martes, 30 de junio de 2009

De la historia Rioplatense: ALVARO YUNQUE




El nombre de Alvaro Yunque me trae reminiscencias de otro mundo, de otra Argentina, de una época que tenía sabores de la inmigración, vida cotidiana de los gringos que peleaban por el pan y el trabajo, el de una sociedad que iba edificándose contra el alma oscura de la Argentina agropecuaria, oligárquica y terrateniente. Y sobre todo, el las dos urbes que fueron reclutando a el pobrerío de la Europa aplastada por la primera guerra mundial. Gallegos, italianos, judíos de Europa central y oriental, turcos y griegos, apostaron por la América donde se "encontraba oro en sus calles". Fue una época en la que los flamantes inmigrantes y sus hijos construyeron una cultura, una literatura y las artes como escultura, pintura, cine y teatro, dándole un colorido transversal y pintando con brocha gorda, pinceles, lapiceras y las viejas remington a una nueva sociedad. Hoy le toca ser rescatado a Alvaro Yunque, un pionero de la literatura Rioplatense. (Andrés Aldao)

Alvaro Yunque

Álvaro Yunque, nacido Arístides Gandolfi Herrero fue un escritor argentino que nació en la ciudad de La Plata el 20 de junio de 1889. Fue una figura representativa de las letras argentinas a partir de la década del 20, cuando comenzó a colaborar en revistas de la época y publicó sus primeros libros.
Cuentista, dramaturgo, historiador, ensayista y preponderantemente poeta, como a él le gustaba autodenominarse, su obra literaria abarca más de cincuenta títulos publicados y otros tantos inéditos. Encabezó, junto con Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, Cesar Tiempo y Roberto Mariani entre otros, el grupo de los denominados escritores sociales, integrando con ellos el Grupo de Boedo.
Álvaro Yunque cultivó una literatura realista plena de inquietudes sociales, defendiendo siempre a los trabajadores, a los desposeídos y a los niños. Aunque de extración anarquista ingresó posteriormente con muchos de sus camaradas al Partido Comunista de la Argentina en medio del debate que la Revolución de Octubre introdujo en el movimiento.
Su primer libro se publicó en 1924: Versos de la calle y La O es redonda, de poesía y le siguieron cuentos en los cuales sus personajes son niños o adolescentes en su mayoría no comprendidos o relegados por los adultos: Barcos de papel, Zancadillas, Los animales hablan, Jauja, Muchachos del Sur, La barra de Siete Ombúes, Ta-te-ti; Mocho y el espantapájaros; Nuestros muchachos; Niños de hoy; El amor sigue siendo niño; Laberinto Infantil; Las alas de la mariposa; Animalía; Cuentos con chicos; y otros.
También su inquietud social se reveló en la poesía y en ensayos históricos, productos de un trabajo literario y de investigación rigurosos: España 1936; Poetas sociales de la Argentina; Breve historia de los argentinos; Alem, el hombre de la multitud; Calfucurá, la conquista de las pampas; Aníbal Ponce o los deberes de la inteligencia. Se destacan también sus estudios preliminares a: Instrucción del Estanciero, de José Hernández; Teatro Completo de Máximo Gorki; Don Pedro y Almafuerte; Rosas visto por un diplomático francés de A. de Brossard; Fronteras y Territorios de las Pampas del sur de Álvaro Barros. Escribió obras de teatro para adultos y también para niños, muchas de las cuales fueron publicadas y/o estrenadas.
En 1975 recibió de la Sociedad Argentina de Escritores el premio Aníbal Ponce por su ensayo crítico sobre este pensador argentino y esa misma Sociedad lo galardonó con el Gran Premio de Honor en 1979, cuando ya estaba silenciado por la dictadura militar desde 1976. Murió el 8 de enero de 1982 sin llegar a vislumbrar siquiera el advenimiento de la democracia.

Obra Publicada

-Versos de la calle
-Los Cínicos
-Barcos de papel (1926)
-Zancadillas (1926)
-Tatetí . Otros barcos de papel. Cuentos de niños
-Barrett. Ensayo sobre su vida y su obra
-Jauja . Otros barcos de papel (1928)
-Descubrimiento del hijo (1931)
-Poemas gringos (1932)
-13 años. El andador (1935)
-Bichofeo. Escenas para la vida de una sirvienta de 10 años
-Nudo corredizo
-Poncho (1938)
-La literatura social en la Argentina (1941)
-Poetas sociales en la Argentina (1943)
-Ta-te-ti. Antología poética (1924-1949) (1949)
-Poesía gauchesca y nativista rioplatense (selección y notas) (1952)
-Bichofeo; muchachos pobres (1957)
-Los muchachos del sur (1957)
-La barra de siete ombúes (1959)
-Breve historia de los argentinos (1960)
-Ondulante y diverso (1967)

Alvaro Yunque. La Parca lo encontró silenciado

El 8 de Enero de 1982, a los 92 años de edad, muere en la ciudad de Tandil, Provincia de Buenos Aires, el cuentista, dramaturgo, historiador, ensayista, periodista pero preponderantemente poeta (como a él le gustaba llamarse) Álvaro Yunque.
Silenciado por la dictadura del Proceso de Destrucción Nacional desde 1976. Prohibido y con libros quemados como tantos otros escritores y pensadores argentinos. La Parca, esa deidad que corta el hilo de la vida del hombre, lo arranca de entre nosotros cuando comenzaba la agonía del gobierno genocida.
Álvaro Yunque, seudónimo de Arístides Gandolfi Herrero, nació el 20 de junio de 1889, en la ciudad de La Plata.
Sus padres fueron Adán Gandolfi, nacido en Milán - Italia, y Angelina Herrero, argentina.
Por una suerte de capricho paterno o materno (o de ambos) o por espíritu lúdico, todos los hijos de este matrimonio (9 en total) llevan nombres (como sus padres) que comienzan con la letra A: Álvaro (el mayor), Arístides, Ángel, Adrián, Angelina, Augusto, Ada, Alejandro y Alcides.

Si bien su hermano Ángel adoptó el seudónimo de Ángel Walk y fue pionero, junto con su esposa, Olga Casares Pearson, del radioteatro argentino, la estrella de la familia siempre fue Álvaro, quien a partir de 1922 se convierte en uno de los grandes animadores de las letras argentinas; definiendo y otorgándole a su literatura un sentido popular.
En 1896 sus padres se trasladan a Buenos Aires, y se radican hasta 1928 en la casa de la calle Estados Unidos 1822.
En 1901 ingresa al Colegio Nacional Central (ex Colegio San Carlos que fuera fundado por el Virrey Vértiz).
Terminado sus estudios secundarios, en 1908 ingresa a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires donde cursa Arquitectura y poco tiempo antes de graduarse abandona los estudios y desde ese momento su vocación se vuelca a las letras y al periodismo.

Fue decisiva su participación para la constitución del llamado grupo Boedo, entre los que se encontraban Nicolás Olivari, Leónidas Barletta, Elías Castelnuovo, César Tiempo y Roberto Mariano todos escritores de "intención social"; aquellos que sus detractores (grupo Florida: Conrado Nalé Roxlo, Horacio Rega Molina, Oliverio Girondo, Ricardo Molinari, Jorge Luis Borges, Francisco Luis Bernárdez, Raúl Gonzalez Tuñón, Eduardo González Lanuza, Norah Lange y Ricardo Güiraldes.) les acusaban de tener escaso talento literario. Es que los del grupo Boedo eran simpatizantes y promotores de las expresiones de la cultura urbana popular
Los de Florida, dirigían su preocupación hacia una nueva vanguardia estética, sin ingredientes ideológicos.
Los de Boedo, inclinando su interés a una literatura que refleje los problemas sociales, inspirados en el mundo del trabajo y la ciudad. En definitiva el arte puro confrontado con el arte comprometido.
No obstante, las diferencias conceptuales artísticas y el pensamiento social estaban inmersos en ambos grupos; Raúl Gonzalez Tuñón (grupo Florida) abordaba temáticas sociales en su poesía y su ideología revolucionaria lo relacionaba estrechamente con los bodeistas. Por otro lado, Nicolás Olivari, habiendo sido uno de los fundadores del grupo de Boedo, es uno de los primeros en abandonarlo para pasarse al de Florida.
Algunos integrantes de Florida manifiestan preocupaciones por los problemas sociales y algunos de Boedo se interesan por las nuevas técnicas literarias
Leónidas Barletta afirmó que los dos grupos desaparecen definitivamente cuando encuentran un enemigo en común: la dictadura militar del 6 de septiembre de 1930.
De todas maneras vale la pena reconocer el talento, el ingenio y el compromiso de Álvaro Yunque, en un poema en que se refiere, justamente, a los del otro grupo:

Retruque a un poeta de Florida

¿Pa' vos es una blasfemia
que yo afile versos rantes?
Seguí vos con tu Academia,
yo me junto con Cervantes.

¿Vos le negás tu versada
a las chusmas del suburbio;
vos sos agua filtrada
y ellos son arroyo turbio?

No esperaré que apadrines
nuestro canyengue, es bastardo;
vos seguí con tus latines,
yo me quedo en mi lunfardo.

Veremos, a fin de cuentas,
quién de los dos era el turro,
si vos con tus ornamentas
o si yo con mi champurro*.

Ya alumbraremos la vida
si nos da fósforo el genio;
vos, poeta de Florida,
yo del arrabal porteño.

*champurrear: hacer algo con descuido,
expresarse mal en una lengua extranjera
por no dominarla suficientemente.

Yunque colabora en el diario anarquista La Protesta y dirige el suplemento literario del periódico socialista La Vanguardia en sus primeros tiempos. Dirige la Revista Rumbo y es asiduo colaborador de las revistas Campana de Palo, Claridad y Los Pensadores desde las que ejerce un periodismo militante.
Publica su primer libro Versos de la calle, en 1924. Roberto Payró le hace una crítica elogiosa en La Nación y Yunque lo visita y comienza una amistad que se prolonga hasta la muerte de Payró en 1928. Colabora en diarios de la época: Crítica, La Nación, La Prensa y en algunos de Montevideo (Uruguay), Rosario y La Plata. Se publican sus cuentos en los cuales los personajes son animales. Muchos de esos cuentos integran hoy el libro Animalía de la Editorial Alfaguara publicado en el año 2000.

En 1925 aparecen sus primeros libros de cuentos: Zancadillas y Barcos de Papel.
Acentúa, desde 1930, con el Golpe de Estado y durante toda la Década Infame, su crítica y denuncia. Publica Nudo Corredizo, La O es Redonda y Poemas Gringos.

Colabora en la revista Caras y Caretas y por su intermedio se vincula con Viana, Francisco Grandmontagne, Charles de Soussens, Leopoldo Lugones, Manuel Ugarte, Horacio Quiroga, José Ingenieros, Correa Luna, Ricardo Rojas, Florencio Sánchez, Evaristo Carriego y otros.

Durante la segunda guerra mundial (1939/1945) se define como antifascista militante. Comienza su investigación histórica sobre el pasado argentino, publicando Alem, el Hombre de la Multitud; Breve Historia de los Argentinos, Calfucurá: El Cacique de las Pampas y otros ensayos históricos.

En el año 1960 la Academia Nacional del Lunfardo lo designa Académico de Número por sus estudios e investigaciones. Publica La Poesía Dialectal Porteña.

Entre 1961 y 1975 se publican y reeditan muchos de sus libros de poesía, cuentos y estudios históricos. Esta es la etapa de mayor difusión de su obra. Sus libros de cuentos se agotan rápidamente y llegan a superar las veinte ediciones, y en 1975 la Sociedad Argentina de Escritores le otorga el premio Aníbal Ponce por su ensayo crítico Aníbal Ponce o los Deberes de la Inteligencia.

En 1979 fue galardonado con el Gran Premio de Honor por La Sociedad Argentina de Escritores.

Álvaro Yunque, de extracción anarquista tolstoiano, al decir de Raúl Larra, “se declaraba ciudadano del mundo”, pero devino “en un escritor de profundo acento argentino. Su idioma tiene connotaciones coloquiales típicamente nuestras, registra los significantes y significados de la rica habla popular”.

La producción literaria de Yunque, cuentística, ensayística, periodística y su poética, nos muestra un mundo en el que conviven dos grupos humanos: los explotados y los explotadores.
En toda su obra se acentúan las injusticias que rompen con la armonía, la paz y la igualdad a las que aspiraba el autor.
Los conflictos sociales y culturales que Yunque conoció a lo largo de toda su vida; con toda seguridad como Manzi, o como Discépolo o como Cátulo Castillo “atorranteando atardeceres” por los suburbios y en un momento histórico determinado; le hacen sentir, con mayor dolor, la violencia, la injusticia y la desigualdad a las que se ven sometidos aquellos “integrantes más bajos del escalafón social, las víctimas más inocentes, y las que sufren en mayor grado los efectos de los explotadores: los chicos de los barrios”; esos niños de la calle que se convierten en protagonistas de sus historias.

Álvaro Yunque en su condición de poeta del pueblo, escribió para chicos y grandes, y recorrió los registros coloquiales del habla argentina para convertir en lenguaje poético los giros populares de nuestro país.

Es el tema de la condición humana el que está presente en toda su producción literaria.

