Estas páginas están consagradas a los grandes creadores de la literatura rioplatense, y a los hechos culturales y sociales emparentados con la literatura y la historia, y con Roberto Arlt y Juan Carlos Onetti, dos mitos, dos gigantes.
sábado, 25 de julio de 2009
CARLOS DE LA PÚA. PERIODISTA Y ESCRITOR
Por Nicolás Olivari
Carlos Muñoz del Solar, más conocido como Carlos de la Púa o simplemente como el Malevo Muñoz, nació en La Plata en 1898 y falleció en Buenos Aires el 5 de mayo de 1950. Comenzó sus trabajos como escritor colaborando en la revista "El Hogar", luego en 1925 se incorporaba a diario Vespertino "Crítica" de Natalio Botana. Publicó un único libro: La crencha engrasada (1928), considerado la obra máxima de la lunfardía. Fue guionista de Tango (1933), una de las primeras películas sonoras del cine argentino, y dirigió otras dos: Galería de esperanzas (1934) e Internado (1935).
A medida que pasan los años se acrecienta el renombre de Carlos de la Púa, auténtico, puro, poeta popular porteño. En sus versos deberán ir a abrevar los historiadores, los filólogos, los rastreadores de la semántica, cuando se haga el gran libro que compendie la fisonomía sentimental y sicológica de Buenos Aires, ciudad que pareciéndose a todas las grandes ciudades del mundo no es parecida sino a ella misma, en su pasado y en su presente. Ciudad única que tiene sus cantores únicos en los letristas de tango que impusieron un modo distinto de hablar, dentro del español, y al que Jorge Luis Borges, con real coraje porteño, osó llaman el idioma de los argentinos. El principal poeta popular -es decir: con lenguaje popular en su entero vuelco emocional hacia la gran ciudad, en sus expresiones de un pasado que nunca será remoto- fue indudablemente Carlos de la Púa. Y lo fue con su único libro: La crencha engrasada.
Su lenguaje es a veces crudo pero nunca ofensivo. Es el lenguaje de la calle, del malecón, de la cancha de fútbol. Creo que, en realidad, es el lenguaje de la vida tumultuosa, verídica, exacta, cabal, que se vive, se siente y se sufre. A través de mis recuerdos, de la amistad que nos unió y de la admiración que sobrevive, éste es Carlos de la Púa.
Me parece verlo todavía, cruzando con enfundado paso de cachalote los corredores del viejo diario Crítica, en la casa de la calle Sarmiento, donde iniciaba en el periodismo una generación especial en su brillo y trascendencia y que recalaba de la literatura de vanguardia aglutinada en las revistas de esa época: Proa y Martín Fierro. El Malevo Muñoz, como también se lo llamaba, ya estaba en la casa cuando nos hacíamos periodistas, siendo poetas y escritores, entre otros, Enrique y Raúl González Tuñón, Horacio Rega Molina, Pablo Rojas Paz, Alberto Pineta, Roberto Arlt, Ulyses Petit de Murat, Sixto Pondal Ríos, Santiago Ganduglia y el que esto escribe.
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La canción del espiante - recita Julián Centeya
Su verdadero nombre, eclipsado por ese rotundo Malevo Muñoz que seguramente venía de su manera de Ser, entre desdeñosa y disciplente, en su modo de hablar lacónicamente porteño, era Carlos Muñoz del Solar, y la resonancia de este apellido habla de una cuna que él podría denominar bacana y lo era. Una bohemia sanguínea lo llevó a la calle en edad temprana y allí debe haber recibido el agua lustral de su nuevo bautizo, agua detenida junto a la vereda en aquellos años de después del Centenario.
También se lo llamaba indistintamente Carlos de la púa, seudónimo con el que firmó su libro. Este nombre alarga, a la vez que condensa, otro aspecto porteño de Muñoz, porque "púa" es la aguda punta del acero, el pincho, el suncho que aguza o el ingenio o el coraje en el habla popular.
Alguien -Carlos de la Púa fue siempre pudoroso de su pasado y no lo notició- dijo que él, con una gorda culebra variopintada a modo de bufanda sobre el cuello, pregonaba las excelencias de su grasa para evitar la caída del cabello. Menester ciudadano de la picardía que lo estregaba ya al riesgo de la calle, en su muy amada ciudad de Buenos Aires. La que debió estratificarse en sus versos estupendos, en ese libro que tiene un título de pórtico definitorio: La crencha engrasada. El volumen que se imprimió en su primera edición en 1928 lo fue merced a la generosidad de don Eduardo Dughera, llamado El Diente, en otro certero bautizo de la calle. Era el nunca olvidado revendedor de Crítica, animador de sus páginas, amigo nuestro. Su mano se abría con un crujiente billete para tapiar las hendijas vitales de nuestra siempre urgente bohemia. Por eso el Malevo dedica el libro a Dughera. Pero en la mitad -me parece estar viéndolo- su generoso corazón se lo detuvo en la mano y estampó una segunda dedicatoria que me concierne de muy de cerca y que todavía, a pesar de las hojas del almanaque caídas, agarrota mi garganta en un frunce de emoción antañona. Dice así la dedicatoria: "A mis rivales en el cariño de Buenos Aires: Nicolás Olivari, Raúl González Tuñón y Jorge Luis Borges".
El libro no tuvo mucho éxito inmediato, salvo entre nosotros. César Tiempo, justo es reconocerlo, lo incluyó junto a todos los poetas de vanguardia de entonces en su memorable Antología de la poesía argentina, ordenada en colaboración con Pedro Juan Vignale. Pero los literatos jailafes, los académicos, los demás, no sintieron la fuerza tremenda de sus estrofas, duras y tiernas a la vez, en ese panegírico exaltado de sus héroes, esa cadencia villoniana de sus expresiones, ese trazado de mapa sobre el perímetro sentimental ciudadano, arrimando a los ojos los personajes fallidos, a los perdidos, a los funámbulos, dentro de la gran corte celestial de los milagros porteños.
Juan Cedrón y Héctor Alterio - La crencha engrasada (1965)
Poemas lunfardos de Carlos de la Púa recitados por Héctor Alterio y cantados por Juan Cedrón. Dos volúmenes con alguna deficiencias de audio pero de un alto valor documental, incluye tapas. (Rapidshare)
Descargar volúmen 1 (27 Mb)
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El fue quien coronó definitivamente a la musa rea con la gran tiara formal y esdrújula, concluyendo un cielo que comenzaron honestamente los otros poetas menores. El Malevo Muñoz fue el bardo sintetizador y perfecto, porque su libro -su único libro- es definitivo y concluyente y no se le puede encontrar desperdicio ocasional, ripio maloliente, traición a los suyos, infidelidad alguna. Muy pálida puede parecer esta afirmación si no la confrontamos con sus versos impares en nuestra literatura de bajo fondo. Bueno, esto de bajo fondo lo uso como definición y ubicación y nunca con acento peyorativo, porque vale tanto como decir alto nivel u otra macana por el estilo. Lo que vale por sus cabales es el contenido y su despliegue hacia el reconocimiento sentimentalmente topográfico de una ciudad como la nuestra, cuyo cosmopolitismo de puerto franco tenía que ser cuajado en lo desgarrado de la imagen, en la tenaza de la metáfora como solamente el Malevo Muñoz pudo hacerlo.
