miércoles, 1 de julio de 2009

Alberto Hidalgo: NO RIOPLATENSE, PERO...


Alberto Hidalgo: NO RIOPLATENSE, PERO...

El escritor y libelista arequipeño Alberto Hidalgo (1897-1967) radicó la mayor parte de su vida en Buenos Aires, en una suerte de exilio autoimpuesto. Durante las décadas de 1920 y 1930, logró entrar en contacto con los movimientos literarios de aquellos años, en que comenzaba a gestarse la vanguardia argentina. Hidalgo tuvo una participación destacada en dichos grupos, al lado de figuras como Borges, Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal y Oliverio Girondo, entre otros, a través de la Revista Oral, las tertulias en la calle Corrientes y otras iniciativas de corte provocador.

El fenómeno de la vanguardia en América Latina tuvo en Argentina, puntualmente en Buenos Aires, una de sus más interesantes manifestaciones y uno de sus períodos más creativos durante la década de 1920. La bohemia intelectual y artística de dicho país halló en los cafés (1), sobre todo en los del centro de la ciudad bonaerense, un refugio donde experimentar ramificaciones de la vanguardia histórica europea (al punto de hacerse inconcebible la praxis artística fuera de tal contexto); con sus inusitados proyectos, acres disputas y demás expresiones estéticas.
Afirma Mabel Belucci en su artículo Cafés de Buenos Aires que esa bohemia encontró en el ámbito del café el autorreconocimiento entre pares que una sociedad cosmopolita, floreciente, y en gran parte frívola, aún les negaba en una época en que jóvenes escritores, poetas, y artistas plásticos –de varia procedencia geográfica e ideológica– trataban de ingresar al naciente mercado profesional de la “cultura”. En tal estado de cosas, las nuevas corrientes artísticas, las nuevas formas de pensar la “cultura” a partir de la política (o viceversa) desarrollaron –como venía ocurriendo en la siempre admirada Europa– la etapa de la vanguardia, que con su espíritu contestatario, rebelde o lúdico, cuestionaba (o pretendía hacerlo) las normas implantadas en materia de arte, costumbres sociales, entre otras (2).