En su producción de obras teatrales, él mismo clasificó sus obras: teatro para la imaginación, para la revolución, para sonreír y pensar, para que el espectador se reconozca, para la emoción, y para reírse de uno mismo.

Así cultivó desde la farsa hasta el drama, pasando por el teatro del absurdo, la comedia y el teatro infantil y juvenil. Muchos de sus relatos fueron dramatizados y puestos en escena por parte de algunos de los grupos independientes con los que Yunque mantuvo, siempre, una fructífera relación.

En su faceta de ensayista mostró la amplia variedad de sus conocimientos e inquietudes: pedagogía, historia de la literatura argentina, denuncias político-sociales y aquellos sobre historia argentina “concebidos como un intento exigente y riguroso de interpretar la historia de la Nación a través de un prisma sociológico”.

Muchos argentinos hemos leído a Älvaro Yunque; muchos argentinos quisiéramos ver a nuestros nietos leyéndolo y saber que también los nietos de ellos lo harán, porque él mismo nos lo dice cuando dice:

“Niños, el mundo no es perfecto, niños.
Y por eso vosotros habéis nacido.

¡Nacisteis, niños,
para hacer lo que nosotros
Hombres, no hicimos”.

Osvaldo Vergara Bertiche
Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina
8 de Enero de 2008
Crónica de Alvaro Yunque


(Saludo a sus cuatro veces veinte años)

Por Raul González Tuñón

"Caminar por el mundo de las cosas concretas
y tener los deseos de las cosas abstractas" - A. Y.

Mi hermano Enrique y yo conocimos a Alvaro Yunque en los primeros años de la memorable década del 20. Habíamos leído ya tres o cuatro poemas suyos que poco después, en 1924, integraron su libro Versos de la calle. Le visitamos en su casa, la casa grande, familiar, de la calle Estados Unidos. Estábamos identificados con él en el profundo amor por Buenos Aires, sus barrios, sus cosas, y porque, como él, también nosotros ya tratábamos el tema de la ciudad entrañable, aunque desde ángulos distintos. Todos sentíamos la calle, la vivíamos. En otra oportunidad, en un triste día de duelo, fuimos por segunda vez a verlo juntos. Allí estaban los otros hermanos: el actor teatral, el médico-poeta (Juan Guilarro) , el campeón de boxeo (autor de poemas lunfardos), pues los Gandolfi Herrero constituyen una familia ciertamente singular.
Llegaron los días de la guerrilla literaria que alborotó Buenos Aires. Enrique, Santiago Ganduglia y yo, y casi enseguida Nicolás Olivari y Roberto Arlt, nos enrolamos en el movimiento martinfierrista, pero continuamos siendo amigos de varios del grupo de Boedo, aunque nos veíamos poco o nada. Florida - así llamado porque la redacción del periódico Martín Fierro estaba situada en un caserón de la calle Tucumán, esquina Florida - me atrajo, entre otras cosas, y como poeta, por el sentido de la libertad de las formas y cierta audacia en la búsqueda expresiva que ese movimiento configuraba, por el rescate de la metáfora como lenguaje fundamental del verso, la metáfora con valor funcional, claro está, opuesta a la imagen lugoniana meramente descriptiva. Con el tiempo, cuando ambos grupos desaparecieron y cada cual tomó por su lado, establecimos nuevamente contacto con Yunque, más estrecho, sobretodo en la incidencia política. No siempre coincidíamos, especialmente en el plano estético. El era, y es, por ejemplo, partidario de la rima y el ritmo estrictos, y en nosotros se acentuaba cada vez más la tendencia al versolibrismo. Diría que desde aquellos días, hasta hoy yo creo que en arte y literatura todas las formas son válidas cuando hay autenticidad; interesa principalmente lo que se pone adentro, la intención moderna. Y por cierto lo mismo que nosotros, Alvaro Yunque suele contradecirse ligeramente en determinados aspectos; él mismo señalaba en el poema antes citado una suerte de desencuentro, caminando entre las cosas concretas y deseando las abstractas...
No se trata de invalidar el tono fraternal de estas lineas con ráfagas de intención polémica. Además, pasada la guerrilla literaria, pienso que las diferencias entre Boedo y Florida no eran tan profundas como se creyó, y como aún creen algunos. A propósito, no carecía de sentido aquella salida de Arturo Cancela, sugiriendo que ambos grupos se unieran bajo un denominador común: FLOREDO. Y lo que importa, en nosotros, es la conducta, la actitud inconformista, algo insobornable que nos ha sostenido siempre.
Poeta con algo de filósófo - hay una marcada tendencia a filosofar en su obra poética , y ahí están sus incontables hai-kays -comediógrafo, historiador, biógrafo, se le considera sin embargo consagrado fundamentalmente como cuentista. Y bien, resulta que en el cuentista palpita el poeta o subsiste la actitud poética ante la vida, ante el mundo, ese aliento lírico que se ha dado en otros autores de cuentos, y baste con citar a Chejov, a Catherine Mansfield, a O. Henry en cierta parte de su obra, a Enrique González Tuñón, cada cual en lo suyo. Su gran acierto es haber logrado llegar, en general, tanto a la inocente comprensión del niño como a la más adivinadora y captadora de matices de la adolescencia, con esos relatos suyos que enlazan la realidad y la fantasía trascendiendo una grave y honda ternura. Esa grave ternura ya estaba implícita en uno de los breves poemas de Versos de la calle ("El murallón de la penitenciaría"): "Tan monótono, triste y frío/ es una hoja de la ley/ lo vi que, compasivamente/ le escribí un nombre de mujer". Y a esta altura interviene un admirador de Yunque cuentista, mi hijo Adolfo Enrique, quien acaba de cumplir 14 años.
Cuando nació Adolfo la familia Yunque vivía en una luminosa casa de la calle Conesa, en Colegiales, y nosotros en un departamento situado a pocas cuadras de allí. Algunas mañanas, temprano, el siempre juvenil Alvaro venía, en su bicicleta, a charlar con nosotros y hacerle cariñosas bromas a Adolfito. Este creció (¡y en qué forma!, es casi tan alto como el maestro de La barra de siete ombúes). A los 8 años leyó por primera vez ese libro, precisamente, y todos los demás. Y los releyó, más tarde. No sólo eso; prestó los libros a más de un compañero de la escuela primaria y luego a más de uno del Colegio Nacional Avellaneda, donde ingresara el pasado año. Alvaro sabía algo de ésto, vagamente, pero hace unos meses tuvo ocasión de oirlo por boca de mi hijo, con todo detalle. Fue cuando en el departamento que ahora viven los Yunque solos - los hijos se casaron - comimos y brindamos, cordialmente invitados por ellos, festejando el premio que acababa de concederme la Fundación Argentina para la Poesía. Adolfo Enrique le habló de esas obras que había leído y releído, y que calaron hondo en su sensibilidad. Nuestro viejo Yunque, aunque a veces lo disimule, contiene en su espíritu un enorme caudal de bondad y simpatía hacia los niños, y sin duda ya estaba acostumbrado a encontrarse con admiradores como mi hijo, al filo de la adolescencia, pero yo creo que la fidelidad de mi hijo, la reiterada solidaridad con el mensaje humanista de la cuentística yunqueana, le conmovieron. En un momento dado los dos conversaron tete a tete. Yo hubiera querido fotografiar ese instante, la imagen de serena plata de un invierno florido, y el perfil alborotado de una primavera en flor. Pienso que ésto significa la verdadera consagración de un escritor.
Adolfo Enrique pertenece a ese rostro innumerable constituído por los lectores juveniles del autor de Poncho, que se van sucediendo. Ellos están por encima de los críticos y de los historiadores de la literatura. Ellos tienen los ojos limpios; ellos saben. Me gustaría mucho que un muchacho así, hijo de un amigo, conservara en su casa libros míos, releídos, manoseados, prestados a los camaradas de la primaria y del Nacional. Y que viniera a mi casa, y me lo dijera.
[Cuadernos de cultura Nº 95, mayo-junio 1965, número dedicado a Yunque con motivo de sus 80 años]

Yunque y nosotros

Por Humberto Constantini

Claro que sí. Con ganas. Con alegría. Sin perder un minuto en consultar libros ni revisar papeles. Agradeciendo el haberme invitado a este número-fiesta de cumpleaños. Contentísimo y creyéndome con un millón de cosas por decir.
Esto por ejemplo. Que a Yunque lo tenemos. Que es nuestro. Que está junto a nosotros, apoyándonos, hablándonos, señalándonos el camino. Que no estamos ni tan solos ni tan inermes por lo tanto, frente a tanta cosa agazapada y sucia que este bendito oficio de escritor (o de mirar, o de juzgar o de vivir simplemente) nos hace ver a diario en Buenos Aires. Y que las cosas, pienso yo, no deben andar del todo mal en el país o en el mundo, mientras con sólo tocar un timbre de la calle Coronel Díaz se puede uno encontrar con una rebelde cabellera blanca, con unos ojos dulcísimos, y con una boca que entre tironeos algo compadres, se larga a hablar de Barret, de Di Giovanni, de Cristo, de Lenin, de las maravilas boxísticas de Gandolfi Herrero, del placer que, a pesar de todo, siente al leer a Borges, o de los fideos al pesto que dentro de cinco minutos va a preparar. Y claro, de pronto el mundo tiene otro color, y las gentes tienen otra dignidad, y los fideos al pesto y Borges son importantes, y la vida es importante porque él nos habla de ella, así como al pasar, sonriendo, haciendo chistes, o preguntándonos por nuestra compañera; es un cacho de hombre y un luchador, y un constructor de almas, y de yapa, el más maravilloso, fecundo y querido de nuestros escritores.
O esto otro: que todavía no se ha dicho todo lo que hay que decir acerca del sentido heroico de la obra de Yunque. Y que ahora, que parece ser moda entre muchos escritores, junto a cierta insufrible coquetería formal, una especie de regodeo en inventar sólo personajes frustrados, neuróticos, cobardes, engunfiados o traidores, vale la pena pensar en todo lo que ese sentido heroico y esa exaltación casi épica de la dignidad humana, significó y significa, no ya como formador de hombres sino desde el más estricto punto de vista literario. Sencillamente la posibilidad y el punto de partida de una verdadera gran literatura argentina. Gran literatura que tiene su mejor modelo en Martín Fierro y hacia la cual tienden sin duda los ejemplos más vivos y recordables de nuestras obras de ficción. No me refiero naturalmente - entendámonos - al poema o la novela más o menos pedagógicos sino a aquellas obras en que el amor al hombre y una fe poderosa en los valores rescatables del hombre, están presentes, iluminando, exaltando, dándole un sentido épico a la prodigiosa aventura de la humanidad (para no pecar de abstracto cito dos ejemplos entre los últimos dos best- sellers americanos: La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, como muestra de literatura apitucada, negra y gratuita; Cien años de soledad, de García Márquez, como ejemplo de literatura épica, vital y exaltadora del hombre).
Y que en Yunque eso, el amor, la fe en el hombre, el sentido de la grandeza, vertebran, dan coherencia y "justifican" cada una de sus obras. Sus cuentos, por ejemplo, en donde prodigiosamente una pelea callejera, una aventura, un gesto inesperado o un partido de ta-te-tí, asumen de pronto categoría de epopeya, al mostrar lisa y llanamente la presencia del héroe, del hombre engrandecido, (tal vez pasajeramente, sí, pero magníficamente) por el coraje, por la rebeldía, por el amor. O si Alem o su Calfucurá, dos grandes frescos históricos, iluminados y vitalizados no sólo por su visión enjuiciadora y revolucionaria de los hechos, sino además, y esto es lo maravilloso, por una actitud receptora y comunicadora del tamaño humano de los protagonistas. Hasta el punto que los libros que podrían haber sido simplemente libros acusadores y de combate, se convierten además, por virtud del amor y del sentido épico del narrador - del aeda estaba por decir -, en el relato de una pelea de titanes, en la cual los enemigos de Alem (los enemigos de Yunque, al fin de cuentas) tienen a veces como en La Ilíada, tamaño y actitudes de héroes. No son esquemas inventados para vapulear, son hombres vivos, con su complejidad, sus miedos, sus abismos y sus alturas, padeciendo a su modo los designios de un dios llamado devenir histórico.
Todo eso. Y además, las deudas que tenemos con Yunque. Por varios motivos. Fue a través de sus cuentos que muchos de nosotros nos enfrentamos por primera vez con cosas importantes. Con la literatura en serio, en primer lugar; con ese mundo de la palabra auténtica, vívida, cotidiana, que nos conmovió hasta lo hondo, y nos asombró, y nos mostró caminos nuevos, y que ya a los ocho años nos hizo saber que existían libros tan apasionantes como un partido de futbol o una rabona. Pero también con una ética, viril, desprejuiciada, renovadora, vital y revolucionaria, tan distinta a la ética del señor vicedirector o a las de las lecturas más o menos morales con que se nos aburría, que muy pronto la sentimos manifestación de toda una nueva, profética, renovadora, vital y revolucionaria visión del mundo.
Otras deudas las contrajimos más tarde, cuando conocimos a Yunque. Cuando lo vimos vivir, y lo supimos a nuestro lado, entero, luchador, valiente, sabio y niño. Cuando sin admoniciones y sin aspavientos, con sólo el ejemplo de su conducta, nos enseñó cómo debe ser el camino de un intelectual en el país del acomodo, del autobombo y de las agachadas.
Muchas otras cosas podría decir pero como ya lo estoy oyendo a Yunque bufando de aburrimiento y diciéndome que me deje de macanas, sólo me queda desearle un feliz cumpleaños y con la voz y el gesto de toda una generación, darle un abrazo y decirle gracias.
[Cuadernos de cultura Nº 95, mayo-junio 1965, número dedicado a Yunque con motivo de sus 80 años]