La vida azarosa, pintoresca, de nuestro querido Malevo necesitará algún día tener su cronista informado y minucioso. De su vida podría extraerse una gran novela picaresca del Buenos Aires ido. Allí estaría como un gran bonzo del porteñismo rodeado por los increíbles tipos que conocía, amaba, auxiliaba y que le formaban una especie de corte de los milagros casi increíbles si no hubiera existido. De sus anécdotas, lo mismo. Las recuerdan devotamente sus amigos, que son innumerables y fuera de serie: boxeadores de nariz aplastada, corredores de comercio vitivinícola, algún carrero jubilado, jockeys viejos, ladrones en reposo, quinieleros en faena, músicos tangueros, poetas de veras, periodistas con mosto, canillitas canosos y también ¿por qué no? cualquiera que haya estado en la Tierra, como se decía antes, y no de turista.
Un aire insolente, de prepotencia, sobrador, flota como niebla matutina en cada línea del Malevo. Es el empaque taura del porteño de antes, elegante y displicente, que se sabía dueño de su empedrado y de su baldosa, de su cortada y de su farol. Miraba la vida desde el estaño de los mostradores esquineros y juzgaba la cosa y las cosas con su filosofía especial, entre nihilista y desaprensiva, hombros encogidos en una especie de manfichismo suicida, porque es él quien había dicho catalogando hechos y personas, hombres y mujeres, con el certero trazo de una carbonilla imborrable: tras cartón está la muerte.
Para el final, una anécdota. Estaba ya muy enfermo. Su amigo, el escritor Helvio Botana, hijo de don Natalio, lo visitaba casi todos los días. Helvio acababa de convertirse al catolicismo después de largos años de tonto ateísmo. En una de esas periódicas visitas le dijo:
-Malevo, no es que quiera asustarte pero en todo caso conviene quedar bien con Dios. ¿Me dejás que te traiga un sacerdote?
El Malevo en su semisopor, entendió y trabajosamente dijo:
-Si, total... siempre conviene tirarse un lance.
Fuente: www.poesiaeljabali.com.ar | Imagen: Carlos de la Púa por Sábat, Diario Clarín, 1987
El lunfardo rioplatense
Por Jorge B. Rivera [de "500 Años de la Lengua en Tierra Argentina"]
Entre marzo y abril de 1879 un ex empleado policial, Benigno B. Lugones, publicó en el diario La Nación de Buenos Aires dos trabajos curiosamente titulados "Los beduinos urbanos" y "Los caballeros de la industria", en los que recogía parte de su experiencia profesional con el mundo del hampa. Con el tiempo, ambos textos se convirtieron en precursores de los estudios o relevamientos de una jerga que se estaba construyendo por entonces en ambas orillas del Río de la Plata, y a la que se conocería con el nombre de lunfardo, o léxico aparentemente circunscripto, por aquellos años, al ambiente del delito.
La curiosidad por el lunfardo sería testimoniada poco más tarde por Antonio Dellepiane en El idioma del delito (1894), y por José S. Alvarez -el popular "Fray Mocho"- en sus Memorias de un vigilante (1897), mientras que la misma especie comenzaría a extenderse por la sociedad, enriquecida por renovadas creaciones y aportes lingüísticos, hasta convertirse en una suerte de lengua "vulgar", gradualmente alejada de sus primitivos orígenes hamponescos y marginales, y en el vocabulario por excelencia de saineteros, poetas populares y autores de letras de tango, empeñados en recrear ciertos ambientes y clichés lexicales vinculados con los mundos del arrabal y el conventillo.
Mezcla compleja de viejos modismos técnicos del hampa, de voces de la germanía y el caló, de vocablos dialectales de origen itálico, de arcaísmos y de creaciones propias de la dinámica del, castellano rioplatense, además de contribuciones de muy distinta procedencia (porteñismos, argentinismos, americanismos, brasileñismos, etc.), el lunfardo aparece identificado con esta denominación ya a comienzos de los años 1880, como vehículo lexical vigorosamente expansivo, y no sólo como coloratura verbal de minúsculos bolsones sociales.
Por esa razón se lo percibe y evalúa con creciente alarma hacia el '900, especialmente en la crítica erudita de intelectuales como Ernesto Quesada -el de El criollismo en la literatura argentina (1902)- y Miguel Cané -uno de los fundadores y decanos de la novedosa Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires-, quienes señalan sin complacencias su peligroso advenimiento y desarrollo entre nosotros, aunque ambos se refieren no sólo al lunfardo específico, sino (y tal vez con mayores prevenciones) a la expansión complementaria de una especie más general como la jerga "criollo-compadrito-orillera", que se habla en los suburbios (localización un tanto imprecisa, pero que responde a los patrones sociológicos de la época) y comienza a ganar terreno inclusive entre los sectores más cultivados e insospechables de contaminación.
En los cuarenta años que van de 1890 a 1930, a pesar de estos reparos y cautelas, el vocabulario o las marcas del lunfardo aparecen de manera adventicia en muchos autores de época, como Juan A. Piaggio, José S. Alvarez, Antonio B. Masiotti, Nemesio Trejo, Carlos Mauricio Pacheco, Santiago Dallegri, Félix Lima, Evaristo Carriego, etc., y se convierten en veta especializada y constante en poetas o cronistas "lunfardescos" de los años 10 y 20 como Bartolomé Aprile, Angel G. Villoldo, "Yacaré" (Felipe H. Femández), "Carlos de la Púa" (Carlos R. Muñoz), Celedonio E. Flores, Pascual Contursi, "Dante A. Linyera" (Francisco B. Rimoli), Alberto Vacarezza, "Iván Diez" (Augusto A Martini), "Last Reason" (Máximo Teodoro Sáenz), etc.
Una mención sumaria de la poesía "lunfardesca" no puede prescindir de auténticos clásicos del género como Versos rantifusos de "Yacaré", La crencha engrasada (1928), de "Carlos de la Púa", Chapaleando barro (1929), de Celedonio E. Flores, Arrabal salvaje (1938), de Bartolomé R. Aprile, Sangre del suburbio (s/f), de "Iván Diez", y Semos hermanos, de "Dante Linyera".
En un texto paradigmático de la literatura "lunfardesca" -"Musa rea"- Celedonio Esteban Flores fundamentaba de este modo la peculiar estética de su poesía:
No tengo el berretín de ser un bardo
chamuyador letrao ni de spamento;
yo escribo humildemente lo que siento
y pa escribir mejor lo hago en lunfardo.
