verdad a su modo.
Los niños son puros, bondadosos; y si alguno manifestara, en ocasiones, cierta maldad o egoísmo, pronto se curará si le damos a conocer un bello libro de cuentos.
Los poetas y los niños se comprenden, se corresponden, se asemejan.
“No hay poeta verdadero que no ame a los niños y no juegue con ellos; todos los poetas, todos, sin excepción, han dejado alguna página de su obra consagrada a los niños, asegura Gustavo Riccio.
El verso se comprende mejor: las canciones de cuna, las coplas de los juegos infantiles…son como el lenguaje de las mariposas y los pájaros.
La Antología –que de ninguna manera pretende ser completa- reúne alrededor de 50 composiciones de autores diversos, buen alimento espiritual para los tiernos lectores. Algunas son alegres, otras tristes; pero todas le darán felicidad.
“Para empezar a ser bueno es necesario sentir como si fueran de uno las penas de los otros”.
Además, Riccio pretendía que la buena poesía alejara a los niños de las “feas canciones” callejeras, y de “esas sucias palabrotas que manchan los tangos y los cuplé en boga”, dignas de borrachos y muchachones vagabundos.
El antologista incluye poemas que hablan del legendario Mambrú, del accidente que sufrió Don Gato, de la violeta que no quiso seguir al niño, del Gato con botas que persigue al Ratón, de tres niñas cautivas que encontraron a sus padres….
Y cierra el prólogo despidiéndose como si fuera el “hermano mayor” de los niños a quienes conduce de la mano por el reino milagroso de la poesía.
Para terminar, quiero mencionar que en los Poemas inéditos, Gustavo Riccio incluye Las voces del taller (epigramáticas composiciones que relacionó con las muy breves de Baldomero Fernández Moreno incluidas en Yo médico, yo catedrático). Y son versos muy recomendables para los niños.


de UN POETA EN LA CIUDAD

CÓMO SE HACE UN POETA

Primero amar, y luego
amar, y luego amar, y luego amar;
y el día que no arda el sacro fuego,
entonces recordar...

Amar a la Elegida, y prolongar
el amor de la Amada
a todo lo que a ella es familiar:
su calle, su casita, su almohada...

Así, amando sus cosas, uno aprende
a amar todas las cosas,
y a vestir de miradas bondadosas
la desnudez de aquello que no esplende.
Hay que ser como el sol: luz que ilumina
con idéntico amor, rosa y espina.

CÓMO SE HIZO ESTE LIBRO

La vida
es una sucesión de pequeñeces;
aquilatar el precio de lo ínfimo
eso es cosa del Arte.

En este libro
se han detenido los instantes
y las cosas minúsculas,
y se han hecho poemas:
como por esos mundos
se han detenido los guijarros
y se han formado las montañas

ORACIÓN DEL POETA DE CIUDAD

Madre Naturaleza: yo quisiera gozarte
sobre el césped sedoso como el dulce Virgilio:
¡Ah, cómo fueran dulces mis versos en el campo,
limpios y naturales como los campesinos!

Madre Naturaleza: yo entre pámpanos verdes
y entre flores y frutos me haría pastorcillo,
y a mis versos humildes no colgara metáforas,
dijes que civilizan los arrebatos líricos.

Pero aquí en Buenos Aires, madre Naturaleza,
yo que te quiero tanto, yo te adoro lo mismo:
te adoro en los tres metros de cielo que a mi patio
bajan en un cuadrado desde el séptimo piso;
y te adoro en los árboles que orillan las veredas
y en las lindas mujeres que turban mis sentidos...

VERSOS A LA CALLE RIVADAVIA

En octosílabos de esos
que se cantan con guitarra,
voy a decir el elogio
de la calle Rivadavia.
A ella le debo el sol
que se me pega en la cara,
el sol que ya no es de todos
y que Dios a todos manda.

Calle de amplitud campestre
y larga, larga, muy larga,
donde el viento, potro suelto,
se arroja como en la pampa.
Eres el cauce de un río
por donde, locas, se lanzan
a conquistar el centavo
estas gentes apuradas.
No eres calle de negocios,
calle de la democracia,
que a partir de Plaza Flores
sueñas y te haces romántica.
Y resucitan los tiempos
del amor en las ventanas,
el cuchillo en la cintura,
la canción y la guitarra.
En los primero de Mayo
llamean por tus calzadas
banderas rojas que gritan
sus protestas sin palabras.
Y, encendidas de canciones
y enjoyadas de esperanzas,
pasan creando el futuro
muchedumbres proletarias.