Mi amigo Alvaro Yunque

Por Lubrano Zas

En 1969, Carlos Pérez editor, me encargó le hiciese un reportaje a Yunque. Pensé insertar en éste, a manera de prólogo, un trabajo mío intitulado Boedo-Florida y los niños, donde demuestro que la generación del 22, a través de sus dos grupos más representativos incorporó al niño a nuestra literatura con dimensiones desconocidas. En este sentido Alvaro Yunque descubrió todo un mundo de chicos porteños e inició una etapa activa; opuesta a la de Vigil. El reportaje estaba por mí planeado. Es decir, se ajustaba a un plan de preguntas que giraban alrededor de sus cuentos; pero de pronto el diálogo tomó carriles inesperados y me encontré ante un material vivo, diverso, evocativo.
Ahora me parece natural ese resultado. AlvaroYunque no es solamente el autor de Ta-te-tí, Jauja o Barcos de Papel, sino también de Calfucurá, Além, Versos de la calle, Ondulante y diverso. Además, como boedista significó un impulsor, un descubridor de valores. Dante Lynyera es un ejemplo. Pero quien desee conocerlo a fondo, debe leer Palabras con Alvaro Yunque, donde se muestra de cuerpo entero.
Alto, flaco, de abundante cabello cano; ágil, caminador, siempre anda descubriendo cafés, bares, rincones legendarios, cuando no visitando librerías por la calle Corrientes. Ultimamente dio con el boliche de Coronel Díaz y Charcas, donde Juan Pedro Calou, maestro de Leónidas Barletta, jugaba a las cartas. De vez en cuando nos citamos allí. Yo lo llamo "el cafe de Calou".
Yunque anduvo mucho. Tiene algo que ver con todo el mundo, del cual ha extraído mil anécdotas. Días pasados, en el café de París, hablando sobre Horacio Quiroga, me refirió que en cierta ocasión llevó a Bellocq y a Facio Hebecquer a casa del escritor y que éstos quedaron perplejos ante su habilidad manual. Quiroga era dueño del barro. Le daba formas originales, monstruosas. Yunque fue amigo de Quiroga. Este siempre lo animó para que lo acompañara con Carlos Giambiaggi a Misiones, donde el notable narrador rioplatense permanecía ocupado permanentemente, como Orgaz, el protagonista de El techo de incienzo. Hasta construía sus canoas. Me decía Yunque: le bastó observar solo una vez cómo fabricaban un telar para que en seguida pusiese manos a la obra.
Algunos me preguntan cuándo y cómo conocí al autor de Calfucurá. Personalmente en 1947, en la editorial Problemas, sede de Expresión, revista dirigida por Hector Agosti, donde colaboré junto a Raúl González Tuñón, Enrique Amorín, Ulises Petit de Murá, Samuel Eichelbaum, Córdoba Iturburu, Amaro Villanueva, Gerardo Pisarello, José Portogalo, Alfredo Varela y el mismo Alvaro Yunque. Recuerdo que éste, en el tomo primero, publicó su relato El pistolero y Raúl su poema de Valparaiso. Por entonces, yo era un muchacho. Pero verdaderamente conocí a Yunque en Rosario de Santa Fe, dónde leía sus narraciones y su literatura social. El me enseñó a amar a Riccio, a Juan Palazzo, sobre quienes escribí tiempo después. Cuando Yunque leyó mi inédita biografía de Gustavo Riccio, me contó anécdotas, me alcanzó cartas y elementos que la enriquecieron. "Me hizo sufrir mucho tu libro - me dijo -. Lo leí detenidamente porque vos sos mi amigo y él también lo era". Así es Yunque. Me enorgullece y conmueve su amistad. Siempre me digo: "Desearía serle útil en algo" Son cosas que uno piensa cuando ama a otro, porque como decía Oscar Wilde, la amistad es un pétalo de raro color.
Durante años viví en una casona de la calle Belgrano, donde subalquilaba dos modestas habitaciones. El inquilino principal ra un gallego avaro y ridículo con quien discutía a diario. Tratarlo enfermaba. Yunque comenzó a escribirme con cierta asiduidad. El sobre venía dirigido al "Profesor Lubrano Zas, miembro de número de la Academia de Boedo", y el remitente rezaba: "Refugio Pecatorum". Desde entonces mis relaciones con el encargado se suavizaron milagrosamente, aunque más tarde, al dejar Yunque de enviarme cartas, recomenzaron a deteriorarse. Entonces tuve una idea victoriosa: decidí autoescribirme. Una mañana leí en el rostro del gallego la guerra declarada. Comprendí que mi correspondencia había sido violada. Después supe que a Enrique González Tuñón, el de Camas desde un peso, le había sucedido con las cartas de Yunque una cosa parecida.
"Para escribir hay que estar poseído y obsesionado", dice Henry Miller en Los libros. Si esto es verdad, Yunque es un obsesionado. A la edad de ochenta años se levanta muchas veces a la madrugada para trabajar. Da la sensación de haber redescubierto su vocación. La unidad existente entre su vida y su obra hace de él un fragmento sólido de nuestra cultura. La digna ternura que envuelve a los chicos en sus narraciones es la suya. No tiene otra.
El día que le envié Mi casa está lejos, mi libro de cuentos, recibí unas lineas conmovedoras. Me decía: "Me place mucho, y muy mucho, que usted, a quien considero un amigo, haya escrito un libro así, sensible, lo abrazo fuertemente".Anduve algún tiempo con su carta en el bolsillo deseando mostrársela a todo el mundo; pero temí que al hacerlo se rompiera el equilibrio establecido entre la carta y yo.
Existe otro Alvaro Yunque. Se llama Enrique Herrero (su segundo nombre y apellido que utilizó durante una etapa de censura hacia su nombre): traductor, seleccionador, prologuista. Debemos agradecerle el habernos dado a conocer el Diario de Jules Renard (1944), que tradujo del francés,verdadero aporte. Siempre que hablo de Yunque recuerdo al francés Eliseo Reclus, y viceversa. Quizá influya el haber leído a éste por primera vez en Los Pensadores, órgano del grupo de Boedo.
Me gustaría que alguna vez un crítico literario se refiriera al estilo de Yunque: económico, claro, directo. Conservo varios trabajos suyos publicados en Orientación . Todos, pese a su brevedad, resuman necesidad. Ahora cumple ochenta años. En cada barrio porteño un hombre soñará su infancia: Ha llovido a baldes, los "barcos de papel" navegan junto al cordón de la vereda, y donde vive "Poncho" los "muchachos del sur" se han reunido y cantan desafinando: "Felicidad, Yunque".
[Cuadernos de cultura Nº 95, mayo-junio 1965, número dedicado a Yunque con motivo de sus 80 años]

La poesía de Alvaro Yunque

De los escasos diez tomos de la colección Los Nuevos, publicados por la Editorial Claridad entre 1924 y 1928, sólo dos estaban dedicados a la poesía: Versos de la calle de Alvaro Yunque y Versos de una... de César Tiempo. Versos de la calle fue publicado en 1924 y tuvo una tirada inicial de 20.000 ejemplares. ¡Otros tiempos y otras metas! Un libro que caminó a sus anchas haciéndole honor al título. Un libro que inauguró una nueva forma de concebir la poesía en un medio deslumbrado por la suntuosidad modernista.

La poesía de Yunque, síntesis interpretativa de los conflictos y tensiones de los que laburan, de los postergados y humillados, es comprensión. Y tal comprensión es infrecuente. Su lectura consiste en hacernos reparar en todo aquello que nos afecta y que no tiene condición manifiesta para la inmensa minoría, para los que siguen de largo.
Lo que se denomina espíritu burgués, con todas sus normas y principios inamovibles, con la supervaloración de la hipocresía como norma de convivencia, ha sido siempre el blanco predilecto de toda su obra. En sus poemas y en sus cuentos encontraremos siempre su verdad, que era la verdad de quien quería para sus semejantes, ante todo y sobre todo, un mundo mejor.
Ni el materialismo dialéctico, ni su predilección por los pensadores rusos, le impidieron a Yunque tener preocupaciones estéticas y sentirse, y ser, un auténtico poeta del pueblo antes que un militante político.
Aunque perteneció a una familia católica y en su casa paterna había un altar en el que se rezaban novenas a San Roque con asistencia de vecinos, él prefirió después la religión de la justicia a la de los dogmas.
En su auténtica condición de lírico, Alvaro Yunque fue siempre el feliz habitante de una zona humana y geográfica abierta a la poesía.
Como escritor, supo calar hondo en el alma de nuestra ciudad, la que no siempre es esencialmente amiga de los sueños, ni demasiado proclive a dar albergue cálido a las ilusiones, al menos en sus sectores fenicios que hoy lamentablemente son los más.
Su obra, seriamente estudiada en universidades extranjeras, nos habla de alguien que supo ser un clásico en vida sin que se le piye la musa.
Abarcó todos los géneros, desde la poesía hasta el cuento, desde la historia hasta la novela, desde el teatro hasta la crítica y el ensayo, en una vasta obra que fluyó como copioso río, hasta sus últimos días, en los que tuvo el único contratiempo que habría de impedirle seguir escribiendo.
Una de las constantes que hallamos en sus cuentos es que la trama nunca es artificiosa ni arreglada y las cosas suceden como en la vida real. Yunque no usurpa su papel al destino, y deja que a los personajes les sucedan los hechos como en la vida misma. Es en los diálogos donde, con frecuencia, emergen sus propias creencias y opiniones.
Siente que la sociedad es injusta y está asentada sobre leyes e instituciones inmorales. El triunfador es el audaz y el astuto. Por eso su simpatía está con los débiles y con los que sufren, y los protagonistas de sus cuentos son los enfermos y los heridos por la sociedad. Su ideario es doloroso pero esperanzado.
Con ojos piadosos, sensibles, se aproxima a las penas, a las tragedias familiares de seres sencillos, compenetrados de una esencial mansedumbre que los hace mirar el dolor frecuente y la dicha fortuita con resignada indiferencia. Su modo de decir y callar lo cercano, lo que envuelve a las costumbres y a las miradas, perdura en sus relatos con un temblor, tenso o apacible, de comunicativa ternura. Yunque conocía y amaba la ciudad, sus gentes, sus barrios, las casas modestas, los personajes del sainete y del grotesco.
El arte no es un “juguete divino”, solía decir. “El arte es acción y es herramienta”. Y agregaba: “El arte, si no está humanizado por una fe, sólo es una copia de la naturaleza. El “arte puro”, el “arte por el arte”, repite lo que en la naturaleza ya está hecho, y bien”. “El artista no ha venido a contemplar sino a vivir”. Y él no ha sido precisamente un contemplador, sino un hombre de acción en su oficio literario, entendido como incesante trabajo sin pausa y a veces, sí, con prisa.
A lo largo de toda su vida encarnó como pocos el sentimiento profesional del escritor que no aspiraba a otra cosa que a la poesía.
Pero volvamos a lo que decíamos más arriba: el poeta refleja un hecho de su época –hasta podría decirse “cotidiano”– y le da una validez universal, ya que en todo tiempo y en todo lugar hemos visto, vemos y veremos, ese nefasto aspecto de nuestra naturaleza, que consiste en hacer leña del árbol caído (aun injustamente caído), mientras la palabra “piedad” suena anacrónica.
Yunque, laureado oficialmente en 1926 por Barcos de papel, recibió cincuenta años después, el premio Aníbal Ponce. Era como si con ello se lo estuviese recompensando por un injusto silencio que no impedía la admiración y el respeto, aún de aquellos que no ocupaban sus trincheras estéticas o políticas, lo que igualmente ocurrió al serle otorgado el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores en 1979.
Gran parte de la crítica, interesada principalmente por las ideas que Alvaro Yunque expresa en toda su obra, ha pretendido sacar de ella una concepción filosófica del mundo como si se tratase de un escritor meramente activista.
Toda obra poética se apoya en una visión de la realidad –ya sea ésta interior o exterior– que contiene más o menos expresa una “filosofía”. En el caso de la de Yunque, el hecho resulta más que evidente. Pero esos intentos de descubrir en sus poemas y en sus cuentos lo que éstos pueden tener de filosóficos nunca deben llegar, en mi opinión, al extremo de bandearse y hacernos perder de vista al lírico que fue.
El amor sigue siendo niño, un libro prohibido en 1978, al que la Junta de Estudios Históricos de Boedo volvió a dar luz verde, con el agregado de una yapa de dos cuentos inéditos, no es otra cosa que un canto al despertar del amor, a los primeros brotes, en un período de la vida, a menudo repleto de tribulaciones y bienaventuranzas, que llamamos adolescencia. En él, Yunque nos dice que Eros sigue siendo cándido, sigue siendo niño y sigue creyendo que belleza es sinónimo de perfección. Y podemos agregar, después de su lectura, que Eros, hijo de la abundancia y la pobreza, no sólo despliega su juego sublime y alegre a favor de la vida, sino que, también, le confiere al hombre el privilegio de contar con otras realidades surgidas de su corazón y de su espíritu.
Alvaro Yunque, nacido en la ciudad de las diagonales el día de la Bandera de 1889, perteneció a la generación literaria del 22 y fue uno de los integrantes más representativos del grupo de Boedo. Fue, también, uno de los primeros poetas de la calle, un maestro de cuentos para niños, un defensor consecuente y fiel de sus ideas sobre política y sociedad que proclaman –por encima de todo– la dignidad del hombre, la libertad de pensar, el derecho de soñar, el privilegio de vivir. Escritor fecundo, de sólidos y consecuentes principios éticos sobre los que sustentó su largo itinerario de hombre y de ciudadano.
Nada hay en su literatura que no haya sido tomado de la realidad y que no haya conmovido su corazón. Razón y sentimiento, lucha y amor, estoicismo y dignidad. Ese fue Alvaro Yunque. Un maestro forjado en la vida, un poeta, un sereno patriarca de blanca melena, al decir de Marcela Ciruzzi. Un querido y recordado amigo al que he tenido la suerte de conocer siendo muy pibe (no él, sino yo: me llevaba toda una vida y muchos libros publicados). Tendría once o doce años (yo, no él) cuando leí “El árbol de Navidad”, un cuento en el que su protagonista, Quico, me abrazó el alma de tal modo, que ya el espíritu y el nombre del autor habrían de serme familiares. Después el destino, que fue bueno conmigo, me hizo darle la mano por primera vez en la Academia Porteña del Lunfardo. Fue en 1963 y desde entonces fuimos amigos y cofrades para siempre, como que los últimos versos rantes que escribió están en los tres sonetos que le pedí para incluirlos en una antología.
Cuando me los entregó me hizo esta confidencia: “De lo escrito por mí, lo que más quiero está escrito en lunfardo”.
En aquellos días, en compañía de los suyos y de algunos amigos, le festejamos los noventa años. Supe entonces que su gran secreto para combatir la vejez era muy simple: no pensar en ella, pues era de los que creía que el mejor tiempo es el que se vive.
Una de las facultades humanas que más nos condiciona e inquieta suele ser la memoria. Y él la tenía intacta. Solía recordar a todos sus amigos, entre los que Gustavo Riccio y Dante A. Linyera eran los más conspicuos.
Yunque vivía en el 8ª B (B de bueno) de Coronel Díaz 1782, rodeado de libros y de cuadros, entre los que recuerdo un Bruzzone y un Alonso que lo retrataban fielmente (ambos, poco después de su muerte, se perdieron en un incendio).
A ese domicilio concurrí, más de una vez, invitado por el autor de Barcos de papel, a comer “tallarines a la lunfarda” que él mismo cocinaba. Cuando le pedí la receta, se limitó a decirme que el secreto consistía en recitar “determinados versos rantifusos” durante la preparación de la salsa. Lo creí entonces, y aún hoy lo sigo creyendo.
Ahora, desde que cambió de barrio, Alvaro Yunque pasea por calles más altas que las de Boedo.