Yo no le canto al perfumado nardo
ni al constelao azul del firmamento,
yo no busco en el suburbio sentimiento
¡Pa cantarle a una flor, le canto al cardo!
Y porque embroco la emoción que emana
del suburbio tristón, de la bacana,
del tango candombero y cadencioso.
Surge a torrentes mi mistonga musa:
¡Es que yo tengo un alma rantifusa
bajo esta pinta de bacán lustroso!
En otro texto no menos clásico -el diálogo entre Don Antonio y el criollo Aberastury en Tu cuna fue un conventillo (1920)- Alberto Vacarezza apunta con humor las siguientes observaciones del sorprendido inmigrante italiano frente a la demoledora versatilidad del lunfardo (algo que los lingüistas expresan de otro modo al hablar de la velocidad con que se deterioran y renuevan las "insinuaciones semánticas" de los slangs):
Aberastury: ...pare la oreja
y siga el procedimiento
sin alterar la receta...
Usté catura al mosaico
Don Antonio: ¿El qué?...
Aberastury: El mosaico, la percha,
el rombo, la nami, el dulce,
la percanta, la bandeja...¿Manya? ...
Don Antonio: ¡Ah!...Sí...sí. Ya te comprendo...
Qué abondante e la lengua
castellana...Lo mosaico,
lo zaguane, la escopeta,
con cualquier cosa se dice
la mojiere...
Aberastury: La cata a ella...
no bien la vea pasar
le bate de esta manera...
¡Che, fulana, parate ahí!...
Y en cuanto ella se detenga,
usté se le acerca y le hace
este chamuyo a la oreja...
Papirusa, yo te roequi...
Don Antonio: ¿Yo te qué?..
Aberastury: ¡No sea palmera!
Yo te roequi es yo te quiero
al revés...
Don Antonio: ¡Ah! Qué riqueza
de idioma... Cuando no alcanza
hasta te la danno vuelta...
¡Assasino de Quevedo
e Cervantes de Saavedra!...
Más que la folletería "lunfardesca" (e inclusive el sainete), fueron las letras de tango, a partir de las primitivas letrillas de Angel G. Villoldo, pero especialmente desde la letrística iniciada por Pascual Contursi en 1917 con "Mi noche triste", las que cumplieron un persistente papel legitimador y difusorio en relación con la lexicología "arrabalera ". Autores como Contursi, Celedonio E. Flores, Mario Battistella, Enrique Cadícamo, Armando Tagini, Enrique Santos Discépolo, etc., contribuyeron entre 1917 y 1928 a ese proceso, con letras de clara tonalidad lexical como "Flor de fango", "Margot", "El motivo", "Mano a mano", "Pinta brava", "Gloria", "Muñeca brava", "Esta noche me emborracho", "Chorra", etc.
Desde los primeros acercamientos testimoniales o críticos, como hemos visto, se insistió en vincular a esta especie lingüística con los territorios de la marginalidad y el delito. Para muchos autores, sin embargo, el lunfardo no es en puridad jerga hamponesca, sino un argot nacido en el Río de la Plata por razones que pertenecen más al campo de la lingüística propiamente dicha que al del prejuicio o del reduccionismo sociologista, que presidió invariablemente las primeras evaluaciones del fenómeno. Un argot nacido a mediados del siglo pasado, que se fue renovando y ampliando según leyes de constitución y desarrollo propias de las hablas urbanas, y que a lo largo de su vida histórica -no registrada en los diccionarios usuales- extendió su influencia a la vida cotidiana, los usos literarios, el trato familiar, etc., hasta el punto de constituir una peculiaridad profundamente arraigada en muchas esferas.
El interés de investigadores y estudiosos en relación con el lunfardo ha sido fecundo y continuado. Especialistas como Luis Soler Cañas, Enrique Ricardo Del Valle,]osé Gobello, Mario E. Teruggi, ]osé Barcia, Luciano Payet, Fernando H. Casullo, León Benarós, Juan Carlos Guarnieri, Luis C. Villamayor, Amaro Villanueva y Fernán Silva Valdés, entre muchos otros, le han dedicado ensayos, vocabularios e inclusive libros orgánicos y bien informados. Un signo de esta sistemática preocupación lo constituye, a fines de diciembre de 1962, la fundación de la Academia Porteña del Lunfardo, nacida (bajo el lema "El pueblo agranda el idioma") con la finalidad de propender al estudio del lenguaje y la literatura populares porteños.
En una declaración fechada a un año de su creación, la Academia sostenía que "El idioma nacional no se corrompe; por el contrario, se enriquece con el aporte de argentinismos y regionalismos, entre los que contamos los porteñismos y lunfardismos. La Real Academia de la Lengua va recogiendo, en su léxico oficial, muchas voces populares, sin considerar suficiente motivo para impedirlo el origen germanesco o gitano de aquéllas. La Academia Porteña del Lunfardo considera que ha de procederse en forma semejante con gran número de argentinismos, regionalismos y porteñismos de uso popular y literario. Pero sostiene, asimismo, que debe preservarse intacta la sintaxis española, columna vertebral del idioma nacional, y proscribirse la caprichosa deformación de vocablos a que se consagra cierta publicidad tan escasa de imaginación como de buen gusto". Desde su creación la Academia editó boletines lexicográficos, organizó una biblioteca de la especialidad, compiló bibliografías, exhumó la producción o la figura de autores olvidados, expidió acuerdos, produjo comunicaciones sobre aspectos relacionados con el lenguaje popular, realizó numerosas actividades de carácter cultural y artístico relacionadas con el tema y se propone editar un diccionario de lunfardismos y porteñismos.
Fuente: www.creadoresargentinos.com.ar
El malevo de la crencha engrasada
La crencha engrasada
Poemas bajos
[subtítulo original]
Carlos de la Púa
[Carlos Raúl Muñoz del Solar, 1898-1950]
1ª edición, Buenos Aires, 1928
Nota: Al final del texto de los poemas se añade un breve vocabulario lunfardo, especialmente aplicado al léxico que aparece en este libro. [nota original del libro]
Edición digital: Buenos Aires, 2005; El Ortiba - www.elortiba.org
LA CRENCHA ENGRASADA
Fidelidad
Ciudad,
te digo la frase guaranga del caló
para hacerte más mía, para hacerte más íntima...
Para que no perciban su porteño sabor
los que llevan la mugre del espíritu gringo.
Barrio Once
Para vos, Barrio Once, este verso emotivo
con un cacho grandote de cielo de rayuela.
Yo soy aquel muchacho, el fulback de Sportivo
Glorias a Jorge Newbery, que alborotó la escuela.
Yo soy aquel que al rango no erraba culadera,
que hizo formidables proezas de billarda.
Rompedor de faroles con mi vieja gomera,
tuve dos enemigos: los botones y el guarda.
Y, los bolsillos bolsas de bochones y miga,
llené toda la calle de repes y de chante.