FLORIDA Y BOEDO

Tradicionalmente, se reconocen dos corrientes antagónicas en la vanguardia argentina (3): el grupo Florida (que ejercitó básicamente la poesía) y el grupo Boedo (que a otros géneros prefirió el cuento y la novela). Leónidas Barletta, en su libro Boedo y Florida, sintetizó las motivaciones de ambas tendencias afirmando que Florida pretendía la “revolución para el arte” y Boedo “el arte para la revolución”.
El grupo Florida surgió a partir de la llegada de Jorge Luis Borges de Europa. Alrededor de la figura del joven Borges se agruparon los escritores Macedonio Fernández, Francisco Luis Bernárdez, Evar Méndez, Norah Lange, Oliverio Girondo, Ricardo Güiraldes, Eduardo Mallea o un González Tuñón. A pesar de sus a veces desemejantes ideas estéticas u otras de diverso orden, armonizaron en la elaboración de una literatura de renovación –contra los rezagos de modernismo y simbolismo– y adscripta al movimiento ultraísta que Borges había asimilado en España de Rafael Cansinos Asséns. Se los identificaba como el grupo Florida porque su emblemática revista Martín Fierro (4) tenía su sede entre Florida –en el centro de Buenos Aires– y Tucumán, fuera de que los miembros de tal grupo solían reunirse en la confitería Richmond, también en Florida. Aunque a veces concertaban en alguno de los cafés de la Avenida de Mayo.
Por otra parte, el grupo Boedo, literariamente vinculado a una especie de realismo social, fue el “vocero” de los nacientes movimientos sindicales y anarquistas, creando una industria artística destinada a la “transformación histórica y cultural” de la Argentina de aquellos años. Los escritores más notorios del grupo fueron Roberto Arlt, los hermanos Tuñón, Álvaro Yunque, César Tiempo, Elías Castelnuovo y Leónidas Barletta. El grupo Boedo tenía en su revista Claridad a su principal órgano de expresión escrita. La editorial de la revista funcionó, primero, en la calle Entre Ríos, y, luego, en la que le dio el nombre al grupo, la calle Boedo, arteria principal de un barrio obrero (5).
Recuerda al respecto César Tiempo en Pequeña cronohistoria de la generación literaria de Boedo: “Mientras Florida implicaba el centro con todas sus ventajas: comodidad, lujo, refinamiento, señoritismo, etcétera, etcétera, Boedo venía a representar –para los de Florida– la periferia, el arrabal con todas sus consecuencias: vulgaridad, sordidez, grosería, limitaciones, etcétera. Florida, la obra; Boedo, la mano de obra. Para sus detractores, por otra parte, la literatura de Boedo era ancilar, estercórea, verrionda, palurda, subalterna, inflicionada de compromisos políticos; y la de Florida: paramental, agenésica, decorativa, delicuescente, anfibológica e inútil. Excesos verbales estos que correspondían a las naturalezas ricas en fosfatos de los jóvenes beligerantes que se resistían a reconocer afinidades y simpatías, pero cuyo encono no hizo llegar nunca la sangre al río”.
Leónidas Barletta –en su ya citado libro– apunta que la disputa produjo no pocos beneficios: los de Boedo se aplicaron a escribir cada vez mejor, mientras que los de Florida comprendieron que no podían permanecer ajenos a la política. No obstante, el mayor “rédito” habría radicado en que ambos grupos coincidieron en el hallazgo de un particular espacio cultural latinoamericano, en el hallazgo de una identidad que conjugó la tradición rioplatense con la cultura europea. Por lo demás, las querellas consiguieron entusiasmar a significativos sectores sociales, con lo que surgió una masa de lectores hasta entonces inexistente. Sobre lo último, la “ilustración” de la clase media corrió por cuenta de los suplementos literarios de los grandes diarios y las revistas semanales. Las revistas fueron, dicho sea de paso, el espacio privilegiado de circulación de ideas e imágenes, lo que permitió, de este modo, a los intelectuales y artistas intervenir, reunirse y formar grupos. Esto fue esencial para la vanguardia argentina, ya que le dio impulso en momentos en que el reconocimiento todavía era muy esquivo. Además, tal vanguardia usó la prensa de circulación masiva en un intento por alcanzar un público que habrían sido inaccesibles de otra manera. Boedo y Florida, como adversarios, crearon finalmente el interés por las exposiciones de pinturas, los conciertos y otras manifestaciones artísticas.

ALBERTO HIDALGO Y LA VANGUARDIA ARGENTINA

Entre los cafés o bares que albergaron a aquella eclosión vanguardista resalta el mítico Royal Keller, ubicado en una céntrica arteria bonaerense. En su Diario de mi sentimiento, Alberto Hidalgo refiere que el Royal Keller fue un “café de Buenos aires, en la esquina de Esmeralda y Corrientes, famoso por haber sido sede de mi tertulia, y en el cual fundé mi célebre Revista Oral”. También en el relato El plagiario (incluido en su libro de cuentos Los sapos y otras personas), Hidalgo se ocupa del histórico Royal Keller y de los más conspicuos escritores y artistas que frecuentaron su revista. Participaron en ella, por ejemplo, un Jorge Luis Borges, Francisco Luis Bernárdez, Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, Ricardo Güiraldes, Leopoldo Marechal, Nicolás Olivari, Evar Méndez, Xul Solar, Rimsky Gerchunoff, Norah Lange, Ulises Petit de Murat, Cayetano Córdova Iturburu, Carlos Pérez Ruiz y el pintor Emilio Pettoruti.
La Revista Oral (1925-1926) –que se presentaba todos los sábados en el sótano del famoso café– fue la primera que ensayó dentro de las ya aludidas veladas vanguardistas (con epicentro en los cafés o peñas literarias de los años veinte) una estructura de publicación escrita (6), fundando así, una tradición de revistas orales en Argentina.
En el contexto esbozado, cabe reseñar, en principio, un acontecimiento (la anunciada visita de Ramón Gómez de la Serna a Argentina) que grafica tanto el enfrentamiento entre los principales grupos, así como la particular actuación de Alberto Hidalgo, que si bien estuvo más cercano a los martinfierristas (colaboradores de la revista Martín Fierro), se situó, fiel a su individualismo, muchas veces en un punto indeterminado (7), planteando siempre propuestas originales, provocadoras, y que aspiraban a señalar nuevos rumbos artísticos o toma de posiciones. En torno a lo último se noticiará, asimismo, sobre la visita de Marinetti a Argentina, que echará algunas luces sobre el grado de influencia que llegó a tener Hidalgo en los vanguardistas argentinos.