Hace veinte años que vivo
en la calle Rivadavia.
¡Si habré salido a la puerta
a que el sol me dé en la cara!

Yo no conozco otro patio
que esta vereda tan ancha,
donde jugué cuando pibe
con los chicos de la cuadra.
Y arrimado a este arbolito,
sentí las primeras ráfagas
de inquietud que me traían
las mujeres que pasaban...
Sobre estas mismas baldosas
dejé caer la mirada
cuando a entoldarse de angustia
mi pobre pecho empezaba.
Todo: ensueños y proyectos,
alegrías y esperanzas,
me los mataron los autos
de la calle Rivadavia...

PEQUEÑA TRAGEDIA URBANA

La pantalonera se murió en la calle.
Pasó el automóvil de un rico magnate,
con tacos de goma, silencioso... Nadie
lo oyó que llegaba. Gritos. Pitos. Sangre.
La pantalonera se murió en la calle.
Como al otro día del taller faltase,
tuvo un cartelito la puerta de calle
con estas palabras: “Hay una vacante”.

A UN BUZÓN DE UN BARRIO CÉNTRICO

Viejo amigo Buzón, petizo y ñato,
me inspiras compasión
clavado en la pared. ¡Lugar ingrato
para tu ministerio de Buzón!

Me imagino el dolor y la tortura
de nutrirte con cartas comerciales,
catálogos, facturas, memoriales...
¡Qué opinarás de la literatura!

Buzón hermano: Yo en verdad te digo
que tengo el más cristiano y puro móvil:
cuando venga el cartero en automóvil
y te meta la llave en el ombligo
y te cambie el estómago de trapo;
le gritaré: Cartero, ¡por favor!:
¡lléveselo al suburbio, que su boca de sapo
no conoce las mieles de las cartas de amor!...

I — LA LLUVIA SUGESTIVA

Del vidrio para afuera
la lluvia está cayendo.
Ella y yo la miramos
del vidrio para adentro.

La lluvia se deshace
sobre el gris pavimento
y despeina a los árboles,
desnudos bajo el cielo.

Sin pensar, pensativos
nos estamos poniendo;
el agua de la lluvia
nos hunde en el silencio.

—¿En qué piensas?... —En nada.
¿Y tú?... —Si yo no pienso...
(El agua de la lluvia
lava los pensamientos).

Mamá junto a nosotros,
nos contempla sonriendo.
Y pensará: “¡Este hijo!
Si querrá darle un beso...”

Madre que me conoces
apasionado y tierno,
tu pensamiento casto
me ha encendido un deseo.

Ella lo ha comprendido,
me ha mirado sonriendo,
y, bajando la vista,
jadearon sus pechos...

Gustavo Riccio
de Un poeta en la ciudad

AMOR CALLEJERO

Nuestro amor fue una anécdota que duró quince días.
Lo saben cuatro calles y cuatro estrofas mías...
Me buscaste una frase de amor, y tu mirada
me sacó de los labios esa frase buscada.
Y nos amamos luego por esas calles grises;
y —¿por qué no?— vivimos diez minutos felices...
Tú ibas simple y sencilla con tu traje modesto
y tu pelo volcado sobre ti como un cesto.
Tu hablar era sencillo como el hablar de un grillo,
contigo me sentía blando como un ovillo...

Tú no me hablabas nunca de libros ni de autores;
¡ay, contigo he vivido los instantes mejores!
Tú, piadosa inconsciente, me hacías feliz con
tu hablar: vaso de agua sobre mi corazón.

Pasaron quince días, y te cansaste. En vano
te reclamé razones; tú, la simple: ¡otro arcano!...
Me puse un poco triste, me puse reflexivo,
y la duda, más mala que ácido corrosivo,
paralizó al pujante motor de mis acciones
y me envolvió en la niebla de las meditaciones...

Nuestro amor fue una anécdota que duró quince días.
Lo saben cuatro calles y cuatro estrofas mías...
¡Y también cuatro lágrimas!...
Ah, muchacha trivial:
¿verdad que me creías menos sentimental?...