¡Mi bolita lechera!... ¿Dónde andarás, amiga?
¡Y aquella mil colores, cachusa y atorrante!
Se fueron con el viejo pepino corralero,
el terror de los trompos, mi trovero baqueano.
Partía las cascarrias con su púa de acero
y a las chicas del barrio les zumbaba en la mano.
Se fueron con los cinco carozos de damasco
de mi ainenti querido... ¡Payanita primera!
Si te habremos jugado con el grone y el vasco
y con Casimba, el hijo de la bicicletera.
Barrio mío, donde garabatié con tiza
robada del colegio: ¡Yo la quiero a Adelita!
¡Abajo el Cachirulo! ¡Boicot al Pataliza!
El que le lee esto es un... Toto afila con Lita.
Barrio mío, donde quedara abandonado
el simbólico tejo diezañero y querido,
hoy -que en esta quiniela del vivir voy sobrado-
tu recuerdo me abuena como un verso sentido.
Tu recuerdo es el gol que me da la victoria...
Porque he jugado mucho, miro claro la vida...
Barrio mío, en tus calles, está toda mi historia.
Es una piedra-libre y una gata-parida.
Barracas
LINEA 9
Era un boncha boleao, un chacarero
que se piyó aquel 9 en el Retiro:
¡nunca vieron esparo ni lancero
un gil a la acuarela más a tiro!
Eran polenta el bobo y la marroca,
y la empiedrada fule, berretín.
De un grilo una casimba daba boca,
y un poco la orejeaba el chiquilín.
El ropaé que acusa ese laburo
trabucó bien al boncha de culata,
pero el lancero trabajó de apuro
y de gil casi más mete la pata.
Era un bondi de línea requemada
y guarda batidor, cara de rope...
¡Si no saltó cabrón por la mancada
fue de chele no más, de pudo dope!
"TRADUCCION" Boncha es el revés silábico de chabón, en este contexto boncha boleao significa ingenuo, tonto. Chacarero es habitante de las chacras, campesino; piyar es tomar, subirse. El chacarero subió a un transporte público, un omnibus (colectivo argentino) de la línea número 9 en la estación Retiro.
Lancero es el ladrón punguista, quien "lancea" (introduce subrepticiamente los dedos en V en los bolsillos ajenos). Esparo es el ayudante del lancero, quien "ayuda" molestando al "punto", empujándolo, tocándolo, para que el lancero haga su tarea. Gil a la acuarela más a tiro significa que la víctima estaba "servida en bandeja", muy fácil para robarle.
"Era polenta el bobo": bobo es reloj, polenta quiere decir que es auténtico y de calidad, porque tiene el color del oro; marroca es cadena, estamos hablando de tiempos en que los hombres usaban chaleco y relojes con cadenas.
La empiedrada es un anillo baratija de piedra ordinaria; fule: fulero, de mala calidad; berretín: berreta, ordinario. De un grilo una casimba daba boca: de un bolsillo asomaba el borde de una billetera; y un poco la orejeaba el chiquilín: asomaba por el bolsillo chico (chiquilín) del chaleco.
Ropaé es el vesre deformado de esparo, ayudante, como se ha dicho, del lancero; trabucó bien al boncha de culata significa que molestó muy bien al chabón (el sujeto) desde atrás, pero el ladrón verdadero -el lancero- se apuró, hizo mal su tarea... y casi fue descubierto.
Un bondi de línea requemada significa un colectivo (ómnibus) sospechado de transportar ladrones... y el sospechador justamente era en este caso el guarda (antiguamente había conductores y guardas, aunque parezca extraño hoy en día).
Guarda cara de perro: guarda bravo, buchón, ortiba, que si no acusó y descubrió al ladrón fue de chele, vesre de leche: suerte; de puro dope: de puro pedo.
En fin, como ves es un poema de ladrones. Precisamente la segunda parte de La crencha engrasada se refiere a "los laburos": las distintas "especialidades" de los amigos de lo ajeno.
Barracas,
desde el altar malevo de tus pescantes
se desmorona la compadrada,
la compadrada de antes.
Barrio corralonero que en tiempos idos
saíías de tus pagos a ensartar corazones,
tirando besos en los chasquidos
de tus látigos compadrones.
Un cuarteador, un pingo y un recao,
y la tripa de un lazo hasta un carro encajao
eran las armas de tu escudo.
Tu lema fue el puntazo agudo
de un piropo inspirao.
Tus minas, hermosas de tradición,
hicieron famosos tus carnavales,
donde al compás de los puñales
tayaba fuerte el corazón.
Viejo barrio porteño,
lo nuevo te queda estrecho
y lo moderno sienta mal.
A tus casas, bajas de techo,
y a tus patios amplios de arrabal.
Barracas,
barrio de peso, barrio crioyo,
no reculás un tranco de poyo
con la invasión del progreso.
La cortada de Carabelas
Reñidero mistongo de curdas y cafañas,
de viviyos de grupo y de vivos de veras,
la cortada es el último refugio de los cañas
y la cueva obligada de las barras nocheras.
Barajada en el naipe de las calles centrales,
Carabelas es la carta más brava del asfalto.
Su abolengo ranero lo tiene por cabales
y a pesar del ambiente lo conserva bien alto.
El mejor elemento de vida cadenera
pasó por sus boliches tranquila y respetada,
desde la mina aquella de reloj pulsera
a la grela oriyera de la crencha engrasada.
En sus rantes bulines han truqueado, broncosas,
las barras más temibles de los tiempos pasados
y sus viejas paredes presenciaron famosas
peleas que dejaban cuatro a cinco tajeados.
La clásica encordada de los grandes cantores
deschavaron sus penas en sus piringundines,
volcando la milonga como un ramo de flores
en medio de las broncas y de los copetines.
Hoy la vieja cortada tiene nueva la pinta,
pero flota en su ambiente esa vida pasada
como flota en el cuello de la viola la cinta
que pusiera prolija la mano enamorada.
Puente Alsina
Puente Alsina,
sos como un tajo en la jeta de la ciudad.
En tus organitos se añejan los tangos
y te comés la cana por capacidad,
como los guapos.
Viejo Puente
donde se engrupen el dolor y el amor
con aguardiente.
Boliche del Mostrador,
donde nunca ha tomado un delator
ni un alcagüete.
Puente Alsina,
sos el cuadro bravo de la ciudad
y, aunque en tus esquinas se destiñe el piropo,
en tus chatas cadeneras todavía llevás
el nombre de la grela que te quiso un poco.
Academia del fango,
colegio del reaje,
donde tus hombres aprendieron a multiplicar el coraje
y tus minas a deletrear el tango.
Puente Alsina,
de la uña cachusa
a fuerza de probar el filo de los puñales,
para la chiruzada de tus barriales
cantó ya la lechuza.