LA "VISITA" DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

Recuerda Carlos García en su Ramón en Buenos Aires: la primera visita (virtual) que, hacia octubre de 1924, Ramón Gómez de la Serna informó mediante carta a Jorge Luis Borges que planeaba visitar Buenos Aires en compañía de Ortega y Gasset. El objeto era ofrecer una serie de conferencias. El anuncio suscitó un conjunto de planes de recibimiento, planes en un tono lúdico que parecía acompañar por entonces a toda actividad literaria (8). Para empezar, la revista Martín Fierro se ocupó de encomiar ampliamente al escritor español (con ejemplar de homenaje de por medio) en sucesivos números. Alberto Hidalgo le dedicó estas líneas a Ramón Gómez de la Serna en el suplemento “Homenaje a Ramón” de Martín Fierro (1925): “El Edificio Barolo detiene el tráfico en la Avenida de Mayo, / enarbolando el único dedo que le han puesto, / para que pases tú. / Se siente crujir el Pasado bajo tus ruedas infinitas, / porque tú eres un tanque, ramón, / eres el tanque de acero de la literatura actual, / eres una máquina de decir genialidades, / eres un invento superior a los de Edison, / eres un milagro de la industria, / eres la cinematografía del lenguaje, / eres el círculo cuadrado, / eres esto: eres un reclame de Dios / adosado a los muros del Universo / para probar que sabe hacer hombres todavía. / Y como soy Ministro de todas las Montañas de / América en la República Argentina, / yo te saludo, ramón, / quitándome las nubes hasta el suelo”.
También en ese año, Alberto Hidalgo –quien había pasado por la tertulia de Pombo (9) y mantuviera en adelante con Gómez de la Serna una amistad llena de encuentros y desencuentros– concibió el más pintoresco recibimiento. Una entrevista mantenida con Hidalgo por el diario Crítica revela qué traía en mente el escritor arequipeño, idea que los martinfierristas harían suya:

“EL BANQUETE EN MOVIMIENTO”

Como Ramón Gómez de la Serna anuncia su próxima llegada, Alberto Hidalgo concibió la idea de ofrecerle un banquete (10) en movimiento.
¿Qué es un banquete en movimiento? Un espectáculo originalísimo, que asombrará a Buenos Aires a la llegada de Ramón.
Varios ómnibus y automóviles particulares serán convertidos en comedores. Ramón, al desembarcar, se ubicará en uno de los vehículos y dará comienzo entonces el excéntrico banquete recorriendo las principales arterias de la ciudad. Los discursos y los versos en homenaje al ilustre huésped, serán leídos en las plazas públicas.
Además, Hidalgo propone que el más grande de los tres grandes Ramones de España, sea exhibido en una gran vidriera a instalarse en la Plaza del Congreso, para que ante él desfile toda la ciudad.
–Porque Ramón Gómez de la Serna –nos dice [Hidalgo]– es un espectáculo estupendo. Ramón es un invento del siglo, como el fonógrafo o el aeroplano”.
Del otro lado, uno de los más importantes órganos de publicación del grupo Boedo, Los Pensadores, publicó la siguiente opinión alrededor del personaje que Alberto Hidalgo y los martinfierristas esperaban con manifestaciones performativas que, a juicio de Nicolás Gropp en Ramón Gómez de la Serna y Uruguay en el período de la vanguardia histórica, prefiguraron el happening: “Los de la ‘literatura de vanguardia’ preparan un recibimiento a Gómez de la Serna, que es la más alta cumbre de la imbecilidad humana. En este hombre se compendian todas las calamidades de la época. Es el representante genuino del muchacho onanista, cínico, ruidoso y envanecido de nuestros días”.
Terciando en la polémica, la revista La Campana (notoriamente inclinada a la posición de los de Boedo) afirmó que la estética de los martinfierristas y afiliados respondía al “concepto burgués del ‘arte por el arte’, con su indiferencia hacia el afligente problema social, con su desdén de ‘aristócratas del pensamiento’ (sólo lo son del dinero) hacia la multitud que se apiña en los conventillos de los suburbios. En los libros de los mejores: Hidalgo, Borges, Girondo... todo lo que puede hallarse son metáforas, estilo. [...] Son revolucionarios de buena fe, pero su revolucionarismo es de forma: fuego de artificio”.
El escritor español Ramón Gómez de la Serna cancelaría, al final, su esperada visita, por razones aún no del todo esclarecidas, y recién en 1931 visitaría por primera vez Argentina, para radicar definitivamente en dicho país a partir de 1936.