Fuente: www.nuevociclo.com.ar

Achacao

"La vida es lucha.Al hombre de rodillas nadie lo empuja"

Estás medio achacao y andas con chucho
¿Chucho de qué pedazo de vichenso?
¿Te envenenás porque te ves flacucho?
Cuando más llores más indefenso.

Vos que pa la milonga fuiste ducho
ahora hasta tenés olor a incienso.
¿La vida te ha fumao y sos un pucho?
Si de verte tan maula me avergüenzo.

Morfá y chupá del bueno
y si la vida quiere espiantar
¡que espiante la perdida!
(y cuánto se la quiere, sin embargo.)

Aunque seas coyón mostrate fuerte
basuriá tus pavuras a la muerte...
porque la muerte es solamente
un apoliyo largo.


Fondín

Olor a grasa, a grasa refreída,
se juna laburar a las mandíbulas.
Olores, ruidos, todo se soporta,
¡pero che, en el puchero, cuánta mosca!


Mercachifles

Les propuse cambiar mis rosas rojas
por sus lechugas o por sus patatas.
Me las dieron podridas... ¡Malandrines!
¿No los voy a rajar de una puteada?


Novela moral

Esgunfia de tanto engorro
dijo a las costuras: ¡Alto!
un día se apretó el gorro
y raió para el asfalto.

Se la engrupió un cajetiya
puro vulevú con soda,
después formó en la gaviya
que toma a la vida en xoda.

De un bulín en otro anduvo,
de venus la laburaba
y entre que bajo y que subo
el tiempo le dio la biaba.

En el arrabal de vuelta,
Flor a punto de ser fruta,
más redondeada que esbelta
se ayuntó con un goruta.

Le llegó su cuarto de hora
como bolichera en Flores;
hoy la oficia de señora:
Tiene tres hijos dotores.

Retruque a un poeta de Florida

¿Pa' vos es una blasfemia
que yo afile versos rantes?
Seguí vos con tu Academia,
yo me junto con Cervantes.

¿Vos le negás tu versada
a las chusmas del suburbio;
vos sos un agua filtrada
y ellos son arroyo turbio?

No esperaré que apadrines
nuestro canyengue, es bastardo;
vos seguí con tus latines,
yo me quedo en mi lunfardo.

Veremos, a fin de cuentas,
quién de los dos era el turro,
si vos con tus ornamentas
o si yo con mi champurro.

Ya alumbraremos la vida
si nos da fósforo el genio;
vos, poeta de Florida,
yo del arrabal porteño.


Vejentud

Aquí estoy, derramao en la catrera
con una fiaca de la madona.
Me he dejado crecer la pelambrera
porque la vejentud, amigos, arrincona.

Con el coco aún purrete, en primavera,
con el cuore, ¡chambón! que no funciona
me resongo: ¿La vida? ¡cosa fiera!
¡Muy fiera! Porque el tiempo desmorona.

Ver a algunos besándose en las rúas
ver a otros en morfis y mamúas
y uno decirse: Yo también he sido...
También he sido un jaife y hoy me veo
cachuso y amurao, broncudo y feo
porque la vejentud, amigo, es algo muy jodido.

Versículos a uun lídeo obrero desterrado

En mi mano fina y larga, mano nerviosa, habituada al salto y al vuelo de la pluma, sentí caer tu ancha mano, tu mano callosa y fuerte, tu mano de cortos y cuadrados dedos, entre las cuales el martillo o el hacha o el serrucho se mueven con tanta levedad como en mi mano se mueve una lapicera.
Nos dimos las manos y nos miramos en los ojos.
Vos eras un obrero; yo, un intelectual.
Y nos comprendimos.
Y nos amamos.
Tu instinto te dijo que yo era uno de los tuyos. Mi inteligencia me dijo que vos eras uno de los míos.
Me dijiste:
¡Compañero!, en idioma internacional.
Yo, descendiente de europeos, mirándote la cara de indio bravo - Lautaro, Oberá o Yamandú - te dije, en criollo: ¡Aparcero!
Sonreímos.
Vos venías de la cárcel. Yo también venía de la cárcel. Y los dos estábamos fuera de la querida tierra natal, porque de ella nos habían echado. (Desterrar es una palabra heroica, exiliar es una palabra poética; los empleados policiales no las usan. Ellos dicen echar o expulsar, cuando mucho).
En nuestra querida tierra natal, sobraban tus encendidos discursos, aparcero, sobraban tus directivas, hermano, sobraba tu ímpetu huelguista, compañero, o sobraba tu conciencia de clase, camarada.
Igualmente sobraban los versos de mis poemas insurrectos y las prosas de mis artículos exaltadores de la dignidad cívica.
Ellos, es decir, los amos de unos seres con brazos y piernas como los hombres, seres vestidos de vigilantes y soldados, que saben manejar sables, fusiles, ametralladoras y cañones; ellos opinaron que nuestra querida tierra natal no te precisaba, lider obrero.
Ni me precisaba a mí, escritor con ideas.
Bien, aparcero. Nosotros no opinamos como opinan los patrones de esos uniformes oscuros adentro de los cuales un ser que podría parecer un hombre, se eriza de cañones, fusiles, sables y ametralladoras.
Nosotros, aparcero, opinamos que nuestra querida tierra natal nos necesita mucho.
Opinamos que en ella no abundan los obreros como vos, concientes. Ni abundan los escritores concientes, como yo, hermano.
Por eso vos continuás hablando y yo continúo escribiendo.
Tu voz y mi pluma se complementan. Vos encendés corazones, yo enciendo cerebros, camarada.
Tu causa es la mía, hermano. Lo ves? Tu ideal es el mío, aparcero. Lo sentís? Ni vos ni yo, querido, nos vamos por las ramas.
Los utopistas nos vienen hablando hace siglos de fraternidad humana y de otros macaneos lindos, Hermanos nosotros de ellos, los que llevan botas con espuelas, arrastran una cola que suena como un sable y piensan como sus tatarabuelos?...
¡Sonreíte, camarada!
Fraternidad? ¡Grupo! Ni vos ni yo, camarada, nos chupamos el dedo, hermano. Nuestro ideal no anda por los aires. Nuestro ideal se bajó de la nube de Jesucristo y de la nube de Tolstoi. (Ya lo ves a Gandhi con sus ayunos y su pasividad. Qué hizo ese hombre todo espíritu?...) Nuestro ideal no vuela. Camina. Nuestro ideal es ideal para hombres y es ideal de nuestra época. Es un ideal concreto, realizable, práctico. No es ideal religioso ni filosófico. No vive de quimeras. Vive de pan, como vivís vos, como vivo yo, como vive el bobo idealista que nos viene a hablar de fraternidad humana o de no resistencia al mal, y como viven ellos, los que manejan cañones, fusiles, sables y ametralladoras (Aunque a su pan, ellos, lo precedan de whisky y lo terminen con champagna).
Nuestro ideal es éste: liberación económica del proletariado.
Este ideal sí se comprende. ¡Lo demás son musas! Este es el ideal posible que podemos llegar a ver nosotros, vos, obrero, y yo, escritor, dos hombres sin nébulas en el mate, dos hombres con los pies en la tierra y la cabeza - aunque cargada de ensueños y de pensamientos - no más arriba de la estatura normal de un hombre. Nuestro ideal no alcanza el metro y ochenta centímetros. Es un ideal bajo... (¡Puf!, hace un ultraideaista contrarevolucionario). Y nuestro ideal, aparcero, sin nimbo religioso ni alas filosóficas, lo comprenden todos los hombres.
Todos los hombres que trabajan.
Todos los hombres que trabajan y quieren trabajar, y viven mal - siete, diez, quince, en una pieza de conventillo o una tapera - y comen mal, se enferman y son mal atendidos, se mueren y hasta son mal enterrados.
Nosotros no luchamos para fantasmas.
Nosotros luchamos para hombres que necesitan comer bien, vestir bien, tener horas de ocio para poder instruirse y soñar...
Vos hablás así? Yo te comprendo.
Todos te comprenden, aparcero lider.
Por eso vos, hermano, seguís en la brecha. Por eso vos, aparcero, no dudás, como el ultraidealista.
Te sentís escuchado. De tu boca no salen tropos: salen verdades. A vos nadie ha necesitado gritarte: ¡Valor! Todos saben que sos valiente. Se le ocurriría a alguien gritarle a la montaña: roca? La montaña, si no es roca, no es montaña. Vos, si no fueses valor, no serías lider obrero. Lo saben todos. Lo sabés vos sin haberte parado nunca a reflexionar sobre esto, tan natural. Lo saben los mismos torturadores - prefiero no clavarles adjetivos - de la sección Especial. Nunca a ellos se les ocurrió que podrían torturarte para que "cantaras". Ya sabían que hombres como vos no cantan. Y te hundían en un calabozo húmedo, en un sótano con rejas, entre sombras, solo, a que te pudrieses, en silencio, ¡a juntar rabia!
Pero tu ideal, aparcero, tu ideal no cabía en un calabozo.
Ni en una tumba.
Jamás pensaste en morir.
Siempre pensaste: ya saldré de aqui yo, ¡y entonces!...
Entonces seguís peleando, es decir, hablando y huelgueando. Y seguís con tanta naturalidad como el árbol al que, por un tiempo, se le impidiera recibir sol y agua. No bien los recibe de nuevo, continúa su trabajo de siempre, su trabajo de convertir el ácido carbónico en oxígeno.
Vos, igual.
Y si alguien te preguntara: Vas a seguir?... Responderías: Pero puedo hacer otra cosa, che?...
Aquel alguien te preguntaba eso por ignorancia, nada más. Ignoraba que esa fuerza, ese ímpetu que te hace lider obrero, te llega desde muy abajo, desde el fondo de los siglos terribles. Porque tu causa, aparcero, es la vieja causa. Es la causa de la libertad humana que ahora concretamos nosotros: liberación económica del proletariado.
La causa que, encendida de indignación, inculpa a Cain su crimen. Vos no sos Abel, lider obrero. Vos sos esa voz que le grita al asesino: Caín, qué has hecho de tu hermano? Y lo persigue. Y lucha.
La causa que, encendida de heroismo, se llama Agis o Cleómenes en Grecia, y lucha.
O se llama Graco o Catilina - el calumniado por Cicerón -, y lucha.
O se llama Enno, Cleón, Salvio o Artenión - caudillos de esclavos -, y lucha.
O se llama Espartacus, que llena de espanto a la soberbia Roma, y lucha.
O se llama Jesús, terror de filisteos en Palestina y de sacerdotes en el mundo entero, y lucha.
O se llama Valdenses y Albigenses, herejes de la Edad Media, y lucha.
o se llama Etienne Marcel y sus Santiagos, o los aldeanos de la Jacquerie, o Juan Wiclef y John Ball o Juan Huss o Jerónimo de Praga, o Tomas Munser y los anabaptistas, o Dolcino y los "hermanos de los Apóstoles", y lucha.
o se llama Stenka Razin y Pugatchev - ajusticiadores de boyardos rusos -, y lucha.
O se llama los comuneros de Castilla, y lucha. O se llama, en la revolución de 1789, Felipe Buonarroti y Marat y Gracus Babeuf y Darthé, y lucha.
O se llama "los cartistas ingleses", y lucha.
o se llama Augusto Blanqui en la revolución de 1848, y lucha.
O se llama la Comuna de París en 1871, y lucha.
O se llama los ahorcados de Chicago, a raíz del día Internacional, y lucha.
O se llama los espartaquistas alemanes sacrificados, y lucha.
O se llama los mineros asturianos o los republicanos españoles, y lucha.
o se llama los bolcheviques rusos, y lucha.
O se llama en América Juan Calchaquí o Yamandú, u Oberá, o Tupac-Amarú, o Lautaro o Caupolicán, o todos los anónimos que, desde el frío Canadá a la fría Tierra del Fuego, victimas o héroes de la libertad, lucharon por la vieja causa.
La vieja causa por la que vos peleas ahora, lider obrero.
Ellos decían palabras misteriosas, frases vagas. La misma palabra "libertad", así, en abstracto, qué dice?...
Catilina - el calumniado por Cicerón, sabueso retórico de los poseedores- clamaba: "Pedimos sencillamente libertad".
Vos sabés mejor lo que exigís, aparcero. No es o mismo decir: "Pido libertad", que decir: "Quiero la liberación económica del proletariado".
Liberación económica.
¡Esto sí se comprende!
Ya verás, cuando los proletarios sean económicamente libres, si ellos, los amos de seres parecidos a hombres, los dueños de sables, cañones, fusiles y ametralladoras, van a encontrar manos que se los manejen.
Esto lo presienten ellos, camarada. Por eso te encarcelan a vos, que hablás. Y me encarcelan a mí, que escribo. Y por eso nos echan de la querida tierra natal.
Porque nosotros no soñamos, utopistas, nosotros no divagamos, quimeristas. Nosotros somos concretos y prácticos. Sabemos que podemos conseguir hoy aquí, inmediatamente.
Elos presienten que lo conseguiremos.
¡Nosotros sabemos que lo conseguiremos, hermano!
Vos con tu mano ruda, hecha a la acción y al trabajo de todos los días.
Yo con mi mano nerviosa, que si tiene alas para escalar estrellas, prefiere andar volando a la altura de los hombres que trabajan y son explotados...
En tu manaza dejo estos versículos, aparcero líder.