Bajo Belgrano
Barrio de timba fuerte y acomodo,
pasional de guitarras altiyeras,
yo he volcado el codo
de todas tus esquinas
con una potranca rea, Josefina,
que hoy se inscribe en los hándicaps de fondo.
Bajo Belgrano, sos un monte crioyo
tayado entre las patas de los pingos.
Creyente y jugador, palmás el royo,
rezando y taureando
en la misa burrera del domingo.
Y antes que porteño sos crioyo viejo
y barajás veinte palabras en inglés
-pursang, race, horse, pedigreé-,
salpicadas de aracas y canejos.
Patios de stud
curados de valsecitos viejos
y de tangos del sud
que vienen tirando la bronca desde lejos.
Portones
con ramos de morochas
a punto de dulzura.
Yo sé de una... ¡me cacho!,
prepotente y diquera,
que lleva la mirada de todos los machos
en la cintura,
como un revuelo de moscas bosteras.
Bajo Belgrano
patria del portón,
sos un barrio
querendón.
Y regalás a las pibas estuleras,
que se pasan bordando los mandiles
para el crack que después resulta un cuco,
el ramito de flores oriyeras
que crece en la maceta de tus trucos.
Los bueyes
Vinieron de Italia, tenían veinte años,
con un bagayito por toda fortuna
y, sin aliviadas, entre desengaños,
llegaron a viejos sin ventaja alguna.
Mas nunca a sus labios los abrió el reproche.
Siempre consecuentes, siempre laburando,
pasaron los días, pasaban las noches
el viejo en la fragua, la vieja lavando.
Vinieron los hijos. ¡Todos malandrinos!
Vinieron las hijas. ¡Todas engrupidas!
Ellos son borrachos, chorros, asesinos,
y ellas, las mujeres, están en la vida.
Y los pobres viejos, siempre trabajando,
nunca para el yugo se encontraron flojos;
pero a veces, sola, cuando está lavando,
a la vieja el llanto le quema los ojos.
La canción de la mugre
Mi macho es ése que ves, ¡pinta brava!
de andar candombe y de mirar tristón.
Su pañuelo oriyero lo deschava
y lo vende su funyi compadrón.
Milonguero, haragán y prepotente,
mancusa al vesre y pasa a lo bacán.
Las horas las divide entre el far-niente,
la timba, la gayola y el gotán.
Ortivan los otarios de yuguiyo
que me insulta, me casca y cafichea.
¡Mejor! De ellos me tira su bolsiyo,
y de mi macho, todo lo que sea.
Remanyado canchero en la avería,
su vida de malevo es un prontuario.
Él me enseñó las dulces pijerías
para engrupir debute a los otarios.
El precio de mi cuerpo en los amores
le da chele en su vicio, el escolazo,
y aplaca como nada los furores
que me anuncia casi siempre el cachetazo.
¡Ése es mi hombre! Canallesco, inmundo,
es mi vida, mi morfi, mi pasión.
No lo cambio por todo lo del mundo...
Sus biabas me las pide el corazón.
Melena
Nadie podrá matar, sin jugarse, ese punto
que acusó tu osadía de rebelde y de guapo.
La amargura fue un tejo que en tu vida hizo sapo
y la bronca una rea, que amarrocaste junto.
Mala suerte fue en curda tu querida a la fuerza:
te tatuó con sus besos en el ocio canero,
y a pesar de tu yapa de bondad, con la merza
escolaseaste el vento de la audacia, cabrero.
¡Malandrín! ¡Primer agua! Entre todos los púas
van limando ese arco viejo de tu coraje
para grabar a punta de suncho en las cafúas
el nombre del más taura que conoció el reaje.
La ex canchera
La mina obligada de todos los púas,
la crioya canchera, fiel al arrabal,
la que despreciaba el oro del magnate,
la paica de ley,
la que a todo canero pecuniariamente
ayudó sin grupo, y le paró el buyón,
y además de pilcha y de pliego pa' indulto
le daba su amor,
la grela de línea, la taquera pura
que de pichibirla conoció el rigor
con aquel malevo de lengue y de faca,
o con otro peor,
la copropietaria del queco La Lula,
palanca con todos los púas de acción,
en cuyo cotorro volcaban los chorros
todo lo mejor,
hoy vieja, arruinada, con pilcha rasposa
-la que era de línea, la taquera fiel-,
salva la busarda junto a la cancela.
¡La chinche en el coco se le fue tal vez!
Cacho de recuerdo
Suelo a veces curda, cuando estoy de farra,
deschavar cantando mi vida ruflera:
entonce, en silencio, escucha la barra
una historia triste de mi compañera.
Compañera buena que engrupí pendejo,
mujercita gaucha que nunca fayó,
la que tenía en los ojos un dejo
de esta tristeza que hoy tengo yo.
Era mi cotorro bulín que reunía,
como en una cufa, la gente ranera:
el mate, la ñaca y el faso corrían
mientras la encordada entraba en carrera.
¡Tenidas de viola, tenidas materas
que aún las recuerdan los tauras bichocos,
siempre rechiflados con las milongueras
de hoy, que ni saben sonarse los mocos!
¡Qué dieran las grelas que tánto hacen roncha
por tener la pinta de Pepa la Vasca,
o aquellas agayas de la parda Poncha
que murió en gayola, rasca que te rasca!
¡Ambiente debute, que sólo el recuerdo
me trae un consuelo cuando estoy de farra!
¡Tenidas queridas, que del lado izquierdo
me clavás adentro, muy hondo, la garra!
Hoy todo se ha ido. Las grelas son grilas.
Los púas, froilanes que yiran de atrapa.
La merza, chitrulos, mangueros de gilas.
¡Los guapos de pogru la copan de yapa!
Ya todo ha finichio... Con la cocaína,
con las milongueras, con los mascafrecho.
¡Cómo no extrañarte, mi ambiente, mi mina!
¡Hoy estoy garpando todo el mal que he hecho!
El vago Amargura
Mandando a bodega su troli de vino
junto con la mugre de un bar mishiadura,
está siempre escabio el vago Amargura,
que en tiempos pasados fue un gran malandrino.
Cuentan los caneros que ha tiempo lo embrocan
que fue de los púas para la avería.
Hizo, prepotente, trabajos de bronca
pa' vivir al margen de la fulería.
Y aunque siempre tuvo minas retrecheras
que hacían las latas con facilidad,
tiró bien la lanza, y en giras burreras
forzó pateadores con felicidad.
Y, siempre al tanteo de lo que cuadraba,
todos los laburos se los repasó:
fue escruche, lancero, furquista de biaba
y por lerdo nunca jamás fracasó.
Hasta que una noche, ¡maldito bailongo!,
acaso en curdela, quizás el destino
con la fariñera le cortó el mondongo
a un gil, rechiflado por culpa del vino.
Entonces la yuta se arregló la cosa
vengando las biabas que d'él recibía
y por esa muerte, minga de alevosa,
pasó veinte años fuera de la vía.