MARINETTI EN ARGENTINA

En 1926, Filippo Marinetti inicia una gira por Brasil, Argentina y Uruguay. Específicamente, brindó conferencias en Río de Janeiro, Sao Paulo, Buenos Aires, Rosario, Córdova y Montevideo. A Buenos Aires arribó el 7 de junio de ese año. No está demás aquí recordar que en Argentina la vanguardia tomó como referentes básicos al ultraísmo español y al cubismo francés. El futurismo en Argentina no sólo era visto con desinterés, sino que incluso suponía –para quien lo llevara de alguna u otra manera a la práctica– el ser tomado en solfa, cuando no como embustero. Con todo, los martinfierristas recibieron a Marinetti con un banquete y un homenaje en la revista Martín Fierro que, no obstante, incluyó esta aclaración: “Se ha dicho que Marinetti viene hacia estas tierras de América obedeciendo a cierta finalidad de orden político. Martín Fierro, por su espíritu y su orientación, repugna de toda intromisión de esta índole en sus actividades ya claramente establecidas. Y acaso no sea innecesario declarar, para evitar alguna molesta suspicacia, que con Marinetti, hombre político, nada tiene que hacer nuestra hoja”.
El futurismo para esa época estaba agotado y casi todos los vanguardistas (no sólo los bonaerenses) así lo comprendían. Así, Jorge Luis Borges consideró que los libros de Marinetti “no eran de mucha valía, no pasaban de ser una italianada imitación de Whitman, de Kipling, quizá de Jules Romains”. La recepción que el martinfierrismo le hizo a Marinetti no fue, pues, del todo amistosa (más allá del número de homenaje en Martín Fierro en el que se le reconoce básicamente un valor como propulsor literario de las nuevas corrientes). Pero fue Alberto Hidalgo, el martinfierrista que tuvo en sus primeros poemarios una influencia del futurismo (11), quien protagonizó desplantes sin medias tintas contra el jefe del movimiento (lo que no impidió que también le ofreciera un banquete), llevando con esto la delantera al resto de artistas e intelectuales argentinos. Prueba de lo último es esta exhortación que hiciera Hidalgo en el diario Crítica (junio de 1926), previa a la primera conferencia del italiano: “El futurismo es una escuela muerta […] En nombre de lo que se ha hecho en el país por la literatura de vanguardia y la cultura general del pueblo, yo, humilde soldado de esas filas, invito al público a no promoverle escándalo a Marinetti. Este nunca se ha propuesto otra cosa. La Argentina es un país demasiado culto ya para que pueda asustarlo nadie. Se le debe escuchar como a todos, sin otorgarle la consagración del bullicio”.
Esta exhortación de Hidalgo no sólo caló en el comportamiento de las principales figuras de la vanguardia argentina –quienes, en adelante, siguieron pasivos el periplo del Marinetti–, sino que, incluso, operó sobre la prensa (la última habían demostrado previamente mayor expectativa ante la visita), tal y como puede verificarse en los datos recogidos al respecto por Sylvia Saítta en Futurism, Fascism and Mass-Media: The Case of Marinetti’s 1926 Trip to Buenos Aires.
En efecto, ante la falta de polémica –como sí la produjo la presencia de Marinetti en Brasil tanto en lo político como en el plano artístico–, los diarios “sensacionalistas” argentinos como Crítica (periódico vespertino con un tiraje de 300 mil ejemplares, que había preparado meticulosamente una imagen discutible y cautivante de Marinetti para granjearse lectoría) empezaron a dejar de ocuparse de él ante la ausencia de “conmoción” de sus conferencias, las que transcurrieron, más bien, dentro de una inusitada calma, dado que Marinetti no habló de política ni pudo suscitar disputas con sus postulados estéticos (como ya vimos, los principales escritores e intelectuales argentinos apoyando, como todo indica, la sugerencia de Hidalgo, siguieron impasibles los discursos del fundador del futurismo). Evidencia lo anterior esta noticia de La Vanguardia que se repetiría, con sus matices, a lo largo de todo el itinerario de Marinetti en Argentina: “Marinetti. Su primera conferencia ha sido un rotundo fracaso”.
Alberto Hidalgo, entonces, no fue sólo un animador, sino que colaboró sustancialmente en el desarrollo de la vanguardia argentina, la que permitiría –una vez pasada la efervescencia de los “ismos”– la construcción de lo que podría llamarse una literatura nacional en el país que “adoptó” al poeta y escritor arequipeño. Hidalgo registro así en su Diario de mi sentimiento la actuación que desarrollara en los años de la importante vanguardia rioplatense: “Ricardo Güiraldes, que estaba a mi derecha y Borges, que estaba a mi izquierda; Marechal, por un lado y Paco Luis Bernárdez y Nicolás Olivari, por otro; estos cinco hombres que están conviviendo conmigo los días de la evolución más importante que hayan sufrido las letras argentinas después de Rubén Darío; estos cinco hombres que son quizá los cinco más altos espíritus de la presente generación y a los cuales debo gratitud perpetua por como apuntalan con su talento mi gestión revolucionaria desde la