CLAUDIO G. AMOROSO
(in memoriam)

Lo conocí una noche. Me dijo: yo hago versos.
Yo le miré los ojos. Pensé: ¡te compadezco!

También me tuvo lástima, por tal se hizo mi amigo.
Siempre que me veía me daba un cigarrillo.

Con él charlé de versos, de secretos de rima...
¡Yo, pecador, me acuso: yo le amargué la vida!

Por mí no tuvo tiempo de procurarse amores:
¡yo le presté librotes!, ¡yo le presté librotes!

Yo, poeta en la calle, yo lo llevé a la calle,
y le mostré los versos que de las cosas salen.

Yo lo llevé a la calle. Cuando por ella andaba,
en la red de su ingenio caían las metáforas.

Y porque amó la calle, murió en la calle. ¡Pobre!
Y no fueron las Parcas: lo mató un automóvil...

Yo que creí quererlo, yo levanté su túmulo;
¡yo, pecador, me acuso!, ¡yo, pecador, me acuso!

EL JOVEN ESTUDIANTE

El joven estudiante que yo digo, me apena
con su aspecto de anciano. Le sale la tristeza
por sus ojos bovinos sin que le salgan lágrimas,
y un gran peso invisible le encorva las espaldas.
Tiene unas manos finas de enfermo; y sus vigilias
las dice el subrayado de sus ojeras lila.
¡Pobre muchacho! Estudia sobre los grandes textos
indiferente a todo, de todos está lejos;
y en tanto que sus ojos absorben los libracos,
en chorros de oro, el sol, viste de fiesta el patio
e inunda la vereda. Los árboles, alegres,
agitan el plumero de sus pelucas verdes;
los niños hacen música con sus risas de vidrio;
las costureras pasan con graciosos pasitos;
y el joven estudiante, dentro un pobre cuartujo,
aprende cosas graves sobre algún libro inútil...

¿La ciencia? ¿Los librotes? Nada, nada: ¡la vida!
¡Saber vivir! Es toda la gran sabiduría...
El que nada ha aprendido viendo un cielo sereno
o mirando la vida con sus muchos aspectos,
¿para qué estudia?... El libro más sabio y admirable,
más bello, más verídico, no es de papel: la calle
se llama este gran libro que hizo sabio a Sócrates.
Sal a la calle, vive, sé brioso, sé joven;
que sólo en cuerpos sanos y en jóvenes cabezas
amóldase la arcilla de las grandes ideas!

LA LUNA DE BUENOS AIRES

Variaciones sobre el mismo tema

1 — Andante

Nuestra Señora Luna volcó toda su leche
sobre el cuerpo rosado de tu amada,
y le formó los senos cuajándose dos veces.

Si la vida te azota con despiadada fusta,
reclínate en el pecho de la amada
y nutre tus congojas con leche de la luna.

2 — Maestoso

Hombre: ¡yo te conjuro! Date un baño de luna,
lárgate por las calles en las noches que alumbra...

Báñate en sol si quieres ser fuerte, bello y sano;
(no en sangre cual los Césares romanos);

mas si quieres ser músico, pintor, poeta o loco,
húndete en luz de luna como en un río de oro...

3 — Scherzo

La canija chimenea
sube un hilo de humo negro.

Se enreda el hilo en la luna
como un lazo gigantesco.

Apronta tu fantasía
para jugar con tan lindo balero...

4 — Adagio lamentoso

Los árboles sin hojas son brazos descarnados
que salen de la tierra con los dedos crispados.

Y así las noches pasan, esperando que alguna
vez caiga entre sus dedos la bola de la luna...

5 — Allegro con brío

Por atrás de un mapa formado con nubes
saca Madre Luna su redonda faz;
¡qué lindo, qué lindo: sale toda entera!
Oh, atracón de luna que me voy a dar...

6 — Allegretto scherzando

Hoy se enredó entre las ramas
de un árbol la luna mía,
y su luz de ahí caía
rota en pequeñas escamas.

Después la vi en el arado
campo de estrellas del cielo;
como el Diablillo Cojuelo
se entraba por los tejados.

Y a lo largo la seguí
de la calle Sarandí.