Y volvió de Ushuaia con la conocida
tos envenenada que atrapa el canero,
y olvidando todo se engrupe la vida
mandando a bodega su troli cabrero.
Langalay
Vivió sacándole punta al coraje.
Prepotente y cabrero,
le gustaba clasificar los puntos del reaje,
y a los que no sabían guapear
les ponía cero.
Conocía el santo y seña del cuchiyo,
usaba taco alto
y escupía por el colmiyo.
Del cogote, como un escapulario,
le colgaba un prontuario
de avería.
(Al barrio de Las Ranas
hizo temblar con sus macanas.)
Hoy el progreso lo empujó para Villa Madero.
Una mina con cancha le sacó las virutas de cabrero
y el amor al hijo lo hizo amainar.
Sólo conserva de recuerdo un suncho
grabado en la tarimba de un plenario
con estas ocho letras bravas:
L a n g a l a y.
Hermano chorro
Hermano chorro, yo también
sé del escruche y de la lanza...
la vida es dura, amarga y cansa
sin tovén.
Yo también tengo un laburo
de ganzúa y palanqueta.
El amor es un balurdo
en puerta.
Con tal que no sea al pobre
robá, hermano, sin medida...
Yo sé que tu vida de orre
es muy jodida.
Tomá caña, pitá fuerte,
jugá tu casimba al truco
y emborracháte, el mañana
es un grupo.
¡Tras cartón está la muerte!
Don Juan
Tango milonga, tango arrabalero
que tus penas batís como estufado,
hay un deschave en zurda de canero
en tus giros tristones y cansados.
Y si en vez de candombe es de corrida
la música compadre de tu tango,
sos una daga cruel y decidida
que en una bronca se perdió hasta el mango.
Tu cadencia oriyera es atrasada.
Sos de aquellos gotanes que se fueron
cabrero con los de hoy, pura parada
con tanto retintín que les metieron.
El ñato Cernadas
Desprovisto de faca por los botones,
se internó en la milonga que estaba triste.
Cernadas era el más púa de los matones
y nunca dijo a una mina: "Me lo permite..."
Por eso fue chorede de una fulana
que era una mina posta, minga de grupo,
empilchada de seda como bacana
pa' despistar la fule davi que le cupo.
Ella lo relojeaba sólo por batimento
porque él era el Fairbanke de las fabriqueras.
Nunca armaba bronca por divertimento,
pero ya en la bronca fajaba de veras.
Empezó el dibujo. La piba, corrida,
respondió a los cortes de Chiclana afuera.
En tanto, Cernadas trabajó la ida
y rompió el boleto pa' que no volviera.
Pues en su yiraje lungo de avería
sacó la confianza que mina que hubiera
seguido sus cortes le respondería
siempre, en el espiante que le propusiera.
Envío:
De aquella milonga pasó una mesada.
La piba rajóse del techo paterno...
Cobró muchas veces... pues para Cernadas
las miquetas llevan el amor eterno.
Amasijo habitual
La durmió de un cachote, gargajeó de colmiyo,
se arregló la melena, y pitándose un faso
salió de la atorranta pieza del conventiyo...
y silbando bajito rumbió pa'l escolaso.
El Entrerriano
Entrerriano, Entrerriano, en tu reo canyengue
va cumpliendo un plenario la emoción del suburbio.
Me batís suavecito la parola del yengue,
me ortibás de la faca, de la cana, del lengue,
del jotraba chorede y del laburo turbio.
Le batís a este viejo bailarín de la zurda,
que apoliya en el pecho de pura contramano,
el bagayo atorrante de versos a la gurda
que le hizo a una grela una noche de curda
después que por canchera le ganara de mano.
Vivirás, Entrerriano, mientras quede en el fango,
como un mate curado, la amistad del amigo,
mientras haya algún orre que no cambie de rango,
mientras quede un porteño que se patine un mango
de emoción en el verso sincero que te digo.
Vivirás mientras siga copando la patriada
un taura arrabalero que despreció la yuta,
mientras se haga un escruche sin que salga mancada,
mientras taye la grela de la crencha engrasada,
mientras viva un poeta, un ladrón y una puta.
Tango viejo
Baile macho, debute y milonguero,
danza procaz, maleva y pretenciosa,
que llevás en el giro arrabalero
la cadencia de origen candombero
como una cinta vieja y asquerosa.
Pasión de grelas de abolengo bajo,
de quien sos, en la bronca de la vida,
un berretín con sensación de tajo,
cuando un corte las quiebra como un gajo
o les embroya el cuore una corrida.
Chimento rantifuso y porteñero
que trabajás el corazón de paco;
piropa taita, dentrador, mañero,
que vas de balancín y cadenero
rumbiando para el lao del lado flaco.
El que te baile bien debe ser púa,
manyado entre la merza de los guapos,
haber hecho un jotraba de ganzúa
y tener la sensación de la cafúa
al atávico influjo de los trapos.
Quiniela
Sos como esa cifra taura y salidora
que ya tántas veces me sacó de pato.
Cábula que nunca se cortó hasta ahora
y por ley de juego yo nunca la bato.
Sos como esa cifra siempre ganadora
pero que una vuelta tendrá que meterme.
Sos como esa cifra tan respondedora
pero que algún juego tendrá que joderme.
¡Sos como esa cifra taura y salidora!
Floreo
La catriela que engrupe mi persona
es la flor de un comboy de fulería
que luce con tecor su compadrona
silueta remanyada en la avería.
Bate cana la pilcha fulerina
su floreado vestido de percal
que prefiere el laboro de matina
a la curda nocturna del Pigal.
Y es milonga de ley. Cuando camina
parece que siguiera el tango aquel
escuchado de paso en una esquina
o en un disco gastado de Gardel.
Los malevos, los guapos, los corridos,
los tauras de abolengo en el reaje
le baten sus piropos preferidos,
recuerdo de otros tiempos de coraje.
Y la viola armoniosa del cantor,
adornada con cintas por cariño,
luce entre todas una, la mejor,
la que usaba mi mina en el corpiño.
Por mujer, por de línea, por canchera,
por hermosa, por gaucha y por bonita
va mi rima de zurda, ¡flor canera!,
a su negra melena compadrita.
Lucio el anarquista
Nacido entre curdelas, nunca tomó una copa.
Viviendo entre ladrones, siempre la trabajó.
Comprende y ama a aquella que con hambre y sin ropa
a las aguas servidas del vicio se arrojó.
En una pieza inmunda tiene una madre, vieja
a fuerza de miseria y fregar en la tina.
Por ella fue su grito inicial, la gran queja
que prolonga doliente de cantina en cantina...
Dijo la grela
Mi macho es ése que ves,
de puro lengue corrido,
taura viejo y conocido
por su saque de revés.
En las broncas y en la timba
corre siempre a la cabeza,
y es el crack de la destreza
para hacer una casimba.
Cuando un gotán insinuante
bate su suave garúa,
a él le es chica la cafúa
para hacer un corte rante.