Montevideo, 1945


Versículos a los salvadores

Hombres que esperáis al Salvador del mundo, niños-hombres:
El mundo va a salvarse por nosotros.
El mundo no va a salvarse por cualquier hombre superior y divino.
El mundo va a salvarse por nosotros, y por nadie más que nosotros.
El mundo va a salvarse por los hombres vulgares, débiles, intranquilos., pobres, tristes, defectusos y mortales.
¡Por nosotros! Por nuestro esfuerzo de todos los días el mundo va a salvarse.
No va a salvarse el mundo por la heroicidad y el martirio de un hombre único.
Por nosotros, los que trabajamos, los que sufrimos, los que luchamos, los que hoy somos un poco mejor que ayer, el mundo vaa salvarse.
Entonces:
Trabajad sin dudas, trabajad perezosos, trabajad sin descanso; trabajad, ignorantes.
Trabajad siempre.
Es el secreto de nuestra salvación, hombres.
A nuestro dolor lo vencerá el trabajo.
Trabajar es erguir las frentes, no postrarlas en la oración: Sed altivos, hombres.
Trabajar es enfrentar el destino, no implorarle: Sed valientes, hombres.
Os humilláis?:¡Erguíos!
Os detenéis?: ¡Adelante!
La salvación del mundo será obra de la realidad del mundo, niños-hombres.
Esperáis el milagro de un Salvador como el niño espera un juguete?
Nada se nos regalará, hombres.
Nunca se nos ha regalado nada, hombres.
Todo lo hemos conquistado, hombres.
Todo debemos conquistarlo, hombres.
Tal es el mandato esencial de la Vida, hombres.


Algunos nombres de América

ALBERDI

Nadie más pacifista que este guerrero

ECHEVERRIA

Meditar y sufrir la vida brava.
(Es cierto que te has ido, juventud?)
¡Pero subiendo siempre los caminos
en marcha hacia el azul!:
Heroísmo de antorcha que, humeando,
no deja de dar luz.

JOSE HERNANDEZ

No canta sólo por oir sus sones.
Su canto no es de ave, todo música.
Su canto es reflexivo canto de hombre.


MOSCONI O EL "GENERAL DEL PETROLEO"

De frente al imperialismo,-¡uñas largas del yanquismo!-
defendió con valentía,
la riqueza nacional...
Mosconi no parecía
ser general.


FLORENCIO

El es Florencio en el amor de todos
No necesita de apellido (Sánchez).
No fue a la escuela, sí a revoluciones.
Viviendo en el teatro de las calles,
solo, aprendió a escribir para el teatro.
(Tuvo la misma escuela de Cervantes).
Aprendió en fríos, aprendió en dolores,
frío, dolores, hambres...


MARTI

"A las alturas no se sube a saltos" - José Martí

Las alturas se alcanzan lentamente,
con los pies desangrándose en las breñas,
asiéndose a las plantas espinosas
para no quebrantarse entre las piedras.
Subir a las alturas no es deporte.
Subir a las alturas es la guerra.


ANIBAL PONCE

Quién era el presidente entrega -patria,
quién el "dotor" que hacía de ministro
que expulsaron a Ponce de sus cátedras?

Cuántos recuerdan hoy sus mudos nombres?...
Y cuando éstos no existan ni en sus tumbas,
los libros se leerán de Anibal Ponce.

Desde México y Cuba a la Argentina,
brioso corazón, palabra bella,
su voz sigue en los pechos encendida


LINCOLN

Lincoln está en el cielo,
único blanco de este cielo triste.
Todos allí son negros.

Los inocentes negros
que pelearon por el sur... Ahora
Lincoln está en su cielo.


EL ASESINO

Quién mató al Ché Guevara?
Su nombre nada importa.
Sabemos que es el mismo,
ese a quien nadie nombra,
porque nombrarlo mancha
feroz pitecantropus,
asesino de King y de García Lorca.


REFLEXIONES NO MANSAS


Ser pobre es vivir de su trabajo, ser miserable es no tener trabajo. La pobreza fortifica, la miseria corrompe.

***

Se sonríe con algo, se sonríe por algo, se sonríe contra algo. Sonrío al ver jugar unos pibes, sonrío cuando oigo a un escritor alabarse a sí mismo y sonrío al escuchar a un viejo político conservador hablar de libertad y democracia.

***

En el fondo de las grandes fortunas hay lo que en el fondo de los grandes ríos: barro.

***

"Dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar"?... El Cesar no espera que le den: se lo toma.

***

A los tiranos, a los locos y a los ebrios se los trata de la misma manera: Se los oye hablar sin refutarles sus sinrazones.

***

El Capital se sobrestima. Esta es su fuerza. El Trabajo aún desconoce su valor. Esta ha sido su debilidad hasta ahora.

***

Si te humillas, no sólo van a pisarte, se limpiarán en tí las suelas de los botines.

***

Los errores de la democracia son debidos a que no existe democracia.

***

Todo gobierno opresor cuenta con dos armas: el sable y la cruz. El sable que asesina y la cruz que adormece. Y de las dos armas, la más eficaz para el gobierno opresor es la cruz. La usa cotidianamente. El sable es para los días de excepción. Los días en que el adormecido despierta.

***

La diplomacia, un árbol que da frutos venenosos, aunque sus flores destilen miel.

***

El filántropo es un hombre que desprecia a los hombres. Para él, ellos sólo merecen caridad, no justicia.

***

Las ideas rebeldes son luces. Si alguien las sopla, no se apagan, se van de nosotros a encender un cerebro apagado.

***

Antes se abandonaba en el "padre" confesor la tarea de pensar; ahora se la deja al editorialista a sueldo del diario que se lee todas las mañanas.

***

Aún la humanidad presenta una lista de mártires por fanatismo mucho más extensa que la de sus mártires por idealismo. La humanidad se halla en déficit.

***

Muchos árboles genealógicos tienen las ramas floridas; pero sus raíces se hunden en un montón de basura.

***

Solo demuestra que sabe nadar quien nada contra la corriente; a favor de la corriente, hasta los literatos conservadores - los corchos - nadan.

***

El soñador siembra y cosecha el revolucionario. Los Rousseau y los Diderot hacen los Robespierre y los Saint-Just; los Marx-Engels hacen los Lenin; los Martí hacen los Castro.

***

El hombre aún no sabe qué es la paz. Porque la recelosa calma entre guerras no es la paz: no sería dormir, un cabecear con el arma en la mano, semi en vigilia, a la espera de que el compañero de pieza nos ataque nos bien nos durmiéramos, o para atacarle no bien él se duerma. Este recelosos descanso lleno de inquietud es la paz que hasta ahora hemos conocido los hombres.

***

Si hoy te vendes por diez, mañana te venderás por cinco y pasado mañana por un puntapié en el culo.

***

Un tonto viejo es peor que un tonto joven. El tonto joven dice una vulgaridad y huye a jugar al fútbol; el tonto viejo, por culpa de la gota se queda sentado a decir muchas vulgaridades que ya ha dicho muchas veces.


***

Los reaccionarios, los conservadores, entran en el futuro de espaldas. Entran a empujones. A pesar de ellos, los reaccionarios, los conservadores, también entran en el futuro.

***

Cuándo el uniforme de un general no es una librea?

***

En muchos hombres, aparentemente infelices, duerme un dictador. Cuando aparece una dictadura, ese dictador despierta y se coloca al servicio de la dictadura. Así, porque son dictadores, se convierten en esclavos.

***

La razón - luz humana - pasó de la clase que se autollamaba noble a la burguesía y de la burguesía a la clase obrera; pero toda la clase obrera no sabe aún que posee la razón. El día que lo sepa...

***

En la alta sociedad, a un hombre o mujer se le considera instruído porque habla varios idiomas, aunque no lea en ninguno.

***

De un tonto, si es un hombre del pueblo, se dice que posee un alma gris; pero si el tonto es un potentado, se dice que su alma es gris-perla.

***

Hay quién piensa sobre los problemas sociales después de haber leído los diarios, y hay quien piensa sobre los problemas sociales sin haber leído nada, porque no sabe leer. Lo curioso está en que ambos coinciden. Para qué, entonces, tomarse el trabajo de leer los diarios?

***

domingo, 28 de junio de 2009

El Tango Y Sus Letras: POESÍA MUSICALIZADA DEL RÍO DE LA PLATA

El Tango Y Sus Letras: POESÍA MUSICALIZADA DEL RÍO DE LA PLATA

Acerca de la literatura tanguera escribió el mismo Borges, hace casi cincuenta años: "De valor desigual,ya que notoriamente proceden de centenares y millares de plumas heterogéneas, las letras de tango que la inspiracion o la industria han elaborado, integran, al cabo de medio siglo, un casi inexplicable corpus poeticum que los historiadores de la literatura argentina leerán o, en todo caso, vindicarán. Lo popular, siempre que el pueblo ya no lo entienda, siempre que lo hayan anticuado los años, logra la nostálgica veneracion de los eruditos y permite polémicas y glosarios; es verosímil que hacia 1990 surgiera la sospecha o la certidumbre de que la verdadera poesía de nuestro tiempo no está en La urna de Banchs o en Luz de provincia de Mastronardi, sino en las piezas imperfectas y humanas que se atesoran en El alma que canta. Una culpable negligencia me ha vedado la adquisición y el estudio de ese repertono caótico, pero no desconozco su vanedad y el creciente ámbito de sus temas." (


EL ESTILO DE LAS LETRAS

Gustavo Adolfo Bécquer escribió que el estilo es "el anillo que sujeta el mundo de la forma al mundo de la idea", metáforas aparte, desde el punto de vista literario el estilo esla manera de escribir o de hablar peculiar y privativa de un escritor ode un orador. Para los lingüistas el estilo es relativamente libre ensu desarrollo, siempre que se respete la corrección gramatical y laobra tenga un sentido claro. los estudios estilísticos engloban todoslos aspectos de la lengua: sonidos, formas, palabras,construcciones..., elementos que se prestan, cada uno de ellos, ajuicios de valor, al hacer valoraciones cualitativas se analiza lapersonalidad del autor, su ingenio, el tono empleado - bajo, medio,elevado o sublime -, la manera de expresarse que determina que elestilo sea familiar, vulgar, cultivado, refinado u oratorio; losaspectos del pensamiento o del sentimiento que lo hacen analítico,abstracto, figurado, poético, intelectual o afectivo; los medios usados que permiten calificar el estilo de rico o pobre, arcaizante o innovador, variado o monótono, y de las libertades que se toma el creador para expresar el pensamiento con factores como exageración o atenuación, rigor o fantasía, subterfugio y sugestión.