Yo iba en medio de la vía
sin importarme el ludibrio,
y ella iba haciendo equilibrio
sobre el hilo del tranvía.

7 — Tempo di minuetto

Luna: marquesa aristocrática
con la elegante Pompadour;
coqueta, frívola, enigmática,
vestida toda de velour.

Luna que en tiempos elegantes
de Couperin, Rameau y Daquin,
tuviste amantes, ¡y qué amantes!,
coquetos, frívolos también;

mi amor, acaso te contrista
porque te ve de un modo actual:
¿con cara blanca de modista
y con vestido de percal?...

8 — Finale-Molto allegro

“Qué me importan los desaires
con que me trata la suerte”,
si me consuelo con verte,
¡oh luna de Buenos Aires!...

EL VENDEDOR DE GLOBOS

Buen hombre de los globos, me recuerdas
los domingos de antaño;
cuando era un chiquilín de pelo rubio
e iba felicísimo con un globo en la mano.

¡Qué desgraciado soy ahora!
No me contentaría con el globo terráqueo...

ÓMNIBUS

Ómnibus democrático: eres el automóvil
de los que no tenemos automóvil. Tú existes
como una cosa más que contribuye
a darnos la ilusión de que somos felices.

Subidos sobre ti vamos sonrientes
mientras sobre tus gomas echado te deslizas;
y nosotros, seguros de ir en auto,
no vemos que viajamos en tranvía...

PALABRAS A MILONGUITA

Lo sé: tú tienes toda la razón, Milonguita:
eres esbelta, grácil, insinuante y bonita.
A tu paso los hombres quedaban en suspenso,
pues tú los atontabas como un perfume intenso.
Y has hecho bien, ¡qué diablo!: tu cuerpo tropical
no era para el burdo tanteo del percal
ni para recubrirlo de horrible bombasí.
(Las sedas, sí, las sedas son buenas para ti;
su roce es como el roce perverso de una rosa
o como el de una frase que resbala engañosa...)

Yo lo comprendo todo... Está bien lo que hiciste
Mas, escucha un consejo: cuando te pongas triste,
cultiva tu tristeza como una flor querida,
que su perfume casto mejorará tu vida.
Y Dios, que es más humano de lo que creen las gentes
cuando cierres los ojos en la postrer “dormida”,
hará que nos veamos en la senda florida
como ahora nos vemos por Suipacha y Corrientes.

UN REGALO

La buena doña Rosa,
la menos lenguaraz de las vecinas,
la que tiene prestigios de buena y de piadosa;
para obsequiarla con alguna cosa,
hoy envió a mi madre dos yuntas de gallinas.

La excelente mujer
habrá creído hacer
una demostración de simpatía,
y adiestró sus plebeyas diplomacias...
—Mamá, es muy natural, le dio las gracias —
Y yo —¡naturalmente!— le diría:

Rechazo su regalo, doña Rosa,
a pesar del cariño que va en él:
de mi madre que es débil como una mariposa,
su maldito regalo hizo un monstruo cruel.
Usté tiñó de sangre sus bondadosas manos,
usté llenó la casa de gritos de dolor,
por usté se durmieron sus deseos cristianos
y dio la muerte a cuatro criaturas del Señor...

Y luego añadiría mi corazón poeta:
¡Y usté pudo haber puesto sus deseos mejores
en la cordialidad de una maceta
alborotada de sencillas flores!...

EL VENDEDOR DE FLORES

Pone un pedazo de jardín este hombre
donde detiene su canasta, roja
de claveles y blanca de jazmines.
Lleva la primavera en la canasta
como en el corazón lleva el invierno;
porque este vendedor es italiano
y sabe que las flores no se cambian
por monedas: se cambian por sonrisas
o se dan, cual las daba en el terruño,
para adornar los rizos de la novia
o el cuello musical de una guitarra.
Y ahora, ¡pobre hombre!, se contiene
si cuando grita su mercadería
pasa a su lado una mujer hermosa:
se queda inmóvil y la mira largo...
¡Qué ganas de arrojarle unos claveles
y la húmeda rosa de un piropo!

ELOGIO DE LOS ALBAÑILES ITALIANOS

De pie sobre el andamio, en tanto hacen la casa,
cantan los albañiles como el pájaro canta
cuando construye el nido, de pie sobre una rama.