Este es mi choma de zurda,
que me achaca el ventolái,
el que a fuerza de fastrái
sacó esta grela a la gurda.
Busquen las minas de ahora
el mozo más milonguero;
¡yo luzco este cadenero
que de guapo me labora!
La engrupida
Bate cana el requinteo de esa piba rantifusa
que al amuro de la tarde vuelve estufa del taller,
que su sueño es ser bacana, ser diquera papirusa
y pasar con los otarios una davi a la dernier.
Pues le llenan la sesera las macanas más briyosas
y se siente rechiflada por tenerla que yugar...
Giliberta sin ventaja que la va de pretenciosa
y en el barrio ni saluda porque dice que es vulgar...
Y es por eso que desprecia a los tauras de Patricios,
porque, minga de yuguiyo, usan lengue y parlan mal,
y ella, que es tan "refinada", quiere lujo, vento, vicios...
¡Berretines de carnada que le manda el hospital!
La pebeta de Chiclana
Fue como todas... Se abocó ante el vento,
le gustaba el lujo, le tiró el gotán,
y dejó la vieja sola en el convento,
y fue pa'l cotorro de un niño bacán.
Y bebió en diez años toda la alegría
y supo en diez años toda la crueldad,
cuando dio el remache de la fulería
la seña jodida de la enfermedád.
Y sin un consuelo, sin una aliviada,
la que de la mugre se abriera tan mal
pagó con la chinche fatal, angustiada,
la deuda sagrada con el arrabal.
La Payaso
Fue, desde pebeta, siempre cortejada
cuando requintada, cuando retrechera
cayó a aquel bailongo de la deschavada
su pinta debute con pilcha fulera.
Y obtuvo el requiebro de los gavilanes
y el grato floreo de los bailarines,
que le palpitaron ser con los bacanes
pebeta de carpa pa' los berretines.
Y previo unos tangos de cuerpo presente
con púas cancheros en bailes mistongos,
pa' los del asfalto se fue prepotente
y a las más corridas les bailó sin tongo.
Y olvidó, mareada por los copetines,
junto con sus viejos, todo el arrabal,
y entre la camada de turros y afines
bebió hasta las heces la copa del mal.
Sor Bacana
Cusifái, farolera, Sor Bacana, ventuda
que das dique a la merza con las cosas shoficas,
voy a darte un apunte fulero por gilurda
a ver si con el justo que te bato te achicas.
El vento que amarrocas, medias gambas, canarios,
recuerdos de pamelas que achacaste fresquita,
ha de ser poca mosca pa' mantener otarios...
¡paparula, tortera, bulebú, milonguita!...
Nunca un buen cadenero ha de tirarte el carro
-esquenuna, vichenza, samporlina, gilota
que me das en los quimbos, justamente en el forro-.
Nunca tendrás un macho que por vos se haga chorro,
cuando toda esa runfla de farra y de cotorro
por chinchuda y por javie no te dé más pelota.
Gaby
Es al bardo que quieras trabajarme cachuso
cuando nadie ha logrado engrupirme potriyo.
Al naipe de tu cuore le doy remanye de uso
y mi carpa truquera vale un zarzo con briyo.
Ventajera que en todos los afanos de lujo
vas cargada en el toco y de alivio en la cana,
es al bardo que quieras en el carro que empujo
colocar el bagayo de tu pinta bacana.
Es al bardo que vengas con macanas bonitas
esparando un jotraba que manqué refulero.
Para mí, con estuche no valés cinco guitas.
Repasada por todos, garroneada por muchos,
no tendrás la aliviada de mi amor cadenero
por un taura principio de desdén a los puchos.
La Maleva
No se mareó por luces, por vento ni por briyos.
La Maleva fue siempre muy fiel al arrabal.
Nacida entre las broncas, la mugre, los cuchiyos,
permaneció oriyera bailando en el Pigal.
Y era una mina posta que hizo cancha de entrada.
Con la pinta milonga alborotó a los giles
que, en vez de hacer de guapos, de fuertes, las tayadas,
le mandaban regalos con "esquelas sutiles".
Y achacando niñitos y engrupiendo ranunes
marrocó hasta cansarse. Llegada a ventajera
se abrió de la camada de turros pulastrines
y vivió bien tranquila, del asfalto pa' fuera.
Packard
Era una mina bien, era un gran coche,
era un packard placero, era una alhaja:
auto que siempre trabajó de noche
llevando siempre la bandera baja.
Pero un día la droga la hizo suya
y, en vez de cargar nafta, echó morfina
y cerrando el escape por la buya
se fajaba debute en cada esquina.
Ayer la vi pasar... Iba dopada
y me sentí yo, curda, un Santo Asís
al ver que de su pinta abacanada,
pinta que fuera de auto de parada,
sólo queda, cual resto de chocada,
con los cuatro fierritos del chasís.
Citroën
Siempre en cucliyas te miró mi pena
antes de ser lo que sos hoy, bacana,
en la enlozada vieja en que se entrena
el poliglota loro de Ritana.
Después, con más chiqué y con más tacto,
en la aliviada que te dio la guita
te divisé montada al artefacto
que Lola Mora en el balneario imita.
Y ayer, en el Florida matutino
que cantara Rubén en verso fino,
te campanié de nuevo embelesado.
En la higiénica imagen atrevida
y tu blanco Citroën de mantenida
era como un bidet estilizado.
El Pibe Ricardo
Pinta milonguera, pilcha abacanada,
tuve en mi cotorro las mejores minas.
Fui siempre derecho en las mal paradas
y el carro de leña con las pulastrinas.
Y, nunca engrupido, tuve milongueras
pebetas bonitas, piya-berretines,
que atrapan los giles por la buyonera
y salvan la pilcha con los copetines.
Lancero de a ratos, trabajé casimbas
pa' salvar la biaba de una misiadura
cuando, en racha mala, fayaba la timba
o el mono en gayola cumplía su captura.
Nacido y formado con gente ranera,
no rolo con tiras ni yuta jamás...
En un cuento al brodo la cana canchera...
Son perros con chapa y no hay nada más...
¡Remanye debute que me den las grelas!...
¡Apunte de limpio la merza del barrio!...
Lo demás... son charlas de turros pamelas,
parolas de giles, coceos de otarios.
El choclo
Se fue con tu tango la milonga pura.
La de hoy, son salones con piso lustrao,
y al tango lo ensucia cualquier caradura
con cueyo, corbata y traje ajustao.
Las minas aqueyas de las asentadas
ya sólo relucen para el carnaval;
la faca en la liga son cosas pasadas
y al gil lo pasado le parece mal.
Ya no se las tasa a las milongueras
por las condiciones solas de bailar:
hoy las preferidas son las ventajeras
y las más franchutas para chamuyar.
Y aqueyas corridas, y aqueyas quebradas,
no pueden hacerse ya sin trompezar...