Si esas definiciones generales descienden a esferas más concretas,por el tema y el contenido el estilo puede ser hermoso, sublime,gracioso, patético, delicado, dramático, lírico o humorístico; por la construcción y extensión de las frases puede ser definido como cortadoo periódico; por su adecuación temporal cabe reconocerlo como antiguo,moderno o contemporáneo.

La enorme cantidad de letras de tango existente, su evolución y ladiversidad de temas tratados conduce a que sea posible encontrar todaslas características estilísticas enumeradas.

Aunque los estilistas encontrarán poco respeto a la corrección gramatical, en las grandes ciudades del río de la plata, el aluvión inmigratorio proveniente del extranjero y del campo generó una muy particular forma de hablar el castellano. son suficientemente conocidasla sustitución del tu por el vos ´ del vosotros por el ustedes, ´ el cambio en la acentuación y conjugación de los verbos. por ejemplo, tú puedes se transforma, en el habla cotidiana de la región, en vos podes y vosotros comenzáis se convierte en ustedes comienzan, a lo anteriordebe agregarse que el castellano rioplatense adoptó innumerables términos de ascendencia indígena, portuguesa, de otras naciones europeas, y también, formas de decir incorrectas provenientes de España, sobre todo de Andalucía.

Hasta hace pocos años, los escritores y los periodistas se cuidaban, mucho, de respetar estrictamente las reglas de la real academia española, pero en la charla coloquial empleaban la versión rioplatense, solamente los letristas de tango, los poetas gauchescos y algunos periodistas que escribían artículos costumbristas en lunfardo trasladaban al papel las violaciones gramaticales. Actualmente éstas ya han invadido los espacios radiofónicos y televisivos, en las letras de tango, además, debe considerarse que los autores no sólo adaptaron ellenguaje popular y modificado de argentinos y de uruguayos sino que además agregaron a muchas de sus obras el lenguaje lunfardo, entonces difícilmente su estilo puede resistir un mínimo análisis bajo la lupa académica. Quizá por esta dificultad las clasificaciones estilísticas de las letras de tango terminan considerando más los temas y los conceptos que otros elementos, porque, en definitiva, el tango emplea otro idioma, que se parece al español pero que no lo es totalmente,incluso para un porteño o un montevideano poco empapado en el ambiente tanguero, que los hay, resulta difícil comprender muchas letras.Piénsese sólo en las formidables versiones en lunfardo de Edmundo Rivero: son para "entendidos".

LOS TEMAS DE LAS LETRAS

Como Vidart tenía en preparación una obra sobre la sociología del suburbio rioplatense, en el tango y su mundo adelantó una clasificación de las letras por temas. Aunque muy esquemática por ese motive, la clasificación quedó plasmada en una lista dividida en diez puntos con numerosas subdivisiones. Cualquiera de éstas subdivisiones podría dar origen a un tratado, por su valor, y como exponente de la riqueza temática de la música ciudadana rioplatense, se brinda íntegramente, sería muy difícil encontrar un análisis más complete. las palabras en cursiva, casi todas ellas pertenecientes al lunfardo, están así en el original.

El tema campesino, paisajes y personajes de la vida rural; el mundo erótico; el duelo criollo; la filosofía y el saber del sol.

El tema orillero. la presencia suburbana: las orillas, el barrio, el arrabal; la evocación del barrio, personajes pintorescos (el italiano en el tango y en la realidad sociodemografica, etc.); el bailongo; tipología orillera y arrabalera: taitas, inicas, lunfas; la heráldica orillera: el sunyi, el puñal, los leoner, el farolito, el patio del conventillo, las esquinas, el boliche, el bulin, la catrera,etc.

El tema urbano. calles de la ciudad; sucesos de la ciudad; arquetipos humanos de la ciudad; el puerto y su mundo (los muelles, las cantinas, los personajes; la evocación melancólica de la ciudad).

El tema amoroso (el tango sentimental). el amor fiel: la madre, la novia, el "dulce hogar", los hijos; la pena de amor; la traición de amor (actitudes ante el espiante): traición y venganza, traición y perdón, traición y nostalgia, traición y regocijo, traición y alcoholismo; la seducción; el abandono; amor y amistad.

El ambiente. tipología femenina: el auge milonguero y la brevedad de la gloria, la década, la mujer galante y su secuela; tipología masculina: el bailarín compadrito, el muchacho rana, el mujeriego, el canfli, el bacán, el otario, el miché, el caralisa, el guapo venido a menos, la vejez del "calavera".

El tema satírico (el tango cachada). crítica de costumbres; crítica de personas y caricaturas de caracteres; crítica de rituales (sic)vitales. el tema lúdico. los prototipos: el escolaseador, el burrero, el quinielero, etc., la timba: naipes, carreras, quinielas, ruleta; los deportes: el fútbol, el box.

El tema filosófico (el tango weltauschaung). filosofía general dela vida y sus concomitantes psicológicas: amargura, tristeza, dolor;cinismo; destreza y cancha; agresividad, guaranguería; despecho; desengaño; indiferencia; olvido; soledad. Actitudes ante la muerte. valorización del presente: el carpe diem y la axiología cotidiana. evocación del dorado ayer: nostalgia, recreación, retorno. presencia y ausencia de dios.

El tema social. explotados y explotadores; miseria y hambre; la huelga; la gayola. El tango como tema.

Jorge Luis Borges dijo que con las letras de tango se podía crear otra comedia humana, al estilo de Honoré de Balzac. es una feliz afirmación del genial escritor argentino, porque es casi imposible imaginar un tema, uno solo, referido a las peripecias humanas que no han sido tratado por alguna letra de tango. desde los hechos cotidianosy familiares hasta los más graves problemas sociales, pasando por la descripción de virtudes y defectos de hombres y mujeres, dolores y alegrias, toda la vida en suma, tiene un lugar en la sensibilidad de los poetas del tango.

La evolución instrumental del tango estuvo muy condicionada por sus orígenes en humildes lugares y hasta por la verdadera proscripción que sufrió durante mucho tiempo no sólo entre las capas altas de la sociedad rioplatense, sino también en las clases medias y aun en sectores del proletariado, de donde provenía. Los primeros músicos se ganaban la vida yendo de un lado a otro, de un bar a un prostibulo, de una feria popular a un peringundin o de un cumpleaños en un conventillo a una sala de baile dominguera. esto determinaba la naturaleza de los instrumentos: debían ser portátiles, de fácil traslado, ya sea caminando o en tranvía.

DANZA Y LETRA


Daniel Vidart recuerda que "si bien es cierto que desde un principio los tangos tuvieron letra, puede concederse que en las primeras épocas éstas formaban el copete secundario y verbal de una música denominadora y caudalosa".

Con el paso del tiempo -agrega el autor-, "lo que era preponderantemente una expresión coreografica del alma orillera busco otro centro de gravedad: hizo de la letra un carozo significativo y lo retobó con la carnadura de un fruto musical".

Este proceso tiene dos interpretaciones. Para Cátulo Castillo, cuya posición explica Vidart, ese desplazamiënto interno del énfasis del tango obedeció a motivos técnicos: "El tango de la Guardia Vieja erajuguetonamente trenzado por instrumentos ágiles. Violines veloces,flautas agudas, arpas galopantes y guitarras livianas integraban aquellas orquestitas de incansables ejecutantes y el tango brotab aentonces picado como el trote de un cuzco callejero y vivaz como el taconeo de un compadrito. La letra era solamente una capa traviesa y adjetiva. Pero cuando el bandoneon y la orquesta se hacen presente con estudiado fraseo, la palabra cantada encuentra entonces campo propicio. A tangos lentos y morosos, letras pachorrientas, versos alejandrinos y discursos deliberados".

Para confirmar este razonamiento se comparan las letras de Lamorocha, de Angel Villoldo, y Atenti pebeta, de Celedonio Flores. La primera, como dice Vidart, tiene una ingenuidad orillera: Yo soy la morocha, la más agraciada, la más renombrada, de esta población.

La segunda, en cambio, "echa a rodar las dilatadas sílabas de su consejo rufianesco". Cuando estes en la vereda y te fiche un bacanazo,vos hacete la chitrula y no te le deschavés, que no manye que estás lista al pimer tiro de lazo, y que por un par de leones bien planchados te perdes. En este proceso, el tango-canción desplaza o se pone a lapar del tango-danza.

Vidart, sin embargo, no comparte esta posición. Incluso piensa que el proceso fue al revés: "La música se hizo más pausada para escuchar a la palabra y el instrumento se adaptó a la voz humana". Para este estudioso la explicación es simple. "Cuando el pueblo rioplatense comprobó que el tango era su alter ego artístico volcó en él todas las potencias simbolicas de su expresividad. La mímica y la palabra, el gesto y el pensamiento oralmente manifestado, son los medios primarios por los cuales el hombre hace a los otros hombres inteligible su ser.[...] Dentro de la modesta escala del tango sucedió lo mismo.

Maduro como danza, como gesto, tuvo que apelar a la cancion impresa para servir de vehículo al espíritu popular. Los letristas (jamás se los llamó poetas) fueron personajes surgidos de ese mismo pueblo o albaceas instruidos -no seria correcto hablar de intermedianos 'cultos'- que desde el primer instante se identificaron con las virtudes, los defectos y las apetencias de las multitudes bonaerenses y montevideanas. La letra, publicada con la música, fue la culminación previsible de un proceso orgánico que en vez de desnaturalizar al tango-danza lo confirmó de manera definitiva y eficaz".

La polémica entre ambas posiciones no tiene mucho sentido porque la histona de muchos tangos les da razón a ambas... o a ninguna de las dos. Hay obras que evolucionaron,y hasta tuvieron sucesivos nombres,con la transformacion instrumental de los antiguos trios y, sobre todo,con la incorporación del bandoneón y del piano. El tango picado, o "picadito" como gustan decir los nostalgicos de la Guardia Vieja, dejó paso a formas con más contenido melódico, incluso en las distintas versiones de una misma obra.

Tambien hubo tangos que tuvieron diferentes letras, circunstanciaestimulada por la ausencia de grabaciones, o que directamente notuvieron letra. Asimismo hubo letras que fueron anteriores a la musica,tomadas de obras de poetas populares y para las cuales se compusoespecialmente la música. Además, las letras en algunos casos pudieronevolucionar por las transfomaciones instrumentales, pero es igualmenteverdad que las condicionaron. El estilo de La morocha dejó campo libreal de Atenti pebeta no sólo porque la orquesta típica cambió y agregoinstrumentos, sino también porque la sociedad se urbanizó ycosmopolitizó. El aire campesino que aún perduraba en las composicionesde Villoldo terminó siendo ahogado por la gran ciudad.

Quizá lo correcto sea superar y obviar el debate y reconocer que hubo evoluciones musical, instrumental y poética que corrieron simultaneamente e integradas, dependientes unas de otras.

LITERATURA EN LAS LETRAS DE TANGO


Como un golpe de dados que jamás abolirá el azar, son infinias las letras de tango y sus concomitancias con la historia espiritual de nuestro pueblo.

En lo que va del siglo -y aun antes también, cuando el tango se pergeñaba como el que ahora conocemos- no hay refrán, dicho popular o simplemente un verso que no tuvieran relación estrecha y honda con nuestro quehacer nacional.

Y aunque los exégetas agoten con buena fortuna los diez o quince poetas más destacados o el repertorio más sabroso e incalculable, y al mismo tiempo encubran a centenares o millares de autores a mansalva,jamás se podrá confeccionar un catálogo ejemplar.

Las letras de tango, como poesía, parafraseando a Víctor Hugo, son el eco íntimo y secreto de ese canto que responde en nosotros al canto que está fuera de nosotros. Porque la cuestión no radica en comenzar con Pascual Contursi y olvidar todo lo anterior, y llegar estruendosamente hasta la fecha actual.

Mitología de mitología, épica y canciones, epopeya que debemos enfocar con una vasta literatura oral que escapa al ámbito rioplatense, si ése es el lugar de su gestación y desarrollo, dialogo del hombre con su tiempo, como dijera Antonio Machado acerca de toda su poesía.

INTERROGANTES

Las letras de tango se proponen y articulan como una narrativa singular y es válido, entonces, el interrogante que alguna vez lanzara Macedonio Fernández, en uno de sus tantos golpes dados: "¿Puedo combinar una prosa que despierte en igual grado y orden los sentimientos que cada compás va suscitando en una música?".