Cantan los albañiles italianos. Cantando
realizan las proezas heroicas estos bravos
que han llenado la Historia de prodigiosos cantos.

Hacen subir las puntas de agudos rascacielos,
trepan por los andamios; y en lo alto sienten ellos
que una canción de Italia se les viene al encuentro.

Más líricos que el pájaro son estos que yo elogio:
el nido que construyen no es para su reposo,
el techo que levantan no es para sus retoños...

¡Ellos cantan haciendo la casa de los otros!

CONCIERTO

Ansermet rasgaba el aire con su batuta.
De atrás de las rasgaduras
vino saliendo la música.

En la sala un aire espeso
flotaba, y en ella el Tiempo
se detuvo a escuchar el concierto.

Nuestras miradas perdidas entre la selva
de notas... Nuestras cabezas
y nuestras manos, muy cerca...

De pronto te hiciste a un lado. Muy pequeñito
un hueco entre nosotros se hizo.
Los dos pensamos lo mismo:
en ese hueco algún día se ha de sentar nuestro hijo...

AL CRISTO EXPUESTO EN UNA FIESTA DE BODAS

Ah, Señor Jesucristo,
que en esa cruz de bronce cincelado
eres un pobre cristo
caricaturizado;
te compadezco, oh redentor:
te han condenado
a un suplicio mayor.

En nombre tuyo un hombre
que no sabe de amor, a los esposos
les hablará de amor: ¡y eso en tu nombre!
Y tus santas y líricas verdades
se estrellarán en esos corazones rocosos
y en tanta vanidad de vanidades...

Y cuando ya no bullan en la boca del fraile
las burbujitas del latín,
presenciarás algo peor al fin:
un baile, oh Cristo, un baile...

Frente a tu imagen dolorida,
las mujeres de trajes escotados
frotarán su lujuria contenida
contra los pantalones estirados.
Otras, se excitarán por los rincones...
Sus instintos despiertos
por la cosquilla lúbrica de las conversaciones,
se olvidarán que sufres con los brazos abiertos
la más abominable de las crucifixiones.

Y cuando terminados ya baile y ceremonia
se marchen y te olviden clavado en tu patíbulo,
ellas van a mojarse con agua de Colonia
y ellos, a sosegarse en un prostíbulo...

Quedarás solo. Y cuando
se hayan marchado todos, frente a tu imagen yo
en tu dolor, oh Cristo, me quedaré pensando,
y en tu madre y ¡la pobre madre que me parió!

Pues, oh Maestro, ya lo has visto:
se parecen tu madre con la mía;
porque es tan doloroso parir a un hijo Cristo
como parirle ungido en poesía...


3 comentarios:

  1. Despacito porque soy lenta, pero he aprendido y disfrutado cada poema, tan poco conocía. su nombre sí, no sus letras de esta forma, gracias amigo de las letras, don Aldao el Andrés. Un abrazo Mercedes Sáenz

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  2. Gracias,Andrés por re-orientarme a este texto desde Artesanías.Murió muy joven, escribió con sensibilidad , con una maravillosa frescura como testigo de la vida, nombrando en sus poemas a los humildes y pintorescos personajes u ojetos: el buzón, el vendedor de globos, la pantalonera,los albañiles italianos, el vendedor de flores, Doña Rosa, la luna, la calle Rivadavia . . . Me parece muy sentido el verso: "... Dios , que es más humano de lo que se cree..."
    Para nada he leído sus poemas infantiles.
    Para mí es un iluminado, y más lo he percibido con estos versos seleccionados.
    MARITA RAGOZZA

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  3. Estimados amigos: Me llega desde Argentina, un precioso libro: "El viaje", de la Prof. Marcela Ciruzzi, a quien tuve el honor de conocer en la II Bienal Internacional de Poesía de Madrid (1991, España), por circunstancias familiares, no pude ponerme en contacto con ella y el recuerdo quedó en el olvido.
    Hoy, no he podido por menos de emocionarme ante su sorprendente regalo. Nada me gustaría más que ponerme en contacto con ella. ¿Sería esto posible?
    Se lo agradecería de todo corazón. Rosa Jáen.
    Blog: Rosa del Aire,
    Gracias.

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