Revista Oral”.
Alvaro Sarco
Editor del libro De muertos, heridos y contusos. Libelos de Alberto Hidalgo. Estudió Literatura en la UNMSM.


NOTAS

[1] Según Antonio Requeni en Las peñas literarias de Buenos Aires, la peña bohemia y artística se instaló en los populares cafés y cervecerías porteñas con la llegada de Rubén Darío, “quien importó esa costumbre tras sus vagabundeos por los cafés literarios de París y Madrid”. Así, las peñas de escritores, periodistas y artistas proliferaron después de la partida de Darío de Buenos Aires en 1898, quien frecuentó algunas de ellas en sus posteriores visitas de 1906 y 1912. Cabe recordar que la peña o café literario era una tertulia de artistas agrupada alrededor de un escritor de renombre.

[2] En relación con nuestro medio, sostiene Mirko Lauer en La poesía vanguardista en el Perú: “En general, los vanguardistas peruanos (con la excepción de Hidalgo desde Buenos Aires) nunca se sintieron demasiado cómodos en el vanguardismo, pues la realidad y el temperamento de la burguesía y las capas medias los alejaban de lo europeo no hispánico, de lo tecnológico, y en general de la modernidad industrial de aquellos años”.

[3] Semejante antagonismo no fue del todo irreconciliable, y al parecer tampoco no fue tan espontáneo, sino que habría respondido también a un calculado recurso en la búsqueda de propaganda. Como prueba de lo primero, es decir que tal discordia no llegó a ser insalvable (y más allá de que algunos de sus miembros, como Enrique Amorim, alternaron en uno y otro bando), basta con recordar que tales grupos se unieron para refutar una declaración de La Gaceta Literaria de Madrid. En ella se afirmaba que el meridiano intelectual de Hispanoamérica pasaba por la capital española. En una humorística respuesta, escrita en lunfardo para acentuar el localismo, los escritores argentinos trasladaron tal meridiano a Buenos Aires.

[4] Martín Fierro duró de 1924 a 1927. En el número 4, Oliverio Girondo publicó el manifiesto del grupo que, entre otras cosas, decía: “Frente a la impermeabilidad hipopotámica del ‘honorable público’. Frente a la funeraria solemnidad del historiador y del catedrático que momifica cuanto toca […] Frente a la ridícula necesidad de fundamentar nuestro nacionalismo intelectual, hinchando valores falsos […] Frente a la incapacidad de contemplar la vida sin escalar las estanterías de las bibliotecas: MARTIN FIERRO siente la necesidad imprescindible de definirse y de llamar a cuantos sean capaces de percibir que nos hallamos en presencia de una nueva comprensión que, al ponernos de acuerdo con nosotros mismos, nos descubra panoramas insospechados y nuevos medios y formas de expresión [...] Martín Fierro sabe que ‘todo es nuevo bajo el sol’ si todo se mira con unas pupilas actuales y se expresa con un acento contemporáneo”.

[5] Otras publicaciones de vanguardia en Argentina fueron: la revista mural Prisma (1921), Proa (1922), y Martín Fierro (1924), esta última, la más importante revista de la vanguardia rioplatense. Entre las revistas de orientación “socialista” estuvieron: Los Pensadores (1922), Extrema izquierda (1924), y Claridad (1926).