El olvido también hace y deshace historia. Muy pocos recuerdan o fingen no recordar que antes que los hermanos Bates y los empedernidos estudiosos del tango pulularan con sus informes detallistas en torno anuestra música popular, Jorge Luis Borges escribió un libro breve sobre Evaristo Carriego y que uno de sus capítulos lo tituló, ni más ni menos: "Historia del tango". "En el prólogo de las sátiras -decía Borges con audacia- Juvenal memorablemente escribió que todo lo que mueve a los hombres –el deseo, el temor, la ira, el goce carnal, las intrigas, la felicidad- sería materia de su libro. Con perdonable exageración podríamos aplicar su famoso "quidquid agunt homines", a la suma de las letras de tango"

También podríamos decir que éstas forman una inconexa y vasta "comedie humaine" de la vida de Buenos Aires. Es sabido que Wolf, a fines del siglo XVIII, escribió que "La Ilíada", antes de ser epopeya, fue una serie de cantos y rapsodias; ello permite, acaso. la profecía de que las letras de tango formarán, con el tiempo, un large poema civil o sugerirán a algún ambicioso la escritura de ese poema.

VATICINIOS

A pesar de lo mucho hablado y escrito por Borges, casi con rechazado amor por el tango, siempre admitió tácitamente la existencia de una literatura oral que, a él se le escapó o se le escapaba de las manos; y es que Borges se debía a otro Borges y a un destino ya sentenciado por Epicuro:'Jamás he buscado gustar a la mayoria; lo que en realidad les gusta yo no lo conozco y lo que en cambio yo sé, ellos no son capaces de comprenderlo". Es justo, entonces, dar a Borges lo que es de Borges y a las letras de tango su verdadera dimensión, como el mismo Borges se encargara de vaticinar. "De valor desigual, ya que proceden notoriamente de centenares y millares de plumas heterogéneas,las letras de tango que la inspiración o la industria han elaborado.integran, al cabo de medio siglo, un casi inexplicable 'corpuspoéticum' que los historiadores de la literatura argentina leerán o, en todo caso, vindicarán. Lo popular, siempre que el pueblo ya no lo entienda, siempre que lo hayan anticuado los años, logra la nostálgica veneración de los eruditos y permite polémicas y glosarios; es verosímil que hacia 1990 surja la sospecha o la certidumbre de que la verdadera poesía de nuestro tiempo no está en 'La urna', de Banchs o en'Luz de provincia', de Mastronardi, sino en las piezas imperfectas y humanas que se atesoran en'El alma que canta'."

Las letras del tango descienden del cuplé.

La letra del tango desciende del cuplé. Por eso, las que se consideraban las primeras letras comienzan todas con ´Yo soy...". "La morocha" no es otra cosa que un cuplé acriollado, un cuplé pampeano. A partir de Villoldo, los letristashacen cuplés de compadritos. "Yo soy el taita más guapo...". Después,aparecen otros tipos de cuplé, los cuplés malevos, los de canfinfleros;ésas eran las cosas que cantaba el viejo Gobbi. Pascual Contursi, aún anntes de "Mi noche triste", introduce el sufrimiento, las desdichas dela vida. Así, aparecen por primera vez en el cuplé las penas y los lamentos. A partir de Contursi comienza la cosa. Lo más importante de Pascual Contursi es que cambió la estructura literaria de lo que hasta entonces se cantaba como tango. De la primera persona del cuplé (Yo...)pasó a escribir en segunda persona ("Percanta que me amuraste" y profundizando el cambio introduce el tema narrativo, que algunos llaman argumento, escrito en tercera persona.

Después de Contursi, llegó Celedonio Flores, que tenía una culturamás amplia. Su poesía es de un tono sobrador. La filosofia que encierrasu tango "Mano a mano" no tiene nada que ver con el lamento de Contursien "Mi noche triste". Las letras de Celedonio son más bien conversadas,chamuyadas.

José González Castillo, el padre de Cátulo, tiene algunos temasbellísimos ("Griseta". "Silbando". "Sobre el pucho" y ya a mediados dela década del veinte aparecen Enrique Santos Discépolo, Homero Manzi yEnrique Cadícamo.

Discépolo fue totalmente original. Tenía un temperamento tremendista. Golpeaba al oyente. ("La gente que es brutal cuando se ensaña", decía). Fue una especie de profeta bíblico del suburbio, con gran riqueza de metafora.

Homero Manzi aportó al tango cultura, lenguaje, imaginación y capacidad para escribir. Idealiza y sus vivencias las convierte en pasado. Enrique Cadicamo posee un extraordinario oficio de letrista con incursiones felices en la poesía. Es grande, además, por la diversidadde temas que toca. Fue un atento lector de modernistas, primero; y de los surrealistas, después. En 1926, publicó un libro de poesías que tituló "Canciones grises", donde mostró una clara influencia de Evaristo Carriego y de Paul Verlaine. Después, volvió a la poesía de tono coloquial porteño.

Cátulo Castillo fue también un óptimo letrista. En él se dieron muchas cosas surrealistas. Metáforas como 'Cerrame el ventanal/ que asoma el sol", impusieron una línea que después profundizó Homero Expósito. La obra de Expósito está siendo revalorizada cada vez más. Acaso porque avanzó demasiado. Llevó la retórica a la sensibilidad popular. Fue tremendamente auténtico y su mérito es el de haber enriquecido un caudal letrístico que ya estaba medio anquilosado.

Esa línea surrealista que trazaron Cátulo Castillo y Homero Expósito llegó a su esplendor con Horacio Ferrer, que metió las golondrinas en el motor o baleó con rosas. Eso venía de Manzi.

Sabato, tango y literatura.


La estrecha relación con el tango que poseen los personajes de la novela " Sobre heroes y tumbas".

Muchos ejemplos documentan la interactiva presencia del tango en laliteratura. Pertenece al tango esa obsesiva visión retrospectiva.Ernesto Sabato(1911) fue promotor de un libro sobre el tango:"Tango-Discusión y clave". No obstante, resulta más interesante y fructuoso rastrear los nexos no declarados y acaso no queridos, en las tupidas páginas de su novela "Sobre héroes y tumbas". En este librodescuella la presencia de la ciudad tentacular, una continua exasperación de la memoria y la protagonista descripa como"princesa-dragón", como "rosa-fango", es una mujer de tango refinada.En efecto, la Alejandra de Sabato, aunque proveniente de una familia patricia resulta a la postre hija ilegítima de Georgina y de un loco, primo de ésta; trabaja en una boutique -apenas algo más que un taller de costura de fines del siglo XIX-, es amiga de oscuros individuos como Bordenave y Wanda, una alcahueta profesional, y concurre a locales de mala reputación; misteriosamente ligada al vicio y la locura. no se atreve a seguir a Martín, que, con sus diecisiete años, está dispuestoa morir por ella y lo atormenta ("Acordate siempre que soy una basura.
Qué descanso odiarse!" ,no perdiendo ocasión de burlarse de su adolescente enamorado, incluso criticándole un disco de tango: oi que letra, yo quiero morir commigo sin confesión y sin Dios, crucificado en mis penas, como abrazado a un rencor'". A la postre, Alejandra morirá en el incendio de su vetusta casona, luego de haberle disparado un tiro al padre, un 24 de junio (¿mera coincidencia con la fecha gardeliana, la de la tragedia de Medellín, con el fuego, los revólveres y el persistente recuerdo?).
fuente: tangos en la web

EL TANGO Y ALGUNOS DE SUS PERSONAJES

A Homero
Así se baila el tango
Che bandoneón
Discepolín
El choclo
La canción de Buenos Aires
Por la luz que me alumbra
Tango

BUENOS AIRES: EL CENTRO, EL ARRABAL, LAS CALLES
Buenos Aires
Mi Buenos Aires querido
Arrabal amargo
Melodía de arrabal
Caminito
Corrientes y Esmeralda
El bulín de la calle Ayacucho
Tristezas de la calle Corrientes

BARRIOS
Almagro
Barrio de tango
Barrio reo
Puente Alsina
San José de Flores
Silbando
Sur
Tres esquinas

CAFÉ-BAR
Aquella cantina de la ribera
Café de los Angelitos
Café La Humedad
Cafetín de Buenos Aires
Canzoneta
La cantina
La violeta
Viejo Tortoni

EBRIEDAD Y OTRAS INTOXICACIONES
Esta noche me emborracho
La copa del olvido
La última curda
Los mareados
Tomo y obligo
Whisky
Fumando espero
Nubes de humo

TUNGOS Y ESCOLASO
Bajo Belgrano
Canchero
Leguisamo solo
N. P. (No Placé)
Por una cabeza
Preparate pa' domingo
Uno y uno
Monte criollo

AMOR
A media luz
Balada para un loco
De todo te olvidas
Milonga sentimental
Misa de once
Pasional
Qué lindo es estar metido
Rondando tu esquina

AMOR ATORMENTADO
Letra Historia
Alma en pena
Cristal
Fuimos
Mañana zarpa un barco
Naranjo en flor
Sin palabras
Toda mi vida
Yuyo verde

ABANDONO
Amurado
Bandoneón arrabalero
Ivette
Justo el treinta y uno
La cumparsita
Mi noche triste
Padre nuestro
Sentimiento gaucho
Ventanita de arrabal
Victoria

SOLEDAD
En esta tarde gris
Garúa
Mala suerte
Ninguna
Nostalgias
Nunca tuvo novio
Soledad, la de Barracas
Trenzas

REPROCHES Y CONSEJOS
Atenti, pebeta
El que atrasó el reloj
Enfundá la mandolina
Fierro Chifle
Lloró como una mujer
Mano a mano
Pompas de jabón
Seguí mi consejo

QUEJÁNDOSE (O EL GRITO EN EL CIELO)
Al mundo le falta un tornillo
Canción desesperada
Cambalache
Las cuarenta
Pan
¿Qué sapa, Señor?
Uno
Yira, yira

DECADENCIA
AFiches
Confesión
Cuesta abajo
El motivo
Flor de fango
El principe
Viejo smoking

LA MUERTE
Adiós, muchachos
Como abrazao a un rencor
Cotorrita de la suerte
Dicen que dicen
Dios te salve, m'hijo
Duelo criollo
Mamita
Mocosita
Sus ojos se cerraron
Tu pálido final

APARICIONES, ESPECTROS, SOMBRAS, VISIONES, QUIMERAS
Cruz de palo
El Fantasma de La Boca
Fantasma de Belgrano
Farol de los gauchos
Hopa, hopa, hopa
Olvidao
Soledad
Tal vez será su voz

LA MADRE, LOS AMIGOS
Desaliento
Hacelo por la vieja
Levanta la frente
Madre
Madre hay una sola
No llore viejita
Por dónde andará
Tres amigos

FESTEJOS VARIOS
Carnaval
Carnavalera
Fiesta criolla
Los cosos de al lao
Oro muerto
Padrino pelao
Pobre Colombina
Siga el corso

CABARET
Acquaforte
Aquel tapado de armiño
Bailarín compadrito
Che papusa, oí
Galleguita
Mano cruel
Margot
Milonguera
Milonguita
Zorro gris

PARÍS
Anclao en París
Así es Ninón
Claudinette
Griseta
La que murió en París
Madame Ivonne
Margo
Pinsón

NOMBRES DE MUJER
Beba
Gricel
Malena
María
Mariana
Rosicler
Rubí
Verdemar

MINAS
Chirusa
Chorra
Gloria
Julián
La mina del Ford
La Morocha
Mama, yo quiero un novio
Muñeca brava
Que vachaché
Yo soy la rubia

VARONES
Bien pulenta
Garufa
Haragán
Muchacho
Niño bien
Pa'que sepan cómo soy
Pero yo sé
Si soy así

COMPADRITOS
A don Nicanor Paredes
Amigazo
Contramarca
El patotero sentimental
El porteñito
El último guapo
Eufemio Pizarro
Malevaje
No aflojés
Te llaman malevo

LA CÁRCEL
A la luz del candil
Al pie de la santa Cruz
El Ciruja
Farolito viejo
Justicia criolla
Ladrillo
La gayola
Un tropezón

ARTES Y OFICIOS
El cuarteador
El pescante
Giuseppe el zapatero
Lecherito del Abasto
Marioneta
Orgánito de la tarde
Se lustra, señor
Viejo ciego

CARRETEROS
Colorao, Colorao
El aguacero
El carrerito
Manoblanca
No te apures, Carablanca
Por el camino (tango)
Por el camino (Zamba del boyero)
Zaraza

COSAS QUE SE PIERDEN
Betinotti
El último organito
Farol
La calesita
Percal
Talán, talán
Tiempos viejos
Tinta roja

HISTORIA
El cuarenta, y cinco
El sol del veinticinco
Juan Manuel
La guitarrera de San Nicolás
La Mazorquera de Monserrat
La pulpera de Santa Lucía
La uruguayita Lucía
Silencio

CON AIRES CAMPEROS
Adiós, Pampa mía
Clavel del aire
Chingolito
El rosal
En blanco y negro
Nido gaucho
Palomita blanca
Tapera

VOLVIENDO
Al compás del corazón
La casita de mis viejos
Nada
Por la vuelta
Tengo miedo
Viejo rincón
Volver
Volvió una noche

sábado, 27 de junio de 2009

sobre Onetti; Muñoz Molina - EL ARTE DE ESCRIBIR EN VOZ BAJA


No tuve mayor humillación personal durante mi reciente visita a Buenos Aires que cuando pregunté en varias librerías si tenían sus novelas o los libros de cuentos. La respuesta más común era un no malhumorado, la más grosera y ultrajante fue: ¿quién es? (A.A.)