Giles a cuadritos, turras a patadas,
yenan la sagrada cancha del gotán.
Y solo bajito, cuando cae la noche,
en el organito mugre de arrabal,
o en alguna celda, se escucha el reproche
del tango que nunca lo ensució el Pigal.
LOS LABUROS
Inicial rea
Chamuyos de una noche de verano,
berretín de potriyo sin mancada,
deschave de cafisho veterano
que tiene una gran pena amarrocada.
Eso te dije ayer, cuando bailamos
aqueya pena'e mandolión sentida...
¡Emoción rantifusa que palmamos
en el monte compuerta de la vida!
Eso te digo siempre que obligada
entre un corte que tira a garabato
rubricás mi mayúscula manyada
con la punta lustrosa del zapato.
El golpe de furca
Es el abrazo reo de una amistad más rea
que marroca el gañote del grilo al antebrazo.
Amuro que hace manso al gil que más cocea
y convierte en badana al púa y al machazo.
Es el golpe infalible que protege el coraje
y que entrega servido al otario más fuerte,
golpe cuyo secreto lo conserva el reaje
con una ya probada fidelidad de muerte.
Para dar una furca es necesario ser,
además de agayudo, prepotente y cabrero,
taura en el jugar y taura en el querer.
Poner a cada mano la ficha de la vida,
tener siempre la bronca como una fiel querida
y una cana de alivio como único placer.
El lancero
A fuerza de canas se volvió de línea
pues en la mesada sacó provechosas
lecciones de púas espanta-casimbas,
cargadas de grilo, culata o de sota.
Trabajaba de yunta pues es el esparo
ladero que todo lanza necesita
pa' embrocar la yuta y darle al otario
un empujoncito cuando se precisa.
Y, si no existieran tantos batistelas
y tiras y guardas que toman los puntos,
la lanza sería un sport que rindiera
más que los laburos de los otros juntos.
El atrapador
Es de los caretas el tipo más puro.
Se empilcha debute para despistar
y de los pulastros conoce el laburo
y sabe la chele que le pueden dar.
No hay soca que digan los minos: "No tengo".
Él sabe en seguida dónde la marrocan:
la casimba cargan de rrofo sombrero
o "rrofos de tarros" o rrofos de ropa.
Hay otros que yugan de tiras fayutos,
pero es un laburo que está muy quemao
por unos turritos que fueron al bulto
en ese trabajo que es tan delicao.
Pero tanto atrapa, de salto o de filo,
bacán es que nunca le falta un canario.
Y son, en conjunto, un gremio tranquilo
formado por púas con caras de otario.
El burrero
Al cajón con guita que se llama burro,
para darle cana si el soca patea,
se va con soguita de cambio fayuto
y en tanto al descuido se la relojea.
Y, previo el esparo que da la carnada,
y del campaniya quedado en la puerta,
al primer descuido del trompa, arreglada,
el burrero al burro... le deja la cuenta.
Y salvo las broncas que el toco produce,
o de las mancadas, o el burro sin vento,
un burrero tiene pa' pasarla dulce
con un solo burro, pa' largo momento.
El cuentero
Su vida es la historia fiel de la avería.
Tiene cien trabajos y todos distintos.
Por sus facultades sin grupo podría
decirse que atrapa giles por instinto.
Y, según se cuadra, saca el repertorio:
ya sea la sonsa que hereda la herencia,
o el sobre con plata para un sanatorio,
o un caso secreto de beneficencia.
Y tiene tal carpa para armar los pacos,
y tiene tal labia para engrupichir,
que muchos corridos, que no fueron mancos,
manyaron el cuento recién en el fin.
Línea 9
Era un boncha boleao, un chacarero
que se piyó aquel 9 en el Retiro:
¡nunca vieron esparo ni lancero
un gil a la acuarela más a tiro!
Eran polenta el bobo y la marroca,
y la empiedrada fule, berretín.
De un grilo una casimba daba boca,
y un poco la orejeaba el chiquilín.
El rropaé que acusa ese laburo
trabucó bien al boncha de culata,
pero el lancero trabajó de apuro
y de gil casi más mete la pata.
Era un bondi de línea requemada
y guarda batidor, cara de rrope...
¡Si no saltó cabrón por la mancada
fue de chele no más, de pudo dope!
Barone
Usaba grasa de La Negra en la chuza
y enarbolaba un lengue rante
como una bandera rantifusa...
¡Y tenía el berretín alucinante
de trabajar de prepo a las chiruzas!
El Cachafaz
Del tango es ladero desde pichibirlo
y toda su vida no es más que un gotán.
Tirando la daga dio cortes de estilo
como si estuviera bailando bacán.
Y si estuvo en cana, o arrancó las minas,
fue causa de un tango fulero o triunfal.
A veces, por tangos, el buyón se estira
y a veces, por otros, se queda forfái.
Yo creo, si el día de estirar la rosca
le dieran la gracia de lo que pidiera,
el Cacha seguro que elige, de bronca,
a la vida, un tango con una tanguera.
Lagañita
En aquellos tiempos del Pibe Echeverne,
David el Inglesito, del Cacha y de Alfredo,
Lagañita en punta para lo compadre,
Lagañita en punta para los floreos.
Sin pinta que engrupa de puro pulida
ni con imponencias de bueno por fuerte,
Lagañita en punta para las corridas,
entre las delicias del tango indecente.
Y tenía tal carpa pa' las dibujadas
que los basuriados llamaron "diquero"
pero, manco dirlo, que en toda topada,
Lagañita en punta llegaba primero.
Fabriquera
Musa del arrabal, musa mistonga,
triste fruto del vicio y la pasión,
naciste destinada a la milonga,
al arruyo de un tango compadrón.
Piba bonita que el andar taquero
te vende sin pensarlo, sin querer,
y entre el mugre piropo canfinflero
llegás hasta las puertas del taller.
De ojos oscuros donde brillan llamas,
trágicas llamas de ansias homicidas,
está el pueblo que sufre en tu mirada
con todas sus pasiones contenidas.
La que luce en su pinta milongona
mi florido percal arrabalero
(hay rezongos tristones de bordonas
y cadencias de tangos oriyeros).
Para vos estos versos rantifusos
hechos de zurda, sí: de corazón;
como a tu vida triste los impuso
el arruyo de un tango compadrón.
El feite
Recuerdo de un amuro ranfañoso,
luce-tajo de guapo, marca rea,
un feite en re-fa-sí, meticuloso,
que un cacho de nariz le escolasea.
Beso maula de daga matadora,
no ha de borrarse nunca, hasta la muerte,
por más que el que lo lleve sea ahora
tayador ventajero con la suerte.
Por eso es que le digo cuando pasa
-engrupido debute, farolero,
de mucho cueyo y de corbata escasa-:
-Ya que aúra sos bacán y el vento empácas
y la rolás con púas, ¡pesebrero!,
no te sácas el feite, no te sácas!
* * * * * * * * * * * * * * * *
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