[6] Apunta al respecto Augusto Elmore en su Genio y figura de Alberto Hidalgo: “Allí [en Buenos Aires] creó la más que célebre ‘Revista Oral’, bautizada así por él en virtud de que consistía en pasar revista a todos los temas literarios, pero no en forma escrita sino verbal. Se llevaba a cabo en el famoso café Keller, e Hidalgo, además de ser su inspirador, fue su principal animador. En ella participaron los principales intelectuales de su época, con los que el poeta peruano solía polemizar. Allí estuvo, cómo no, Jorge Luis Borges, a quien por cierto, se ocupó también de vilipendiar”.

[7] En 1928, por ejemplo, en Pulso, revista del arte de ahora, publicación dirigida por Hidalgo que alcanzó los seis números, escribieron miembros de Boedo y de Florida, como Roberto Arlt, Raúl González Tuñón, Macedonio Fernández o Leopoldo Marechal.

[8] Leopoldo Marechal recuerda otra anécdota que ilustra el tono festivo de aquellos años: “Tuvimos también momentos felices, como el de la inauguración de la sede de Martín Fierro en un segundo piso de Florida y Tucumán. Aquella noche los martinfierristas cambiaron el ritmo de la ciudad: Evar Méndez y yo, entre otros, llevando a Norah Lange en una silla confiscada a un café, descendimos al sótano del Tortoni, sede –a nuestro juicio– de todo el pasatismo local; Oliverio Girondo se puso a dirigir el tránsito en la esquina de Callao y Corrientes; Francisco Luis Bernárdez, con un editorial injurioso para los oyentes, disolvió la Revista Oral que el poeta de Arequipa, Alberto Hidalgo, dirigía en el Royal Keller”.

9] Célebre peña literaria madrileña presidida por Ramón Gómez de la Serna y por la que Hidalgo pasaría a comienzos de la década de 1920.

[10] Todo indica que fue Macedonio Fernández quien creó esa especie de “género literario” como fue el ofrecimiento de banquetes a personalidades.

[11] Estuardo Núñez explica así el distanciamiento de Hidalgo del futurismo en Alberto Hidalgo o la inquietud literaria: “… la tónica ‘futurista’ en la poesía de Hidalgo fue desvaneciéndose con los años. Con su fina sensibilidad comprendió el poeta las pocas posibilidades de creación propia que existen en seguir la línea de movimientos extraños. A medida que su genio poético fue madurando, pudo comprender también que el ‘futurismo’ tomaba un sesgo político contrario a sus convicciones políticas. Mientras el ‘futurismo’ se transformaba en un movimiento político de afinidad al fascismo, Hidalgo fue conformando una modalidad poética más personal, el ‘simplismo’. Imprimió a su obra otros rumbos más humanos y menos febles y creaba su propia escuela, afín al cubismo y al creacionismo contemporáneo. En esa actitud, abjuraba implícitamente de la anterior adhesión entusiasta y juvenil a la escuela de Marinetti”.

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2 comentarios:

  1. Bueno, se amplió el Río de la Plata hasta el Perú. Pero con justa razón . _Este autor vivió Buenos Aires como uno de nosotros, junto a grandes de su época. Participó en las contiendas de los grupos Boedo y Florida, pero principalmente se " sintió" un rioplatense con sus cáfes, los amigos, y sobre todo por haber participada de una vanguardia literaria, que, como toda vanguardia, los pares la niegan y luego la posteridad la pondera.
    Este comentario ( subrayado porque mi máquina está loca ), surge como reflexión del artículo, ya que no conocía al autor.

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  2. Hace muchos años entre en contacto con un libro de Alberto Hidalgo que me gusto particularmente:"Antologia Personal." A traves de esa obra lo descubri como un talentoso poeta. Hay alguna posibilidad de que se pongan en Internet poesias de Alberto Hidalgo? (si ya estan, por favor, podrian indicarme como hallarlas?). Algunos ejemplos "Papa," "Poemas con ausencia," "Omnibus" "Elogio" y tantos otros cuyos nombres ahora escapan de mi memoria -lamentablemente el libro se perdio y no pude recobrarlo-
    Si mi pedido fuera posible, lo agradeceria profundamente.
    Debora

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