El arte de escribir en voz baja

Antonio Muñoz Molina evoca la personalidad y la obra del escritor uruguayo, en el centenario de su nacimiento, ocurrido el 1° de julio de 1909. Para el novelista español, el autor de El astillero , al que conoció hacia el final de su vida, fue una fuerte influencia literaria

Por Juana Libedinsky | © El País — La Nación


Dicen que cuando Faulkner murió, en su pueblo natal de Oxford, Mississippi, en el sur de Estados Unidos, las vidrieras de los negocios pusieron un cartel que decía: En memoria de William Faulkner este negocio estará cerrado desde las 2.00 hasta las 2.15 de la tarde, 7 de julio de 1962 . "Es decir, ¡quince minutos sin ganar un mísero cent!", escribió Juan Carlos Onetti, para agregar: "El muerto no podría imaginar un homenaje mayor y más sacrificado que éste de los pequeños gold diggers de su país".

Faulkner, admirado por Onetti, ya había anunciado que buscaba ser "el único individuo del mundo que no hubiera dejado huellas de su pasado". Y, como su gran maestro, Onetti desdeñaba cualquier clase de honores.

"Por eso -aclara Antonio Muñoz Molina- hay que tener mucho cuidado sobre cómo se homenajea a Onetti: ¡es la antítesis del homenajeable!" Autor de la introducción a varias de las novelas de Onetti y, más recientemente, del texto que acompaña una compilación de sus cuentos ("Después de 20 años, éstos me siguen intoxicando y sigo siendo ferozmente sensible a sus efectos", declaró), Muñoz Molina no puede hablar de Onetti sin que una sonrisa ilumine su rostro.

"Gracias por hacerme hablar de algo que me gusta tanto", dice durante el encuentro en un café madrileño. Sin embargo, Muñoz Molina, autor de novelas como El viento de la luna y El jinete polaco , creador de la región imaginaria de Mágina (análoga a la Santa María de Onetti), es consciente de que la difusión del nombre de su admirado autor es restringida. "Onetti tiene algo que es como un antídoto al oficialismo. Es como si segregara algo que rechaza el ser parte del establishment , tanto en su literatura como en su vida. En una charla sobre Onetti que di en Madrid, dije que Onetti es un escritor que nunca habla a la multitud, sino a la persona. Hay poetas o escritores que hablan como con megáfono. Cuando el poeta soviético Yevtushenko fue a dar un recital a Granada, acostumbrado a dar recitales en grandes estadios, no lograba el tono intimista. García Márquez también habla para las masas."

En otra de sus conferencias sobre Onetti, esta vez en la Casa de América, Muñoz Molina fue más allá. "Onetti nos mostró que era posible escribir de cosas terribles y poéticas en voz baja, en un tono menor", dijo. "Aportó a la literatura española y latinoamericana un tono especial para decir las cosas, una posibilidad de escribir sin la retórica tradicional de los autores españoles o la explosiva manera de los latinoamericanos."

–¿Por qué Onetti es poco leído? ¿Se lo considera demasiado difícil?

–Muchos escritores no son para las masas, pero eso depende de la casualidad. En un mundo tan global como éste, las cosas se difunden como en un contagio vírico que no tiene nada que ver con la calidad. Y hay libros que no son fáciles que de pronto tienen una difusión enorme. El tema, la dificultad respecto de Onetti, es que tiene que ser leído con mucho cuidado. Es una obra muy orgánica, cualquier elemento tiene una conexión con todos los elementos en ella. Si lees La casa verde o Cien años de soledad o Pedro Páramo, no necesitas nada fuera de esos libros para entenderlos plenamente. Ahora, si vas a El astillero y no sabes que forma parte de una especie de constelación en la cual está Juntacadáveres, en la que hay referencias que aparecen en La vida breve, o Dejemos hablar al viento, y en los cuentos, no estoy seguro de que los puedas disfrutar plenamente. Onetti te exige una lectura muy intensa, con los cinco sentidos.

–¿Por ejemplo?

–En La vida breve, casi al final, llegan unas personas al reservado de un restaurante y están hablando. Claro, tú estás con ellos porque son los protagonistas, pero de pronto oyen en la habitación de al lado a otras personas. Eso es como en la vida real, aquí estamos hablando pero oímos a este señor que está a la izquierda tomando un café, pero este señor no es parte de nuestra vida, tiene su vida, y lo que él dice no lo comprendemos por falta de contexto. En el libro, eso que se escucha en la otra habitación tiene que ver con el prostíbulo que va a salir en Juntacadáveres muchos años después. Pero sólo después de haber leído Juntacadáveres estás en condiciones de reconocer y entender al personaje que habla en la habitación de al lado. Toda la obra de Onetti forma parte de un mundo que él fue creando y que parecería haber tenido en la cabeza desde el principio, un poco como Balzac, como Faulkner.

–¿Tiene algún libro favorito?

–Por su organicidad, es muy difícil elegir una sola obra. Sólo puedo decir que, a mi juicio, los libros más completos son El astillero y Los adioses. Pero los cuentos son fundamentales...

–Hay quienes opinan que El astillero es una metáfora del decadentismo uruguayo. Otros, que refiere a un decadentismo más de corte argentino.

–Puedo equivocarme, pero creo que para un lector de ahora mismo, El astillero es una fábula tan extraterritorial como El castillo, de Kafka. Eso le da su fuerza tremenda.

–¿Qué pasó con el libro sobre Onetti que usted estaba escribiendo?

–Se me metieron varias novelas entre medio. Ahora estoy bastante optimista, así que espero tener el libro listo para fin de año. Tomo muchas notas a mano; gran parte del libro ya está, pero manuscrito en un cuaderno. Se trata de un ensayo literario confesional, una tentativa de lectura de la obra de Onetti en conexión con su vida y época. También es una reflexión sobre la creación literaria y sobre cómo mi propia creación literaria ha sido influida por él y por la literatura de América latina. No sé, es una especie de libro muy raro...

–¿Leyó el que hizo Vargas Llosa?

–No todavía. Estuve con Vargas Llosa hace dos años, en Bard College al norte del Estado de Nueva York y hablamos mucho de Onetti. Incluso estábamos con unos norteamericanos e hicimos mucho proselitismo. A veces pienso que la idea de hacer el libro le salió de aquellas conversaciones, porque estábamos los dos muy entusiasmados, pero él me tomó ventaja. ¿Vargas sale mucho en el libro? En el libro mío no salgo, salvo como lector. Somos escritores demasiado distintos...

–¿Se puede hacer algo para que Onetti se lea más?

–El año pasado estuve en Cartagena de Indias en una celebración, más bien una megaglorificación, de García Márquez, con mucha palabrería oficial. Los colombianos son muy narcisistas con el idioma español, con lo bien que hablan español, y se estaba haciendo mucha demagogia sobre la necesidad de defender al español del inglés. Cuando me tocó hablar, dije que el enemigo del español no era el inglés sino la pobreza. Esto es lo mismo. ¿Qué hay que hacer para que la gente lea más a Onetti? Hay que tener buenas escuelas públicas y buenas bibliotecas, y así habrá más gente que lea a Onetti. A Onetti, y a Tolstoi, y a Faulkner. No hay un problema específico para leer a Onetti como no lo hay para leer a William Carlos Williams, hay un problema general de pobreza que llega a la educación.

–¿Cómo conoció a Onetti?

–Yo todavía vivía en Granada en 1990 y había venido a Madrid a participar de una mesa redonda sobre Bioy Casares, por quien tenía mucha admiración y quien estaba presente. Al terminar se me acercó una señora y me dijo: "Soy Dolly Onetti, y a mi marido le gustaría conocerte". Al día siguiente yo volvía a Granada en avión y pasé a visitarlos por la casa que ellos tenían camino al aeropuerto. Él estaba bastante enfermo, y después de eso nos escribimos y hablamos por teléfono, pero a mí me daba tanto miedo importunarlo que, mezclado eso con mi timidez, no volví a visitarlo más. Fue una cosa que mantengo muy privada, pero muy emocionante para mí. Onetti me marcó desde siempre. Incluso cuando de joven estaba en el ejército, en esa vida horrorosa, entre mis pocos consuelos estaba el aprenderme los poemas de Borges de memoria para recitar mientras desfilábamos y el haber encontrado, en el primer domingo que me dejaron salir del cuartel en Vitoria, en el escaparate de una librería, Dejemos hablar al viento.

–He leído que Onetti y usted se admiraban profundamente.

–Jamás lo diría así, me parece obsceno...

–Lo dijo Dolly Onetti. En Madrid declaró: "Muñoz Molina adora a Juan. Una vez le pregunté si le gustaría tener el Nobel y me contestó: "Ya lo tuve". "¿Cómo que ya lo tuviste?", le pregunté. Me contestó que su Nobel era la crítica que Juan escribió para El País de Madrid sobre su libro El jinete polaco. El artículo lo tiene encuadrado y colgado en la pared de su lugar de trabajo, en su casa. Ellos son tan faulknerianos que se admiraban mutuamente".

–Si lo decía ella, está permitido. Lo más importante para mí es todo lo que pude aprender del trabajo de Onetti, pero es verdad que fue un orgullo que a él le gustara lo que yo hacía. Recuerdo al principio de mi carrera, la emoción cuando un poeta, Félix Grande, me llamó para decirme que había estado en la casa de Onetti y había visto un libro mío en su mesa de noche. Y efectivamente tengo una reseña que escribió Onetti sobre un libro mío enmarcada y colgada en mi cuarto. No sólo era una reseña, era una defensa, una respuesta a otra reseña que había salido en El País, ¡el diario mismo donde yo escribo!, que no sólo era muy mala sino humillante. Él escribió su respuesta inmediatamente tras leerla.

–Mencionó el Nobel. ¿Cree que Onetti lo debería haber ganado?

–Me parece una vulgaridad lo de los premios, son una cosa que puede estar bien o no; no creo que Onetti sea menos por no haber recibido el Nobel.

–¿Cómo cree que Montevideo y Buenos Aires marcaron a Onetti?

–Tengo una afinidad muy fuerte por lo rioplatense, y no sólo por la literatura, es algo más emocional. Fui dos veces a Montevideo, y tengo allí buenos amigos, pero creo que es importante la dialéctica entre Buenos Aires y Montevideo, ese ir y volver, para comprender la obra de Onetti. Las diferencias eran grandes entre una sociedad tanto más laica como es la uruguaya y otra tanto más clasista y con impronta mucho mayor de la Iglesia como es la argentina. Hoy nadie habla de clases sociales, pero Onetti tiene una impronta de clase muy fuerte. Por ejemplo, cuando él estaba en Buenos Aires, consiguió salir publicado, creo que en el diario Crítica. Pero Onetti era muy pobre y los escritores porteños, girando en torno a Victoria Ocampo, no eran pobres, salvo Roberto Arlt, y no escribían sobre la ciudad que tenían a su alrededor. Entonces yo creo que cuando Onetti se forma como escritor, curiosamente, no tiene influencia de los escritores de allí, solamente tiene influencia de Arlt y del tango, porque considera que allí estaba el habla verdadera. Montevideo luego imprimió en él esa especie de talante pudoroso que tienen los uruguayos en contraposición al talante porteño. Y luego, claro, esa ciudad está como Santa María, donde se sabe mucho sobre las cosas que ocurren, pero se está muy lejos de donde ocurren. Creo que eso se nota mucho en Montevideo. La gente de Montevideo es mucho más cosmopolita que la de Nueva York, pero a la vez los inunda una especie de melancolía de saberse lejos del centro del universo. En Santa María saben que están en la periferia. Eso pasa en muchos sitios: la alternativa es creer que se está en el centro, pero en general, entonces, se está equivocado.

–¿Qué paralelismos encuentra entre Faulkner y Onetti?

–Hay una semejanza obvia, la de la invención de Yoknapatawpha inspirando la de Santa María, con una diferencia importante. En Faulkner ese mundo existe desde siempre, como una extensión del mundo real. Mientras que en Onetti es creado por un personaje, Juan María Brausen, en una novela concreta, La vida breve. Eso implica dos mitos de los orígenes muy distintos entre sí: el de Faulkner es terrenal; el de Onetti, plenamente literario. La otra semejanza obvia es que la trama de cada historia del ciclo de Santa María es parte de una gran novela general. Se subrayan menos otras cosas: en Onetti, como en Faulkner, raramente hay historias contadas en una tercera persona objetiva: toda historia es el relato de alguien, y por lo tanto el narrador está siempre o casi siempre dentro de lo narrado. Y el amor por los débiles y por los dejados de lado. También Faulkner y Onetti son dos escritores ajenos a la mundanidad literaria, apartados del centro geográfico o social en el que suceden las cosas. Faulkner, más aislado aún: escribir en Mississippi no es como hacerlo en Buenos Aires o en Montevideo, sino como en el fondo de la pampa. No nos dejemos engañar por el brillo de los nombres literarios.